Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.
7. La naturaleza.
En la novela erótica francesa más famosa del siglo XVIII, (“Thérèse philosophe”, de Jean Baptiste Boyer, Marquis d’Argens (1703-1771)), la protagonista afirma que la Naturaleza es una quimera y que todo es una invención de Dios, así será, pero Él no construye quimeras, ellas son obra exclusivamente de los humanos que a través de sus máquinas y artefactos describen y explican el mundo y así mismos entre tempestades, muerte y enfermedades. Todas esas calamidades siempre han sido un buen motivo poético del amor y de sus remedos, el hombre es un rayo y la mente de la mujer es un viento que constantemente apunta hacia otro lado.
« Oui, ignorants ! la nature est une chimère, tout est l’ouvrage de Dieu. C’est de lui que nous tenons les besoins de manger, de boire et de jouir des plaisirs. Pourquoi donc rougir en remplissant ses desseins? Pourquoi craindre de contribuer au bonheur des humains en leur apprêtant des ragoûts variés propres à contenter avec sensualité ces divers appétits ? Pourrai-je appréhender de déplaire à Dieu et aux hommes en annonçant des vérités qui ne peuvent qu’éclairer sans nuire? (« Thérèse philosophe », Jean Baptiste Boyer, Marquis d’Argens (1703-1771))
Aunque en Sade muchos han destacado su humor escondido, la ironía de la desmesura, el despropósito cómico, otros han visto en él el vuelo sin alas y sin red, el deseo absoluto de libertad, el desafío, cuentan algunos, de Babel. El exilio permanente quiere finalizar en el cuerpo, hallar en él su casa, y encontrar esa lengua primordial que hablábamos antes de la maldición que nos dispersó por el mundo.
¿Qué es la Naturaleza? Rüdiger Safranski, en su excelente ensayo sobre “El Mal” (2000), se pregunta y nos pregunta: ¿Qué manda la “naturaleza”? Como en el caso de Rousseau a quien Goethe también se remite, la naturaleza exige que se retire el crédito a las reglas morales de la civilización, que cada uno se escuche a sí mismo y se guíe por el amor a sí mismo, que haga suya la propia naturaleza, en contraposición a la civilización alienada”.
¿La Naturaleza es el sexo o lo es la muerte?
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“La señora de L era una de esas diosas cuya fortuna se debía a un bello rostro y a una conducta muy airada. Sus cabellos eran de un leve tono castaño, su figura era hermosa, poseía ojos de una singular expresión, y hacía gala de esa ingenuidad tan a la moda que, al conferir una gracia adicional a las pasiones, hace que se busquen cuidadosamente las mujeres de quienes se sospecha que la posee. Ella era además un poco malvada, en realidad totalmente desprovista de principios y, a pesar de esto, su corazón no estaba lo bastante colmado de depravación como para haber perdido toda la sensibilidad. Arrogante y libertina, así era la Señora de L.” (“Justine o las desdichas de la Virtud”, Marqués de Sade. (1740-1814))
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“Ahora, ¡querido lector!, debo preparar tu corazón y tu entendimiento para el relato más inmoral que jamás se ha dado desde que el mundo existe. Semejante libro no se encuentra ni entre los antiguos ni entre los modernos. Hazte a la idea de que todo placer decente..., de que todo tipo de disfrute honesto está excluido a propósito de este libro, y si por casualidad encontraras alguno, lo encontrarás siempre acompañado de algún delito, o teñido de alguna depravación”. (“Las ciento veinte jornadas de Sodoma” (1785), Donatien Alphonse François de Sade, Marqués de Sade)