miércoles, 26 de enero de 2011

El peletero/La aguja del pajar (87)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
 
87. Velázquez

Desde que el primer ser humano dibujó en la arena hasta hoy, que ya pisamos el polvo gris de la Luna, se ha redicho, una y mil veces, el dilema poético del espejo que Velázquez, el artista más frío, silencioso y distante que ha existido, pintó en “Las Meninas”.

¿Cuál es ese dilema poético? 

El dilema somos nosotros mismos cuando nos miramos como si fuéramos otro, es la integración del objeto y el sujeto en la misma mirada. 

El punto básico de fusión y de escisión del ser humano.

¿Dónde se halla el mérito del pintor sevillano? 

Se encuentra en pintarlo en un lienzo que al mirarlo nos vemos como si estuviéramos viéndonos en un espejo no siéndolo. El espejo está enfrente y a nuestra espalda a la vez, estamos dentro del cuadro sin llegar a ser ello ningún efecto óptico.

¿No es una respuesta innecesaria a un falso dilema? 

No lo es porque es la contra-cueva de Platón. En la de Velázquez la luz y la sombra son lo mismo, ambas emanan y las causan la misma cosa, nosotros, los espectadores. Ella, su pintura, es simultáneamente una cámara obscura y una linterna mágica. Estamos dentro de las Meninas sin estarlo. 

Las repercusiones ontológicas de todo ello son evidentes y trascendentes al dar desde la pintura una solución realista y materialista al “ontos”, alejada del idealismo y del dualismo platónico y religioso, mente-cerebro, que desencarnaba al ser. 

Velázquez dijo pintando que todo está fuera del espejo aunque para verlo debamos mirar a su través y verlo todo al revés.

La memoria es nuestro espejo y el olvido es lo que Alicia halló en su envés, una plancha de zinc poblada por conejos, gatos sonrientes y reinas de corazones, nada más.

La pintura de Velázquez es silenciosa como lo es toda buena pintura y como lo eran también las películas de otro mundo. Mi amiga Verónica siempre afirmaba que el cine de entonces no era mudo, sólo era silencioso y que el silencio necesita otra manera de mostrarse y de ser visto.

La pintura del sevillano y portugués es filosófica, fría y lejana. Sus obras callan y no dicen nada fuera de todo lo que muestran y que sólo es aquello que no ocultan. Todo está a la vista porque...
...solamente podemos pintar aquello que podemos recordar y lo último que olvidamos al morir es lo primero que sentimos al nacer, nuestro propio ser. 

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87M
-“El sexo y el dinero, una cinta métrica y un espejo. Ambos son instrumentos de burdel, me decías, y el sastre debe ir con bata blanca, igual que si fuera un médico o un carnicero. Ella es también un elemento fundamental del juego, todo el mundo sabe que después no hay más ropa, se está desnudo como lo estabas tú debajo de tu bata blanca, querido Víctor”. (La madeja. Cartas a un amigo.)

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87H
-“Querida Verónica, el trabajo de sastre, modisto o peletero, que vienen a ser lo mismo, es una labor no sólo sensual, también lo es moral, tu mirada se hilvana con otras y cose, con las agujas y los dedales, las costuras, los botones y los ojales.

La aguja debe coser, no solamente pinchar. Una que no lleve hilo es un mero instrumento de tortura y no de sutura, aunque también haga manar sangre debe cerrar heridas. El dedal es importante, es un capuchón, un condón que protege algo blando, delicado y sensible, la yema del dedo, destinada a señalar el centro del universo, allí donde nos gusta que nos miren, nuestro corazón palpitante”. (El hilo. Cartas a una amiga.)