Textos vírgenes o el arte de no decir nada.
Pimientos rojos (18)
La  pequeña aldea de Khajuraho es mundialmente conocida por el esplendor de  los conjuntos escultóricos de tema erótico que adornan sus templos, ya  de por sí interesantes.
No  es fácil llegar hasta allí. El avión o el coche de alquiler, solución  cara, permiten un fácil acceso, aunque en tiempo de monzones, los  servicios aéreos quedan suspendidos ocasionalmente y las carreteras  cortadas por ferrocarril, el único medio económico de transporte es el  autobús. 
En una palabra; el viaje a Khajuraho exige un cierto esfuerzo  pero lo compensa sobradamente la visita de los templos, a pesar de que  medio día sea suficiente para efectuarla.
Visitas.
Los  templos del Oeste. Situados en el centro de Khajuraho, son lo bastante  interesantes y atractivos para recompensar a los visitantes por sus  esfuerzos. Además de las famosas esculturas eróticas, existen otros  conjuntos extremadamente refinados. En cuanto a los templos propiamente  dichos, su arquitectura es notable. Los templos fueron construidos en  los siglos XI y XII por la Dinastía Chandella. Se necesitará  aproximadamente 3 horas para una visita tranquila. 
“India – Nepal”, Khajuraho. Bruno y Michelle Van der Vynckt.
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Amiga Melina,
Me  alegra que tu reciente viaje a la India haya sido tan agradable y  placentero como me cuentas, sin duda tus descripciones, detallistas y  entusiastas, son fidedignas y me hago perfectamente cargo de lo bien que  lo debes de haber pasado. ¿Te puedo decir que me habría gustado estar  contigo ahora como lo estuve aquel año en el que nos paseamos por el  Peloponeso? 
Tienes razón, las estatuas de los templos de Khajuraho se parecen mucho a las famosas y antiguas “Estatuas desnudas de Patras”, oficialmente llamadas: “τα γυμνά αγάλματα της Πάτρας”,  sin embargo, las griegas no eran de piedra y sí muy humanas como los  actuales pesebres vivientes que en algunas localidades se representan al  llegar la Navidad, figuraciones teatrales al aire libre en forma de  “cuadros” o “viñetas” vivas que normalmente narran una escena religiosa o  histórica. 
Pero  veo que no recuerdas los detalles que tanto trabajo me costó enseñarte,  la clave siempre son ellos, querida mía, los detalles, quizás por ello  no escuchabas demasiado, y por una oreja te entraban mis palabras y por  la otra te salían trituradas, te aburrían mis clases y pocas veces  prestabas atención a las lecciones que para enamorarte te dictaba,  pensando, tonto de mí, que el saber seduce y que el ingenio predispone  al amor, nada más falso, ¿qué buscabas en mí?, no tengo ni idea, ¿era el  más guapo?, ni mucho menos, ¿era el mejor?, tampoco, ni el más rico ni  el más simpático ni el más cariñoso ni mentiroso, ¿entonces?, era el que  pasaba por allí. Permíteme, no obstante, y ya que lo mencionas,  recordarte algunos de esos detalles:
En las estatuillas griegas, que el pueblo llano llamaba curiosamente: “κόκκινη πιπεριά”,  “Pimientos rojos”, unos actores, aficionados y desnudos, simulaban a la  vista de todos, y en posturas hieráticas, las innumerables y diferentes  maneras de realizar el coito y otras prácticas sexuales. 
En  su caso también daban, como ya debes saber, nombre a unas festividades  dedicadas a Dionisos y al Teatro del que el dios era, por así decirlo,  patrón. 
Sexo  y Teatro son, valga la palabra, una conjunción rica en matices que  ilustra perfectamente el significado de ambas, la primera es lo segundo y  la segunda es necesaria para la primera, ¿verdad? En ambas lo  importante son los personajes a los que los actores deben adaptarse e  interpretar, así en el sexo como en el teatro, pura representación  escénica. 
Tales  celebraciones se desarrollaban cuando el Aguador camina por el cielo, a  finales de enero y a primeros de febrero, obligando a los actores,  hombres y mujeres del pueblo llano, a soportar desnudos, y con gran  imperturbabilidad y estoicismo, el frío y las demás inclemencias del  tiempo. Todos ellos debían, de buena manera y con mejor cara, fornicar  sin mover ni un músculo ni mostrar tampoco malestar ni displacer por la  quietud obligada o por lo exabrupto de la climatología invernal. 
Sexo  también es intemperie y éste es el estado emocional en el que  normalmente uno se queda después de copular. Aunque no siempre, a veces  te invade el sueño y en otras ganas de ver un partido de tenis por la  televisión. Y en algunas salir corriendo como si te hubieras dejado el  grifo de la bañera abierto.
La  primera referencia de tales celebraciones la encontramos en unas  pequeñas estatuillas de cerámica que desenterraron los arqueólogos hace  dos escasas centurias en las proximidades de la actual ciudad griega de  Patras de la que reciben su nombre oficial y académico, aunque su origen  exacto se supone que se hallaba en la cercana villa de Epidauro, donde  se encuentra el famoso teatro. 
Dichas  terracotas son las más antiguas que se conservan, ellas se remontan al  siglo VIII, exactamente 191 días después del inicio de la segunda  Olimpiada, es decir, a finales de enero de 741 A.C. El dato es tan  preciso porque en su base leemos escrita y grabada la fecha y los  nombres (Pulmonía y Kallipandros) de los que suponemos fueron los  actores que aquel año representaron, según nos muestran las propias  figuras, un “παλίνδρομο κάθετους”, palíndromo vertical, más conocido en castellano por “sesenta y nueve de pie”,  que es como normalmente es la cifra numérica 69, ¿no?, una curiosa  efigie par en la que el hombre sostiene erguido, con la sola fuerza de  sus brazos, a la mujer en una postura invertida que indudablemente  requiere gran resistencia y fortaleza, física y también psicológica. 
Es  sin duda una posición acrobática y atractiva visualmente para los que  la miran, pero puestos a calificarla de manera práctica hemos de decir  que es una tontería, muy torpe y cansada porque fatiga a los dos  protagonistas y no les permite disfrutar como es debido y nos pide el  sentido común, tumbados cómoda y tranquilamente, como tú y yo bien  sabemos, querida Melina, porque siempre querías acrobacias de atleta más  que filigranas descansadas, nunca fuiste una mujer comodona ni  cobardona, te gustaba el riesgo incluso en el placer, en más de una  ocasión nos podíamos haber roto alguna vértebra, gracias a Dios o a  Afrodita no fue así.
Sin embargo, para ti, la gracia de los “κόκκινη πιπεριά”  siempre la encontrabas en su carácter democrático a la griega manera,  es decir, si la elección de los cargos públicos de la ciudad se  producían en una rifa, pues ellos eran, como ya sabemos, consecuencia no  tanto de un plebiscito o de una elección y sí de un sorteo del que  formaban parte todos los adultos, las parejas teatrales y eróticas de  dichas festividades, formadas por hombres y mujeres de la localidad,  también se elegían de igual manera, gracias a la suerte y al azar, en  una especie de lotería que emparejaba de manera completamente aleatoria y  ajena al gusto a unos con otros y que cada año cambiaba, los amantes se  turnaban como la suerte en los dados. 
¿Cuál era la enseñanza moral de todo ello?, ¿tenía alguna?, lo ignoro.
Es  posible, sin embargo, que la desnudez, y el sexo azaroso y público  -público en el sentido de hacerlo a la vista de todos, la fama  indisimulada, lo que todos ven,  saben, hablan y... callan  de uno, no confundamos con la ordinariez de las playas nudistas -,  conlleve, aunque sea a través del exhibicionismo ritual y casi  religioso, la modestia y la sencillez del recién nacido, pero no estoy  muy seguro de ello, a estas altura de mi vida no lo estoy de nada y no  dejo de pensar, mi griega amada, que la vida será muy pronto aún más  rara que todo eso, y lo será porque siempre lo ha sido, inaudita y  pronta.
Quizás,  al fin y al cabo, el único secreto, la sabiduría popular encerrada en  tanta carne desnudada y petrificada, sea el de anunciar el futuro  despojo de la muerte y la vanidad de los besos que, a pesar de ser todos  igual de rojos, siempre termina apareciendo entre ellos alguno que otro  más verde (o negro) que los demás, como si la vida fuera esa tómbola de  la que hablábamos antes y que tan bien cantaba Marisol.
¿Verdad, querida Melina?
Esperando que tus viajes te sigan llevando de aquí para allá, recibe de mí un pícaro beso en los labios por los tiempos pasados.
Demóstenes, erotómano, uno de tantos.
(El pimiento es en realidad una especie vegetal americana, así que el misterio de los “κόκκινη πιπεριά” es más insoluble e insondable todavía.)
