martes, 16 de noviembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (56)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

56. El bautizo y el sarcófago.

Los retratos de "El Fayum", romanos y egipcios al mismo tiempo, no son ninguna copia de otros, incluso teniendo un estilo perfectamente establecido y formado en su reiterada ejecución, en la fusión de sus dos paradigmas culturales, por ser obras perfectas de su tiempo son verdaderamente originales y eternas.

Mi amigo decía:
“En nuestro mundo moderno hemos perdido esta costumbre tan arraigada de retratar a los muertos. Primero era el bautizo, (aunque perdiendo terreno frente a la ecografía), luego la primera comunión (aunque perdiendo terreno frente a los sucesivos cumpleaños), el servicio militar (aunque perdiendo terreno frente a nada), la foto carné, la boda, los hijos, lo que fuera necesario para llegar al final, a uno de los momentos cumbres más importantes de la vida: la muerte. Ahora se considera de mal gusto; el pollo sólo se puede mostrar vivo o cocinado. Hoy en día únicamente tienen esta prerrogativa los famosos, aunque en la antigua forma de estatua de cera, un sucedáneo de la vida, y una premonición de la muerte embalsamada en material que se derrite.

Los retratos del Fayum han resistido al tiempo, y no por muy conocidos dejan de sorprender cada vez que los miramos y nos miran. Son una almadía en un mar tormentoso, lanzando cabos hacia el barco salvador que el viento aleja irremediablemente. ¿Aún no había nacido la costumbre de cerrar los ojos a los cadáveres? Estos romanos egipcios, bien abiertos los tienen, pintados en el mejor de sus momentos. La técnica es romana, los ojos grandes y almendrados son egipcios, su frontalidad es moderna y su serenidad es sabia, y extrañamente ninguno sonríe. Cuando estaban vivos tal vez eran ignorantes, ahora no, ahora ya lo saben todo, por eso están a un paso de entristecerse, están casi a punto de no estar... muertos. O casi a punto de volver a ser personas. “Persona” en latín significa, precisamente, “máscara”, y enmascarados los muertos nos entrevén a los que seguimos vivos.” 

“La existencia de retratos es un hecho tan misterioso como el que tengamos rostro. Manos, piernas, torso, cara, es normal tenerlos. Incluso hasta dedos y espalda. Pero tener rostro es algo más, es el ser encarnado. Las cosas se diferencian por características que pueden ser medidas. Sus eslabones primordiales, como los quantum y los genes, son intercambiables entre sí. Todo puede mudar y seguir igual al mismo tiempo, como en política. Los rostros no, son insustituibles, es la prueba más irrefutable sobre la individualidad del ser, en contra de estas nefastas teorías que anhelan su disolubilidad en el cosmos uterino o la nada estéril. Y a pesar de la cirugía plástica. 

Dios es uno, nosotros también. Muchos lo quieren seguir siendo hasta después de muertos. Un buen retrato es un buen pasaporte. ¿Hacia dónde?” (“El peletero en su sarcófago”, el peletero.)

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56H
-Querida Verónica, tu me hablaste por primera vez de Berger, era amigo o conocido de Antonio T. Siempre releíamos las cartas que su hija le enviaba sobre Tiziano. Lee ahora una verdadera carta del pintor veneciano dirigida al Rey de España: 

“Invictísimo y Poderosísimo Rey:

Hace siete meses que mandé a V. M. las pinturas que me fueron encargadas por ella. Y no habiendo tenido hasta ahora aviso de su recibo, me sería singular favor saber si han gustado; que si no hubieran gustado al perfecto juicio de Vuestra Majestad, afanaré, reformándolas de nuevo, en enmendar el pasado error...

Las cédulas de que Vuestra Majestad me hizo gracia por los dineros asignados a mi merced en Génova, quede Vuestra Majestad informada de que no han tenido efecto. Por lo que parece que ella, que sabe vencer a poderosísimos y soberbios enemigos con su invictísimo valor, no es obedecida por sus ministros, de tal guisa que yo no veo como puedo esperar obtener nunca esos dineros concedidos a mí por dicha gracia. Sin embargo le suplico humildemente que con su Real Majestad quiera vencer la obstinada insolencia de aquéllos, u ordenando que quede yo prontamente satisfecho, o dirigiendo a Venecia, o donde más le plazca, la expedición del pago, de modo que su liberalidad produzca en su humilde servidor el fruto por V. M. ordenado...” (Venecia 22, de abril de 1560)

¿El esfuerzo por sobrevivir oculta el mundo? Yo creo que no, pero... ¿impide pintarlo?, sin duda tampoco, hay muchas pruebas de ello, muchas, Tiziano es una de ellas, pero yo no podría, ya lo sabes, Verónica, no puedo pintar si he de vivir.

Por eso te alejaste de mi, ¿verdad? Responde tú por mí. (El hilo. Cartas a una amiga.)

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56M
-“Muy a menudo me hablabas de pieles y de la carne que en ellas quedaba incrustada si el animal se despellejaba mal, que había que rasparla de manera concienzuda para eliminar cualquier rastro y evitar que se pudriera y dejara calvas en el pelo cuando se la secaba en un ambiente fresco y seco, lejos del sol, en una sombra clara. Al oírte recordaba el sabor de la tuya, de tu sombra, y de su ausencia en mi boca y en mis manos, era un recuerdo premonitorio de lo que iba a suceder y sucedió. 

Tu carne y tu piel, Víctor, en esas cartas que me envías, con carne pero sin piel o con tu piel descarnada”. (La madeja. Cartas a un amigo.)