lunes, 15 de diciembre de 2008

El peletero/¿Quieres verla?



7 Julio 2007

¿Quieres verla?, me preguntó.

Con la más absoluta naturalidad del mundo, Mercedes me estaba preguntando si quería ver la cicatriz que la cirugía le había dejado al extirparle el pecho derecho.

Sí, le respondí confundido.

Y ella, tranquila y espontánea, se desabrochó la parte derecha de su blusa, se bajó el sujetador y se sacó la prótesis de quita y pon que llevaba.

Y allí estaba.

No existe otra palabra, ni se puede inventar ninguna metáfora, que consiga sustituir a “cicatriz”. La letra zeta que la termina ya de por sí lo es, la última del abecedario, restañando su cuerpo sin compasión desde el esternón hasta la axila.

Lo mejor que podía hacer era mantenerme callado. Y eso hice mientras miraba hipnotizado aquel valle en su carne.

Pero mi silencio no era lo mejor que podía ofrecerle. Sin preguntárselo ni pedirle permiso, le quité el resto de la blusa que le cubría el lado sano y desabroché su sujetador que cayó al suelo.

Ella no se inmutó ni me lo impidió, y con la misma tranquilidad me dejó hacer.

Así era ahora Mercedes, una de mis numerosas primas, hija pequeña de la hermana mayor de mi madre, una mujer de cuarenta y seis años, desnuda de cintura para arriba frente a mí, su primo, bastante más joven que ella.

Ambos en silencio. Yo desconcertado y deslumbrado, y ella valiente y orgullosa.

Al cabo de un breve rato que transcurrió muy lentamente, recogí el sujetador, le di las gracias y me fui.

No estaba muy seguro de qué era lo que acababa de suceder. Es difícil saberlo cuando acabas de contemplar el hachazo que parte a Dios en dos mitades asimétricas.

Porque ésa es la verdad, Dios puede que sea perfecto, pero seguro que es asimétrico.