miércoles, 4 de julio de 2012

El Peletero/El desierto


Hemeroteca peletera.

El desierto.

Yo también tengo mi Moby Dick al que persigo de forma compulsiva para que se me lleve a las profundidades como si fuera un pendiente o un sonajero, un simple adorno no más importante que una medalla de segunda clase.

El verano ofende, avanza, cada vez hace más calor y la humedad de Barcelona podría competir con la del Trópico. Hace dos meses y medio que no veo el mar y eso es mucho tiempo aunque ahora, la verdad, estará demasiado concurrido, ya se sabe que en nuestra época la felicidad tiene forma de playa caribeña o californiana, un desierto de arena longitudinal, un lugar inhóspito para cualquier pescador de hace tres décadas.

Mi felicidad, sin embargo, también se encontraba en una playa, estaba en Badalona y en Gavà, al Norte y al Sur de Barcelona, y en los pinares que bordeaban todo el litoral, un lugar demasiado sencillo para merecer la atención debida.

“En 1842, Herman Melville desembarco del ballenero en el que viajaba y se quedó en una de las islas del archipiélago de las Marquesas. De lo que allí le aconteció a lo largo de cuatro meses en los que fue rehén de una tribu de caníbales, se ocupó en un libro titulado Taipí. De lo que le sucedió después, cuando tras ser rescatado por otro ballenero, se vio obligado a vagar por los mares del Sur a merced de un capitán moribundo y de un segundo de abordo empeñado en no dar respiro a una tripulación famélica y enferma, trata este volumen que, aunque continuación del anterior, puede leerse independientemente. El retrato de sus compañeros de travesía, las observaciones sobre las costumbres de los nativos y colonos de las islas Sociedad y la narración de las anécdotas y aventuras diversas en que se vio involucrado pueblan unas páginas en las que un Melville todavía joven empieza a barruntar el infinito azar que se oculta tras la palabra destino”. (Herman Melville en los Mares del Sur, Omú, Herman Melville. M.G.T. El Páis, 4 de diciembre de 1999)

La panadería de toda la vida, en la que siempre compraba el pan, ha despedido a todos los empleados y ha cerrado. Me lo ha contado hoy uno de ellos, una chica pakistaní. Iba a preguntarle cómo son las playas de su país, pero no me he atrevido, he pensado que era una pregunta estúpida y que no venía a cuento.