jueves, 5 de marzo de 2009

El peletero/El ojo y el negro (8)



30 Noviembre 2007

Querida Silvia,

No soy yo el único que en ocasiones pierde la memoria por atender demasiado sus propios asuntos o los asuntos de los otros. Tú también olvidas aquello que has escuchado o leído.

Mi ramera negra se llama Silvia, como tú, y como la hija de Isaac y Sofía (*), su amada muerta en el parto.

¿Te acuerdas de Isaac? Él y yo éramos buenos amigos y aunque amaba a Sofía siempre se acordaba de ti. A la vuelta de cada viaje no olvidaba nunca regalarte algo insólito y bonito. Sofía se sentía celosa. No había razón para ello, ¿o sí?, al menos ya no cuando llegó Christian. Él sí supo mirarte de la manera que tú necesitabas.

Te envío una copia pequeña del desnudo que he pintado de Marta. Ya te puedes imaginar que tardé más de la cuenta en pintarlo, no podía, ni ella me dejaba trabajar como es debido. No es una queja, por supuesto que no. Me pasaba más tiempo en la cama con ella que pintándola.

Creo que ese es el camino adecuado. Siempre has tenido razón respecto a ella, al menos conseguiré que mi suegro no me haga pagar alquiler.

Marta es también una mujer inteligente y a ella no se le escapa que nunca llegaré a ser un buen esposo. Lo sabe y lo acepta. Y yo procuraré no hacerle demasiado daño.

Se lo he contado al párroco y me ha dado su bendición, quiero que sea él el que nos case. De todas maneras todavía no he hablado con su padre, no he pedido su mano ni nada de eso. También podría suceder que me mandase al diablo de una patada en el trasero. Pero no creo que suceda, Marta tiene más autoridad sobre su padre, que él sobre ella y no dejará que me rechace. Ella está organizando el encuentro que será pronto.

Con la Pietà y con ese nuevo proyecto de pintar a Ruth, he conseguido empezar a nivelar mis finanzas. Gracias a ellas y también a las cenas del párroco ya puedo comer dos veces al día.

Al menos Marta ha visto desnudo a un Teodoro con mejor aspecto y sin que se le marquen las costillas de tan flaco que estaba. Había pensado en pintarme a mí también junto a ella y componer la tabla que te conté, un Adán y una Eva expulsados del Paraíso. ¿Te parece bien?

Me preguntas por la pintura de Ruth. Cuando la pinté por primera vez de joven lo hice mostrándola triste en el momento de partir con su suegra (…) de Moab, su hogar y dirigirse a Israel, no sabiendo lo que allí podían encontrar. Dos mujeres solas, viudas y pobres, caminando por senderos peligrosos.

Esta vez quiero hacer todo lo contrario, la quiero pintar llegando a casa de Booz y siendo recibida por las mujeres de allí. Estoy cansado de pintar tristezas. Ruth es una mujer llena de coraje, valiente y alegre, que consigue encontrar al fin la compañía adecuada y que necesita.

Tienes razón Silvia, tú eres Ruth. Y aciertas también cuando afirmas que sólo sé ver lo que viene de fuera, y me comporto como un ciego con lo que tengo en casa. Tienes razón querida hermana, pero tú, ¿dónde estás?, ¿fuera o en casa?

Me has dejado a medias con Saverio. Así que el muy embustero tenía un pequeño retrato, que no me enseñó, de esa esclava que dice amar a causa de una mirada, de una sola mirada que apenas duró un instante, nada más.

¿Sabes lo que eso significa? Yo creo saberlo y seguro que tú también Está loco, completamente loco, es cierto, pero no me dirás que no es algo lleno de belleza.

Tú siempre has sido una mujer práctica y sensata, lo has sido por temperamento, capacidad y necesidad. Pero yo sé que eres mucho más inteligente que práctica y mucho más sensible que sensata. Por eso también sé que te conmoviste con su historia. Seguro que lo hiciste, sino no hubieras elegido a ese que es hoy tu marido para irte a vivir con él a otro país, al otro lado del mar.

Termina de contarme tu conversación con él. Ya debe haber llegado a España y espero recibir pronto noticias suyas.

Ya sé que recuerdas a Marta. Tú memoria de rostros siempre ha sido muy buena, pero han pasado bastantes años. Está bonita, ¿verdad?, me gusta su cuerpo porque no es perfecto.

Es una tontería, pero quiero pensar que la visita de Saverio ha desatado algún nudo, no sé cuál, pero en alguna parte había un nudo y ahora no.

Besa a mis sobrinos como sólo tú sabes hacerlo, diles que su tío Teodoro, que todavía no conocen, los quiere.

Tu hermano que también te quiere.

Teodoro.


(*) El peletero/El ojo y el negro (1)