miércoles, 25 de marzo de 2009

El peletero/Poesía fría-El primer paso (3 de 4)



29 Diciembre 2007

NADA

Fue una noche difícil.
No quiso irse a dormir,
prefirió afrontar aquella oscuridad, apenas iluminada por la calle.

Desde ella le llegaba también el ruido
y una esperanza incierta,
pero sólo abrió la ventana.

Y miró a través de su quicio el mundo accesible
y la aventura salvadora;
quizás debía huir y alejarse.

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Consiguió llorar, y desatar el nudo que lo ataba a un anhelo vano,
a un presente que nunca llagaba a ser pasado.

Debía perder el miedo, a la incertidumbre, y al fracaso.

Habría ahora de abrir la puerta y calzarse el mejor par de sus zapatos;
el camino, sin duda, sería ingrato.

Sin corazón que latir ni aliento que tragar, debería empezar a marchar,
pero primero había que abrir la puerta.

Y salir.

(“El cielo y el Polvo”, texto apócrifo perteneciente a las “Crónicas de los Reyes Mellizos”, rescatadas por Saverio Cuchiao di Tommasso “Il pellicciaio”)

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La nada tiene difícil definición. Y mucha más difícil solución, la nada siempre es un problema que no conseguimos resolver.

Únicamente podemos acercarnos a ella a través de la negación de algo, tratando de describir bien una ausencia.

Sin caer en la trampa del vacío, que no es más que una metáfora fácil.

Algunos idiomas de nuestro entorno, como el catalán, consiguen hacerlo así:

“No rès”, se dice, donde “rès” es la palabra latina res, rei que significa cosa, algo. “No rès”, es “no cosa”, “no algo”.

Los catalanes siempre dudan, hasta cuando aciertan, no así los castellanos, seguros y firmes incluso en el error.

Virtudes y vicios de mar y de tierra adentro, o vicios y virtudes de horizontes marinos o de mesetas interminables, de valles profundos entre montañas amuralladas, donde quizás algún que otro río lo atraviesa como una herida.

Algo parecido sucede con el inglés y su “nothing”.

O el francés con su “no rien”.

Pero en descargo del castellano, la palabra “nada”, originaria del latín “nata”, que significa “nacido”, es claramente una contracción o una simplificación de “no nacido”.

El italiano, con su “niente”, “no ser” estaría a medio camino de ambos, del filosófico “no algo”, y del vital y tremendista “no nacido”, que casi nos evoca un aborto.

La nada entonces, sería algo que no ha conseguido serlo y se ha quedado en el intento. La nada es el aborto de aquello que quiso ser y no lo logró

Pero nosotros no somos lingüistas, apenas filósofos de bolsillo, de usar y tirar.

Poca cosa, casi nada.