miércoles, 1 de julio de 2009

El peletero/Glosas: Conversaciones con una lagartija (6)



30 Junio 2008

9 de mayo

Me preguntas por esa costumbre humana del baño y te cuento que el baño conjunto es uno de los juegos eróticos más habituales y más buscados. Después del placer sexual es un magnífico lugar para relajarse y entablar una conversación íntima rodeada de la calidez y la humedad del agua. Ese tacto suave afloja el espíritu y propende a los amantes a confesarse verdades.

Ese Aguador que busca el Gordo en esas cajas guardadas no es exactamente el que se ha publicado. Es fácil confundirse, pero no lo es, al menos eso creo. Él recuerda haber leído algo cuando empaquetó las cosas de su “Viejo profesor”, un sabio loco que murió de frío en un patio trasero. ¿A qué asocia ese texto vagamente recordado? Quizás no lo asocia desde el punto de vista argumental o tal vez recuerda a Mercè, la amiga de Veni, esa mujer tan guapa y con aires orientales, o simplemente recuerda el tono, la atmósfera que en él hay como contrapunto, por puro contraste.

El Gordo necesita hacer algo por sí mismo. Él empaquetó esas cajas y las guardó. Lo hizo solo, como si fuera el mismo Edmon Dantés carreteando el enorme tesoro encontrado al escaparse de If mientras simulaba estar muerto. El Conde de Montecristo también ha recibido el secreto de un viejo agonizante en una de las mazmorras del sombrío castillo de If, terrible nombre ése de la isla.

Te transcribiré parte de una respuesta mía a uno de los comentarios que mis inteligentes y amables lectoras se esfuerzan en escribir. Decía yo mismo: “Todo se puede obtener con dinero, absolutamente todo, excepto aquello que solamente puedes y debes hacer tú mismo. Ese es el límite de la economía, sea monetaria o de intercambio.

En esa tesitura se encuentra El Gordo. Puede pagar para que lo laven y aseen, para que lo transporten borracho, puede pagar para obtener sexo, cualquier cosa que podamos imaginar se puede conseguir con dinero. Puede incluso pagar para que alguien mate por él. Se puede pagar por las cosas más atroces y más sublimes. Pero no puede pagar para que alguien suba esa escalerilla y rebusque entre unas cajas una perla envuelta entre cestas de nácar. Alguien puede escribir cartas por ti, pero nadie puede besar por ti. Por eso y en eso, descubre la poesía. La descubre entre un mundo de ruinas grises, pero la poesía no es gris, o no es únicamente gris.”

¿Si lo fuera sería un contrasentido? No estoy seguro de ello.

Cuando el Gordo encuentra ese “Aguador” y lo lee, tiene la misma sensación que Greta, (The Dead) al bajar las escaleras de la casa de sus ancianas amigas y oír “The lass of Aughrim”. El recuerdo de Greta es exclusivamente de ella, el del Gordo no lo sabemos con exactitud. Quizás también es un recuerdo prestado, ajeno, pero recuerdo al fin y al cabo. Es una idea sugerente esa del recuerdo prestado, creo que todos tenemos más de uno y no lo sabemos. Pero el Gordo no tiene ningún esposo ni ninguna esposa para contarle su intimidad como Greta, que le cuenta a su esposo Gabriel el secreto de sus días y el de su juventud, el de toda su vida. Greta es una mujer afortunada, igual que Brigitte y Natalia, las tres tienen a alguien con el que pueden mostrarse desnudas. Yo te tengo a ti, mi bonita lagartija y tu me tienes a mí, ambos estamos desnudos, uno al lado del otro, y nos gusta mirarnos por el simple placer de hacerlo. Eres muy hermosa, ¿los sabías?, me respondes que no, que no lo sabías y que tampoco sabes qué significa ser hermoso. Te digo que una de las condiciones necesarias para serlo es ignorar que lo eres.

Tensas tu cuerpo y vuelves a colocarte en paralelo conmigo y me preguntas si las aventuras del Gordo continuarán. Te respondo que no lo sé, pero que ése es un buen final para toda esa historia en la que por primera vez demuestra ser alguien débil. ¿No te parece que es así, mi bonita amiga?

2 Julio 2008