miércoles, 23 de julio de 2008

El peletero escapado



20 Septiembre 2006

Recuerdo el principio: un Lancia Aurelia sport B24 recorriendo a toda velocidad las calles absolutamente vacías de Roma, un 15 de agosto en alguno de los primeros años sesenta del siglo pasado. Lo conduce Bruno Cortona, un hombre de mediana edad, ansioso por encontrar un estanco abierto y un teléfono público.

Pleno Ferragosto, al deportivo de Bruno le chirrían las ruedas mientras atraviesa veloz una Roma abandonada. Todas las rejas están echadas y todas las puertas cerradas, mientras tanto, el sol ilumina cruel todos los rincones, obligando a las ratas y a los gatos a esconderse debajo de algún adoquín.

Mas tarde, Bruno Cortona se encuentra con Roberto Mariani, joven y tímido estudiante, que solo y aburrido, se halla en su apartamento romano preparando sus exámenes. La fatalidad los une y la fatalidad los lleva a emprender, también como los demás, la huida.

El resto lo recuerdo confuso, deshilachado. Una playa llena de bañistas. El mar, alguna radio emitiendo canciones del verano: “Saint Tropez Twist” de Peppino di Capri. “Guarda come dondolo” de Edoardo Vianello. Una ex esposa y una casi ex hija. Y llenándolo todo, las palabras de Bruno, un manantial inagotable, una lluvia torrencial. Y entre ellas, aprisionado entre cada sílaba, entre cada letra, el pobre Roberto y su indecisión y rubor.

Recuerdo también el final. Una carretera estrecha llena de curvas y el bello Lancia sorteando imprudentemente automóviles y camiones. Tras uno de ellos la muerte. La muerte de Roberto y la mirada ciega de Bruno mirando como se llevan el cadáver y el Lancia.

Sólo el suicidio de Steiner y la muerte de sus hijos por su propia mano, en “La dolce vita” me sorprendieron tanto como esta muerte de Roberto en “Il sorpasso”.

Steiner, amigo de Marcello, intelectual, hombre culto, refinado, al que le place y consuela oír sonidos grabados de la naturaleza, como el viento o la lluvia. Steiner, músico que se deleita interpretando a Bach en una iglesia vacía, sólo para sus oídos delicados. Steiner, hombre sabio, que sólo sabe responder a las preguntas que lo atormentan matando a sus hijos y luego matándose él. Pobre Marcello, se siente algo culpable, piensa que tal vez lo podía haber evitado.

En cambio, Bruno no siente nada todavía, sólo sabe ir rápido en su automóvil y en su vida sólo sabe desear estar en otra parte. ¿Cómo es que ahora, maldita sea, alguien le está pidiendo que se quede y haga algo más?, ¿no saben que tiene prisa?