jueves, 15 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (18)


25 Junio 2010


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

18. La realidad y la escalera.

Desde Demócrito, y quizás incluso desde antes, existe una intuición que considera que la realidad es el orden de sus partes. En el mundo del arte los mismos impresionistas, no inventando nada nuevo, teorizaron la idea dotándola de legitimidad hablándonos de la “impresión” de la luz en sus pinceladas, y los estructuralistas la quisieron perfeccionar afirmando que esa estructura preexistía a la experiencia, y que no era más, decían ellos, que el “efecto de lo real”. Sólo eran juegos de palabras de filósofos que no sabían matemáticas.

Los físicos perfeccionaron la hipótesis convirtiéndola en ley científica con todas sus garantías. Efectivamente, la realidad, en sus niveles atómicos, está compuesta de pinceladas, de “paquetes” llamados quantums. Un quantum es una realidad sui géneris, con propiedades propias, exclusivas y ajenas a la cotidiana experiencia humana que no a su capacidad de comprensión. Todas las magnitudes que podamos medir, y que corresponden a los diferentes aspectos de su condición, se manifiestan en fardos, como si fueran una escalera y no una rampa, y así se expresan cuando se matematizan.

Las implicaciones ontológicas y epistemológicas que tales hechos tienen son mucho menores que las que algunos pensaron que tenían. Su error fue tan mayúsculo que incluso se llegó a negar la existencia de la propia realidad, usando, de manera muy apropiada un lenguaje ininteligible incluso para ellos mismos. Wittgenstein rechazó sus máximas anteriores considerando que la realidad no podía ser vista por sí misma porque no había ni podía haber percepción pura y primaria separada de la propia experiencia entendida como un filtro distorsionador. 

Paradójicamente tenía razón, aunque el error está en pensar que la “propia experiencia” sea ese elemento distorsionador cuando en realidad es todo lo contrario, es el elemento cohesionador. 

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18M
-“Y después continuabas citando a John Berger diciendo:

“El momento de gracia, si llega, es cuando te asombra descubrir que aquello que tu pincel acaba de añadir no es un color, no es ni siquiera un tono, sino una cosa, algo que la multitud, no ya una multitud sino una comunidad acoge y da un lugar. No puedes creer lo que ven tus ojos, o más bien, por primera vez sí lo crees: una cosa inexplicable hecha de colores que las palabras no pueden describir.”

Siempre quise ser tu hija, la que nunca tuviste, por eso me enamoré de ti, y hablar contigo de pintura igual que dos enamorados hablan de cualquier cosa, de fontanería o haciendo la lista de la compra, o, si me apuras, del color de mi falda, de aquél amarillo limón que tanto te gustaba mirar acompañado del blanco inmaculado de mi blusa almidonada.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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18H
-“En un viejo trabajo de Universidad resumiste así los diferentes rostros o definiciones de arte, parecían la letanía de una monja pecadora: 

El arte como procedimiento o medio, un instrumento para conseguir un fin. El arte como conocimiento, epistemología pura. El arte como trabajo, como labor útil. El arte como juego, eufemismo de la fantasía y la creatividad en la mentalidad posmoderna, derivándose el juego como forma y sistema de conocimiento. El arte como experiencia, en él se refleja el conocimiento acumulado. El arte como afirmación de la propia personalidad, casi como una terapia psicológica. El arte como imitación de la realidad, es la acepción más clásica y la más evidente y notoria en el realismo. Arte como desvelamiento de la verdad, la propia, la del artista o la de otros. El arte como comunicación, el arte que expresa una experiencia o un presupuesto, una intención o un mensaje. El arte como producción y comercio, simple corolario del marco económico y social en el que se manifiesta. El arte autojustificado, que no necesita explicación ni excusa por y para existir. El arte como ideología, expresión de un grupo, tribu, estamento, casta o clase. El arte antropológico, casi folclore. El arte como arma revolucionaria, es limítrofe al ideológico. El arte pedagógico, las imágenes de los templos eran los libros de los analfabetos. El arte como imitación o el arte como concepto o idea. 

Y, para terminar, el arte como expresión más verdadera de la secreta personalidad del melón, de su forma y de su color.

Me apabullaste y cuando eso me sucede me entran unas ganas locas de besar a mujeres guapas, y tú eras la más guapa que había conocido... hasta entonces.” (El hilo. Cartas a una amiga.)