viernes, 12 de noviembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (53)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

53. Pico Della Mirándola.

En una línea diferente de pensamiento deberíamos incluir a Pico Della Mirándola cuando afirmaba que el ser humano “es el artífice de sí mismo”, que logra ser todo aquello que se le antoja, y que no siendo de este mundo ni de ningún otro puede, si así lo desea, construirse y dotarse de la forma que prefiera. El hombre parece no ser nada, y por ello consigue serlo todo porque todo está a su alcance, en la palma de su mano, que con el ojo y la boca son las dos mejores metáforas morfológicas de su ser.

Casi parece, en el sentido del capítulo anterior, un elogio a la mentira.

Eugenio Trías, en su “El artista y la ciudad” considera que los asertos de Pico se contraponen a los de Platón. Trías dice que: “todos los argumentos que avalan el decreto en virtud del cual Platón decide expulsar al artista de la ciudad son esgrimidos por Pico como pruebas de admiración y maravilla de esa criatura, el hombre, que basa su dignidad en eso mismo que era para Platón iniquidad. Si el artista mimético era expulsado por razón de sus metamorfosis, por razón de su incapacidad para asentarse en un lugar, para adecuarse a un oficio o actividad, para definirse según un determinado patrón de identidad, ahora, todas estas razones de expulsión son, para Pico, razones de incorporación. Son inclusive algo más: eso que hace del hombre el ser supremo de toda la creación.”

Hoy en día leer la frase “Ser supremo de toda la creación”, produce una sonrisa algo avergonzada cuando constantemente nos hacen ver la escasa diferencia genética que existe entre una mosca y una persona, arguyendo exclusivamente la cantidad, el número similar de genes que cada uno posee, y olvidando que aquello que separa el agua del hielo es un solo escalón.

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53M
-“Querido Víctor, Platón era uno de nuestros grandes temas de debate en el que ambos estábamos casi siempre de acuerdo, aunque yo nunca era tan drástica como tú, me gustaba pensar que podía haber cosas perfectas en un mundo perfecto, más allá del nuestro. Me sorprendió la primera vez que te oí decir que el famoso mito de la caverna y la acepción popular de la palabra “apariencia” eran una buena manera de disculpar nuestros errores y escasas virtudes, afirmabas irónico que no podemos acertar si la misma realidad se nos esconde.

Tú preferías la segunda acepción, la de “aparecer”, por eso te gustaba la pintura.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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53H
-“Querida Verónica, me dijiste un día que todas las ciudades con mar terminarán inundadas y medio sumergidas en las aguas, devendrán entonces perfectas, decías. Es cierto, navegaremos y veremos las casas desde unas góndolas celestiales como las que dibujó Moebius. Yo remaré y tú me mirarás remar, pensarás que estás en Venecia y sólo estarás muerta. 

Mi muy amada amiga, de Venecia no se puede decir nada más, de momento. Está tan viva como el cadáver incorrupto de un santo, y a no ser que resucite como Lázaro tendremos que esperar a que se petrifique como Pompeya para volver a hablar de ella, ¿no crees?”. (El hilo. Cartas a una amiga.)