Hemeroteca peletera.
La fauna peletera.
Siempre he sido amante de los mapas y de los globos terráqueos, de los planos de ciudades que no conozco o de otras que ya han desaparecido sepultadas por el lodo como Babilonia, “Bab Ilum”, la puerta de Dios.
En una pared de una casa tenía un viejo mapamundi político con los países coloreados.
Una vez, en mi primera juventud, recorté con unas tijeras un adhesivo transparente de color rojo pasión con el perfil de Catalunya -el mismo rojo de la cortina de la bañera que no me he comprado y que espero que mi novia me regale algún día-, y lo adherí encima para diferenciarlo de España y simular de esa manera que era un país independiente aunque fuese solamente en un mapa.
A su lado había otro atlas, en blanco y negro, de los pueblos indígenas de Norteamérica, desde Alaska hasta la frontera de Colombia, desde los mayas hasta los pies negros algonquinos. Y en otra pared de otra habitación de otra casa una carta marina del Cabo de Creus junto al plano de la Barcelona preolímpica.
Entre ellos guardaba uno, plastificado y enmarcado, de la fauna peletera de la antigua URSS que adornó durante muchos años un recibidor. Me lo habían regalado en alguna feria peletera. Tenía un buen tamaño y todo el mundo que lo veía se quedaba consternado como si en su cerebro se hubiera producido alguna clase rara de cortocircuito.
He esperado hasta el último día para deshacerme de él y abandonarlo al lado de un container municipal de la basura.
Nada más depositarlo en el suelo se me acercó un hombre joven marroquí, se lo quedó mirando embelesado, me preguntó si lo tiraba, le dije que sí. Se mantuvo pensativo unos segundos contemplándolo, absorto. Le pregunté si lo quería, me respondió afirmativamente. Le pedí que antes de llevárselo me dejara fotografiarlo. Se fue a buscar a un amigo que estaba charlando con otros. Mientras hacía la foto llegó con su compañero, se lo mostró complacido, ambos sonrieron satisfechos.
Les pregunté que para qué lo querían. Para venderlo, me respondieron, tenían una parada en el mercado de los Encantes viejos de Las Glorias.
¿Sabéis que es?, les pregunté.
No lo sabían. Se lo expliqué.
¿Es antiguo?, me preguntaron.
Sí, muy antiguo, les dije, muchísimo. Y se lo llevaron.
-----------------------------------------------
“La Rusia histórica, el antiguo gran ducado de Moscovia, equivale sólo a doce de los treinta y cuatro distritos administrativos antes citados. Muchos de los habitantes de las repúblicas autónomas pertenecientes a la federación a menudo ni siquiera saben hablar ruso; basta con una visita a Yakutia para comprobarlo. Y, sin embargo, en las tierras de los yakutios —un territorio bastante más grande que el de Europa— se encuentran los más importantes yacimientos de oro y de diamantes, que continúan en poder de Rusia. No es de extrañar, pues, que los yakutios protesten; son algo más de un millón, su país es de una pobreza estremecedora, pero sus sentimientos nacionalistas están ya muy fuertemente desarrollados. Y éste no es más que uno de los muchos conflictos que sacuden a la República Rusa.” (“Mientras existían los soviets”, Ryszard Kapuscinski. La Vanguardia de Barcelona, 24 de noviembre de 1.992)
-----------------------------------------------
Mi mapa de la fauna peletera de la antigua URSS era feo y kitsch, pero cada vez que lo miraba con atención y cuidado aprendía alguna cosa nueva y necesaria que antes no sabía que no sabía.