viernes, 2 de enero de 2009

El peletero/Una muy breve y parcial historia del desagüe



16 Agosto 2007

“Lo real es sólo la base. Pero es la base”.

(Wallace Stevens)

San Calixto da nombre a unas famosas catacumbas de Roma. Sus paredes, excavadas como pozos, están llenas de nichos para dar secreta y cristiana sepultura a los difuntos.

El convento de los Capuchinos de Palermo tiene el insólito gusto de conservar en hornacinas y vitrinas una muy completa colección de cuerpos y restos humanos, algunos embalsamados. Todos ellos vestidos para el trance del entierro, en el que no existe ningún protocolo que indique qué clase de vestimenta es la necesaria y adecuada para esa ocasión tan especial.

En Barcelona se puede ver el mar desde algunas de las laberínticas calles del cementerio de Montjuich, (Monte de los judíos).

La vista es espléndida, a un lado la ciudad, al otro el mar, y entre ambos el Campo Santo en las alturas.

Entrando por el sur y desde la carretera de la costa, antes de llegar a L’Hospitalet, la montaña judía queda a nuestra derecha, y vista desde allí parece una acrópolis griega, y sus paredes rebosantes de nichos unas ciclópeas murallas.

Pero Barcelona no es Atenas y mucho menos Roma con sus siete colinas.

Desde el Tibidabo, la otra montaña de la ciudad, más alta que la de los judíos, dicen que en días claros se puede llegar a vislumbrar la isla de Mallorca, donde vivió durante un breve tiempo Chopin y su amada George Sand, y durante muchos años el poeta Robert Graves. Pero el espectáculo no es ése ni tampoco el vetusto parque de atracciones con sus autómatas que te adivinan el futuro y su castillo de la bruja. El verdadero espectáculo es contemplar las calles paralelas del “eixample” barcelonés, apuntando perpendiculares y directas hacía el mar.

Cada una de ellas montada en su correspondiente “rambla”, desagüe de aguas de lluvia y de humedades telúricas, todo un océano, que antes afloraba sin pudor a la superficie y ahora debe esconderse por entre las porosidades de un subsuelo no del todo libre de terremotos, y mucho menos de corrimientos o deslizamientos de tierras.

La red de cloacas municipales intenta imitar a esas ramblas, desahogándose la ciudad en el mar, vaciándose en él. Limpia y purificada de hedores y mugres gracias a la buena red de colectores, que al igual que unas buenas compresas retienen la sangre muerta.

Pero el Tibidabo empuja, y si no empuja, resbala.

Y pronto llegará al mar estrangulando a la ciudad.

Decir “pronto”, por supuesto, no significa antes de 50 millones de años. En el transcurso de todo ese tiempo cabe esperar que los mamíferos de los que formamos parte, hayan encontrado y aportado a la cadena evolutiva una “cuarta solución” al diseño de las vías de salida, y a veces también de entrada, del cuerpo de sus hembras. Pues Barcelona es una hembra. No sé exactamente de que especie es, pero loba como su compañera romana seguro que no.

Hemos de recordar que, dejando la boca aparte, hasta el día de hoy son solamente tres los diseños de desagüe en activo.

¿Sólo tres?

Monotremas, marsupiales y mamíferos placentados.

En los monotremas los úteros, la vejiga urinaria y el intestino desembocan en una cloaca. Una sola salida común en la que tanto los huevos y todos los sólidos y líquidos del cuerpo salen por el mismo conducto, la "cloaca".

En los marsupiales, el canal del intestino se ha independizado de la cloaca a la que todavía van a parar los úteros y la vejiga, siendo así que las crías y la orina salen por el mismo orificio.

En los mamíferos placentados el intestino, el útero y la vejiga han conseguido tener cada uno su propia salida, desapareciendo así la cloaca propiamente dicha, aunque la “vulva” no deja de recordárnosla y ser ciertamente un… vestigio.

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Cada año el mar se come un poco más de playa y los crematorios de los Servicios Funerarios trabajan más intensamente.

Ése es un humo que nadie ve y nadie huele. Es el más higiénico dicen.

Lo peor es que tienen razón.

“La poesía es un remedio contra la pobreza, la mudanza, el mal y la muerte del mundo. Es un presente que se perfecciona, una satisfacción en la irremediable pobreza de la vida”.

(Wallace Stevens)