Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
85. La cámara y la linterna.
El mundo antiguo miraba hacia fuera y el mundo moderno lo hace hacia dentro usando ambos metáforas técnicas opuestas, no sólo entre sí, sino también supuestamente contrarias a su propósito.
Eduardo Subirats nos cuenta la tremenda dimensión de tal paradoja al señalar las diferencias entre la cámara oscura y la linterna mágica. Nos dice: “Técnicamente hablando, la “lucerna magica” es un dispositivo diametralmente opuesto a la “camara obscura”. Ésta define el espacio interior en el que se imprimen las imágenes del mundo exterior. Su principio es reproductivo. La “camara obscura” constituye en este sentido una réplica mecánica del ojo humano. La “lucerna magica”, por el contrario, obedece a un principio proyectivo. El sistema en cuestión arroja hacia un espacio exterior y vacío los “fantasmas” y “simulacros” creados artificialmente en el interior de un sistema de lentes ópticas dotado de una fuente autónoma de luz.” (“Linterna mágica”, Eduardo Subirats)
De todo ello nace la fascinación que ejercen en nosotros las artes proyectivas, el cinematógrafo, la televisión y la imagen digitalizada en la pantalla del ordenador, todas ellas verdaderas ilusiones de una nueva magia que simula, mejor que cualquiera de las anteriores, la realidad. El efecto en los seres humanos es demoledor y casi siempre perverso. La sala oscura del cinematógrafo es la nueva cueva de Platón, al final deberemos darle la razón y proclamar que estamos encadenados y sólo vemos sombras de algo que jamás se nos dará ver.
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85M
-“Querido Víctor, recuerdo perfectamente a mi profesor y a su jilguero enjaulado. Era un hombre muy obeso y descomunal y daba clases de arte medieval, le gustaba la simbología que llenaba todo aquél mundo, joven y antiguo al mismo tiempo, para él todo era un nudo. Nos leía poesía y nos hablaba de amores galantes y no demasiado consumados. Hacía ironía de su enorme y gigantesco tamaño y, quizás por eso, escribió un libro sobre la “invisibilidad” en la que los innumerables protagonistas eran todos fantasmas en una niebla permanente y fría.
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85H
-“Ya sabes, querida y amada amiga, que la poesía o es buena o es mala, no hay término medio. Ella no tiene calificativos fuera del sí o del no. Eso es lo que siempre supieron tu profesor obeso, mi tio Gregorio y mi abogado gordo, pero el pubis mal depilado de una de sus damas les hizo dudar como a un par de adolescentes.
Sin embargo, entre su gordura y su sabiduría siempre había un muchacho de extraña delgadez, duro, enjuto y reseco y que parecía no tener nunca frío.