viernes, 6 de marzo de 2009

El peletero/El no a las niñas



3 Diciembre 2007

Para:

Mi bisabuela Encarna, a la que pintaban desnuda pintores importantes. Para todas mis otras bisabuelas. Para Rosita, mi abuela maña, que abortó y parió veintitrés veces. Para Carme, mi otra abuela a la que nunca conocí, también para Victoria, la madre de Gregorio, Rafael y Emilio. Para Bienvenida, mi madre, que sólo nos parió a dos y que ha sido la niña-mujer más bonita y dulce que jamás he conocido. Para mis tías María, la morena y también para mi otra tía María, la rubia. Para las demás tías, Miracles y Encarna, Angeleta, Conxita, Pilar, Assumpta y Hermínia. Para mis primas Maria Rosa, la mejor cantante de toda la familia, para Mercè, la mujer más hermosa del mundo con un solo pecho, más hermosa que la mayoría que tienen dos. Para Herminieta, Carme y Teresa . Para mi otra prima Carme, la hija de Assumpta, para Pilar, para Glòria, la más guapa de todas y casi novia de mi hermano. Para Marta y Silvia, guapísima, con su hermoso rostro moreno de india americana y que murió sola. Para Rosa Mari, la primera mujer a la que le pedí que se acostara conmigo con apenas cinco años los dos y que me dijo que sí, para María dels Àngels, con la que siempre me peleaba, para Jordina, mi garbancito, la prima que más he querido. Para Montserrat, trigueña, bella y deliciosa. Para aquella peluquera de mi madre que no se depilaba las axilas. Para una pescadera que al agacharse enseñaba todo el escote y mucho más. Para aquella profesora de francés de apellido impúdico, para otra profesora de inglés que siempre llevaba minifalda y que no paraba de reír. Y otra más de francés a punto de jubilarse. Para mi vecina Angelina, y para la del segundo segunda, y también para Ivette, del piso de arriba. Para Griselda, mitad barcelonesa y mitad parisina. Para aquella Esther, feúcha de cara pero mórbida de cuerpo y que a mí me gustaba tanto. Para Mari Carme, mi primera psicóloga loca. Para otra Carme, que nos limpiaba el taller y que de pequeña besó al President Macià. Para Luz, Ana Mari, Julia, Carme, Beatriz, Anna, Guillermina, Marta y Glenny. Y también naturalmente, para Meyri, la novia de mi padre. Para María, “la pequeña”, para Susy, y para Lluisa. Para la compañera de Juan, aquel amigo de Córdoba y para Paulina, y para Isabel, de la que todos estábamos enamorados, para su amiga Montse que prefirió casarse joven y que siempre se despertaba abrazada a mi, y para otra Mercè de cabellos rizaditos y para todas aquellas que deambulaban por allí, algunas estudiando y otras no, como Irene, el mejor trasero de la Universidad y las tetas caídas más sexis que jamás he visto. Para aquella muchacha sevillana que me miraba tierna y me cogía de la mano. Para mis niñas de La Coctelera. Para Aleka, y para las primas de Christos, para la panadera de Kastoriá y para las camareras de la Hudson’s Bay, para las secretarias de Milton y de Iván, una inglesa y otra sudafricana. Y para María, la esposa de mi mejor amigo, Xavier, toda una mujer, incomparable y deseable. Para Antònia, especial, única, también incomparable. Para Margarida, la esposa de mi amigo más antiguo, Jordi, y para Pilarines, seguramente la mejor de todas. Para las putas del Tsamis. Para aquella Conchi de pechos enormes, y para aquella otra Conchi en plena crisis de los cincuenta y para otra Conchi gordita y experta. Para Dunia, la más linda y melosa, para Verónica, la mejor rubia, para Anna, pequeñita y medio lesbiana y para la esposa del hermano de otra Mercè, otra rubia perfecta. Para Mònica, otra rubia más aunque menos perfecta. Para Gemma, economista y morbosa. Para Helena, la más fea de todas y para su amiga Charo de tetas grandes y una pequeña cicatriz en la cara, y para Carmeta, una maña fina y dulce. Para otra Julia muy lejana en el tiempo. Para Bea, la hermana de Benito. Para mi otra vecina del tercero primera. Para mis cubanitas Fanny y Odalis y para Giselle, que tiene la capacidad de adivinar el futuro, y la perla rosada y encapuchada más grande y más bonita que he visto. Para Piedad, para Dorys y para otra Rosa Mari más, estas tres últimas casi cuñadas. Para Diana, atractiva, judía, delgada y con los labios más mórbidos y más adecuados para besar. Para Chus. Para Kenia, otra panadera más. Para aquellas italianas a las que dimos plantón en Atenas, y que me llamaban cariñosamente “garibaldino”. Para las Napolitanas gruñonas y sobradas de delanteras, todas ellas clones de Sofía Loren. Para Pili, estudiante de medicina y de inglés. Para Erika, la amiga de Merceditas. Para Inma, profesora de arte contemporáneo. Para aquellas dos rubias con las que cartografié casi una calle entera de Barcelona. Para Cristina que creía en fantasmas y en el poder de las piedras y en la filosofía oriental. Para Estrella, maquilladora. Para otra Montserrat. Para Susana. Para Menchu. Para las modelos de Raventós. Para nuestras propias modelos. Para las modelos de los desfiles que habías de desnudar y vestir. Para las putas de Bruselas y para las de Estambul. Para las musulmanas de Jaipur y para las Nubias del Cairo. Para todas aquellas mujeres esculpidas en las piedras de Khajuraho. Para las azafatas de Olimpic Airways. Para aquella inglesa del Hotel Amalia de Atenas. Para Guadalupe, tan bonita y tan tonta. Para otra Rosa, medio antipática. Para todas las demás del Sansón. Para Carolina, otra peluquera guapa. Para aquella camarera siciliana, para aquellas dos conocidas que iban a comprar un perro a Londres. Para Celeste, guapísima, espectacular, simpática, sincera, argentina, rubia y también puta. Para Irene, la hija de María, para Tanit, la hija de Margarida, y para mi hija Julia, la hija que jamás he tenido y jamás tendré. Para la Virgen María, para la Verge de Montserrat, para Santa Magdalena, para Santa Rita y para Santa Eulàlia.
Para Agatha y para Claudia.

Las niñas de mi vida.

Lo fueron, lo son y lo serán

Para todas ellas, y para algunas más que no tienen, o no recuerdo su nombre, o a las que ni siquiera se lo llegué a preguntar, o ellas no quisieron dármelo.

Amén.

Per a totes vosaltres, el millor que os puc regalar és un bon adéu.

Si em dius adéu,
vull que el dia sigui net i clar,
que cap ocell
trenqui l'harmonia del seu cant.

Que tinguis sort
i que trobis el que t'ha mancat
en mi.

Si em dius "et vull",
que el sol faci el dia molt més llarg,
i així, robar
temps al temps d'un rellotge aturat.

Que tinguem sort,
que trobem tot el que ens va mancar
ahir.

I així pren tot el fruit que et pugui donar
el camí que, a poc a poc, escrius per a demà.
Què demà mancarà el fruit de cada pas;
per això, malgrat la boira, cal caminar.

Si véns amb mi,
no demanis un camí planer,
ni estels d'argent,
ni un demà ple de promeses, sols
un poc de sort,
i que la vida ens doni un camí
ben llarg.

(Que tinguem sort, Lluis Llach)


Adéu.