miércoles, 6 de mayo de 2009

El peletero/El blog apócrifo de María (3 de 7)



12 Marzo 2008

Si Enrique nunca supo de qué le hablaba, yo tampoco lo tenía nada claro. Además, las palabras que necesitaban ser dichas, necesitaban ser interpretadas a dúo y allí la única que hablaba era yo. La decisión no fue fácil, pero lo eché de casa.

Como en la política, quizás todo debía de cambiar para que todo siguiera igual, pero tardé años para llegar a eso.

Le dije que se fuera y no me entendió, así que tuve que “echar” mano del teatro y escenificar una escena con símbolos visuales. Hube de “dramatizar” el acontecimiento y convertir la expulsión en un “acto de magia”, que es la forma sofística de llamar a una disciplina muy antigua, pero que ahora, en las universidades modernas, se llama “psicología profunda”. Tiene la fuerza de la hipnosis sin tener que forzar ninguna voluntad. Pero es doloroso.

Los detalles de mi separación solamente los conocemos tres personas. En realidad dos, porque Enrique ni se enteró demasiado ni tampoco creo que recuerde mucho de ella.

Una soy yo y la otra es alguien con tendencia a la gordura pero que prefiero no nombrar. Una vez utilicé sus servicios y he de confesar que jamás me han servido tan bien. Pero es mejor no tener que necesitarlos de nuevo. Cuando has hecho uso de ellos es muy difícil y laborioso despegarte luego de un temor extraño, de una sensación de permanente amenaza.

A Enrique lo eché, pero hube de seguir manteniendo con él las relaciones y contactos necesarios por el interés y el beneficio de nuestros hijos.

Estuvimos separados y divorciados 9 años, los que transcurrieron hasta la mayoría de edad del niño y algunos más para la recomposición de los nuevos roles y pactos. En ese tiempo hicimos el amor en alguna que otra ocasión. ¿Por qué?, por qué no.

Esos nueve años de divorcio fueron difíciles. Fueron años en los que al principio, yo me rompía cada 8 ó 12 meses. Me rompía la cara y el corazón. Me los rompía yo sola, o me los rompían los demás, a bofetada limpia o con toda la sangre de sus corazones. Luego me fui haciendo más elástica, empecé a doblarme sin romperme.

Me fui varias veces. ¿A dónde?, no sé, creo que lejos. Sería quizás más apropiado decir que me perdí, pero no es cierto, no me perdí, sabía a dónde iba. Creo que lo sabía en el momento, pero me cuesta recordar todas aquellas cosas. Incluso recuerdo algo de un matrimonio, juraría que me volví a casar con alguien que no era Enrique, pero no estoy muy segura de ello. Evidentemente podría saberlo, pero me niego, no quiero remover todo aquello. Esas cosas las lleva mi abogado y yo me desentiendo.

Creo recordar que también me enamoré, aseguraría que un par de veces, pero no lo puedo confirmar. Dos veces ya me parecen muchas, demasiadas. Quizás fue solamente una. A ésa tal vez pertenecen los recuerdos que conservo. Y cartas, muchas, ¿de dónde salieron tantas?

“…eso también forma parte del amor, de esa dulce envoltura, de ese nuevo vestido que nos abriga y que encontramos tan hermoso y confortable, y que curiosamente sirve tanto para el verano como para el invierno. No quieras ser un Fórmula 1, ni un tractor, ni una bicicleta, ni un patinete. Igual que tú de mí, yo sólo quiero que seas María. Esa María que le da vueltas y vueltas a su “soledad” o a su “no soledad”, y que intenta explicársela a un tonto como yo. Esa María que descubre que se le derrumban los ideales del amor y de la masculinidad en un hombre del que ha tenido dos hijos y también los de apoyo y solidaridad por los cuales ella estaba dispuesta a dar su vida por él, esperando naturalmente, que él también diera la suya por ella. Yo quiero a esa María que asume que es humana, ignorante y débil, que pide ayuda sin vergüenza y a esa María “especial” y un poco tonta a la que no le gustan los mocasines blancos. Y a esa María que establece relaciones con las personas a través de sus palabras. Ya somos dos, tú y yo. ¿Nos hemos de preocupar? ¿Es una perversión de nuestro carácter? En todo caso a mí me ha sucedido igual que a ti y además me gusta que haya sido así. Somos seres especiales.

Quiero a esa María que dice que me otorga poder sobre ella para ser una fuente de amor, apoyo y consuelo y lo dice como si estuviera delante de un notario. Lo firma, lo rubrica y ordena que se cumpla. Esa María que dice esas cosas es mi María y que las dice de esa manera, alambicadamente poética, con esas construcciones gramaticales que solamente un (…) es capaz de hacer. De acuerdo, yo lo firmo y lo rubrico también.

María, óyeme bien, o en todo caso, léeme con atención, acepto el reto y la responsabilidad con la que me invistes. A ella, o a ti, solamente impongo una condición, con la que seguro estarás de acuerdo, pido el mismo trato. No por justicia económica, no, únicamente porque yo también necesito recibir ese apoyo y ese consuelo. Necesito que tu poder sobre mí sea una fuente de amor inagotable. Quiero beber de ella, de esa fuente, quiero beber de ti, mi sed es enorme, soy insaciable. Metafórica, sentimental, emocional, psicológica y físicamente hablando quiero que me des de beber. Tengo sed. Mucha sed y toda esa sed es de ti. Quiero beberte entera María, quiero ser tu caníbal, quiero devorarte.

Soy un hombre de (…) años que te pide que le des esa leche que mana de tus pechos. Sí, te lo pido sin vergüenza, sin rubor y sin pudor, dámela, la necesito para vivir. Pero ten en cuenta que te lo pido de pie, no me arrodillo ante ti, no agacho mi testa de toro. La cabeza alta y la mirada arrogante y segura. Como aquel pastorcillo que no se inclinaba ante su reina porque él sabía, sin necesidad de llevar corona, que él también era un rey. Como tú una reina.

Te he escogido a ti, como tú a mí. Tómame, cómeme pues también tengo carne y bébeme que no me faltará leche para ti. Sí, ésa que sale de mi lanza, ésa es tuya también, bébela mi reina, ella te dará fuerza y honor, ella te alimentará, te hará más fuerte y mis palabras te harán más sabia. Yo te puliré como el oro, serás dura como el acero. Eres de color de la madera y hueles como huelen los bosques de tu país. Eres salvaje y estás hambrienta, ven, ven a mí, acércate y muérdeme. Arráncame los miembros y muéstralos a los demás como tu triunfo. Eso soy y eso eres, un triunfo. En él me monto y en él cabalgo contigo.

La Victoria tiene piernas y también alas. Incluso a veces aletas. Trota, vuela y nada, es difícil de llevar porque es poderosa y tan hermosa como tú. ¿Quieres montar conmigo esa cabalgadura, mi vida?

Te amo total y absolutamente".