miércoles, 1 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (38)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

38. La Arquitectura

No obstante, el paisaje no es sólo “campestre”, es también urbano, la arquitectura es toda ella consecuencia del “Templo”, es un Cosmos en si misma, es la mejor obra del ser humano, en ella está contenida su mente, el cerebro del Rey. 

Ni las obras literarias, ni las musicales ni tampoco las pictóricas, alcanzan su grandeza, no hay nada que se pueda comparar a la obra magna de un edificio, un templo, una tumba o una tienda. 

“L’arquitectura és ben segur l’art més mental al ser el més simbòlic i també el menys fàcilment evocador al no tenir referents clars a la natura tret de les coves i els úters.

L’arquitectura ordena i dona sentit a l’espai que ens envolta i conté i al fer-ho ens ordena a nosaltres mateixos donant-nos el significat que ens falta per ser humans. La casa sempre està feta a la nostre escala, tant si és una modesta tenda de campanya com si la que habitem és una gegantina i piramidal tomba.

En les parets de les cambres, habitades o buides, ocupades o abandonades, de pedra o de pells, sempre hi reboten els ecos del temps, en elles hi trobem el flux de les persones que hi viuen, estiguin encara vives o ja mortes, els rastres dels que entren i surten i passen de l’una a l’altre com la mateixa sang ho fa de l’aurícula a la aorta donant-nos vida, repetint així un so immemorial que s’ha anat transmeten de mare a fill en el delicat procés de ser dos de diferents. La música primordial.” (“Glosses, converses amb una sargantana”, El peletero)

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“La arquitectura es seguramente el arte más mental al ser el más simbólico y también el menos fácilmente evocador al no tener referentes en la naturaleza fuera de las montanyas, las cuevas y los úteros.

La arquitectura ordena y da sentido l espacio que nos envuelve y contiene, y al hacerlo nos ordena dándonos el significado que nos falta para ser humanos. La casa siempre está hecha a nuestra escala, tanto si es una modesta tienda de campaña o una gigantesca tumba.

En las paredes de las habitaciones, habitadas o vacías, ocupadas o abandonadas, de piedra o de pieles, siempre retumban los ecos del tiempo, en ellas encontramos el flujo de las personas que allí viven, estén todavía vivas o ya muertas, los rastros de aquellos que entran y salen y pasan de la una a la otra como la misma sangre lo hace de la aurícula a la aorta dándonos vida, repitiendo así un sonido inmemorial que se ha ido transmitiendo de madre a hijo en el delicado proceso de ser dos seres diferentes. La música primordial” (Glosas, conversaciones con una lagartija”, El peletero.

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38M
-“Ayer fui a comprar unos edredones, ahora las fábricas textiles nos ofrecen “ropa de cama” llena de colores y mil dibujos estampados. Nuestra amiga común, Angelines, se hizo estampadora y luego lo dejó por un estanco. Ya sabes que me gustaba dormir vestida, pero las sábanas siempre son y serán mortajas, eso es lo que tú me decías, da igual que las pintemos, sus gusanos de seda nos devorarán. 

Las mujeres decimos que lo sabemos, pero yo creo que no, creo que lo sabéis mejor los hombres aunque sólo sea por el color. Nosotras menstruamos en rojo sucio y vosotros eyaculáis en blanco muerte. Escupitajos ambos de la Dama, aquella que vino ayer, hoy, o vendrá mañana.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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38H
-“Querida Verónica, permíteme recordar el 1 de enero de 1978, al despertarnos por la mañana te besé y al recibir mi beso me miraste y al mirarme te quedaste en ese silencio meditabundo tuyo que tanto me gustaba, parecías una lagartija verde legionario.
Escucha te dije. Y te leí un poema de Brecht.

1
Cuando salgáis del agua, ya a la caída de la tarde
-y estéis desnudos, sintiendo la piel tan suave-
trepad a los grandes árboles
al soplo de la brisa, contra el cielo pálido.
Buscad árboles grandes que en el crepúsculo
mezan sus negras cimas lentamente.
Y esperad la noche entre el follaje
donde revolotean apariciones y murciélagos.

2
Las ásperas hojitas de los matorrales
os arañarán la espalda, al apretarla con fuerza
para subir trepando entre las ramas
casi sin aliento. ¡Es tan hermoso
mecerse sobre un árbol!
¡Pero no os deis impulso con las rodillas!
Tenéis que ser al árbol lo mismo que su cima:
lleva un siglo meciéndola en cada atardecer.

(Del trepar a los árboles, Bertold Brecht, traducción de José Muñoz Millanes)

Moviste la cola un par de veces y te quedaste muda del todo. 

Yo también permanecí en silencio, sentado en aquella silla de madera gastada que había al lado de la piscina. Ambos nos quedamos uno al lado del otro el resto del día y casi toda la noche sin decir palabra”. (El hilo. Cartas a una amiga.)