sábado, 31 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (32)


28 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

32. La Trinidad.

En la pintura hallamos solamente tres cosas, tres y ninguna más. Un relato o la falta de él, la realidad en la forma de un rostro o la falta de él, y el caos representado por un paisaje, un escenario, o la falta de él. 

El primero constituye el tiempo ordenado, el compás, el ritmo, el latido del corazón de nuestra madre. El segundo el frío, el mundo quieto, su geografía, su geometría, su perfil y su forma cuando vemos su linde al ver al “otro” que tenemos enfrente y al verlo descubrimos que la realidad tiene frontera, el hielo negro. Y el tercero nos representa a nosotros y a nuestra desesperación informe, el ojo atormentado del cíclope.

Turner nace un 23 de abril de 1775 en Maiden Lane, cerca de Coven Garden, un barrio popular londinense. Su padre desempeñaba el oficio de peluquero en una barbería de su propiedad. En ella vendió sus primeros dibujos, grabados coloreados y acuarelas. Nunca usó la gama cromática que se deriva del espectro solar que luego utilizaron los impresionistas. “Pasea colores sobre el papel hasta que llega a expresar lo que tiene en la cabeza” (J. Farington) Eso hicieron luego los abstractos. Pinta con los ojos y con sus mismos dedos que siempre lleva manchados como si fuera un mecánico sucio por la grasa. Pero no repara ni construye máquinas, sólo pinta paisajes aunque sea sacando la cabeza por la ventanilla del tren en plena tormenta. Los pinta como si arara la tierra o pintara el infierno. Se dice de él que en el fondo siempre pintaba acuarelas aunque usara el óleo, pintaba como si tuviera el paisaje delante sin tenerlo, pero superponía capas y conseguía sombras con el simple grosor de los pigmentos, igual que otros e igual que Velázquez. La buena acuarela resalta el dibujo aunque domine la mancha que se extiende, con su agua, sobre el papel, anegándolo. Las manchas de una acuarela tienen historia, su propia vida en su pasado que recuerda siempre a una herida en su inicio, joven y roja. El óleo es diferente, es la costra, la cicatriz cerrándose o enferma de gangrena. Turner es todo eso, es el hombre de los dedos sucios de colores, en el índice el rojo para señalar, en el meñique el verde avergonzado, en el anular el azul del cielo siempre desplazado, el amarillo sin duda es para el pulgar, y en el corazón nadie sabe que color hay, nadie lo ha visto todavía. Quizás es el blanco, el ocre o el negro. 

“Mi corazón también ha sido una tormenta; más de una vez he bebido mis frascos con agua de pinturas. ¿Para qué? No he estado lo suficientemente insano para tragarme mis acuarelas pero lo he pensado.” (“Cuaderno rescatado”, William Turner)

Porque el mundo es blanco, ocre y negro.

“He navegado con la triste góndola por la tarde. El silencio de los canales anunciaba algo feroz. La marcha de mi barca cedía su paso al crepúsculo. El gondolero no bajaba la vista y apenas movía su cabeza para saludar. El remo golpeaba el agua espesa. Un furioso relámpago cayó tras la cúpula de Santa María de la Salud. Sentí que algo terrible ocurriría. En mi alma ya se había desatado la tormenta que más tarde azotaría a la Serenísima.” (“Cuaderno rescatado”, William Turner)

Turner vivió un tiempo en Venecia, y es allí donde se desvanece, antes había sido agua mezclada con tierra, fango y tornasoles, ahora, en el Adriático Norte, es aire que cae y que nunca llega al suelo, la luz se lo impide en su vuelo rasante al descender de los Alpes nevados a la gran llanura como si fuera un río desbocado, el filo de un cristal. 

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32M
-“No fui Blanca, pero quizás fui diosa y ahora sólo soy una mujer que te mira. La última exposición de fotografía ha ido bien, he vendido lo suficiente para pasar con normalidad el próximo año si logro eludir legalmente algunos impuestos. Mi hijo me ha llamado para decirme que el próximo fin de semana no vendrá como tenía previsto. Mi asesor financiero me invitó el mes pasado a cenar, rechacé su proposición aduciendo alguna excusa tonta. Si me hubiera invitado su socio más joven habría aceptado, él sí que me gusta y es más joven, no quiero viejos como yo a mi lado. Nos habríamos acostado aquella misma noche, me hubiera encargado de ello, todavía recuerdo cómo se hace, pero no me ha invitado y ni me mira. Son ya cinco años los que llevo siendo célibe. Todavía conservo, ya lo sabes, tus fotos desnudo, sabías posar, en realidad fuiste el mejor modelo que he tenido nunca. Hace tiempo que no puedo mirarlas, no sé si es una buena o una mala señal.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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32H
-“Buenas noches, querida amiga, hacía tiempo que no te escribía, hablar contigo es como visitar de nuevo tu casa, estar en ella como lo estuve entonces. Hoy lo hago gracias a una extraña coincidencia que no viene al caso, puro azar “austerino”, un hecho extraño que sucedió ayer.
Fue algo que tuvo que ver con la noche, con África, con un autocar incendiado, con una mujer y una maleta extraviadas para siempre y con una cama vacía. 

En la casualidad también aparecía una montaña de caricias y una eterna soledad que me robaba mi nombre y que debí de haber perdido al lanzarlo al mar aquella noche, en la playa, cuando te llenaba de besos y de palabras. 

Se hundió como una ofrenda, como una piedra que atada a mi cuello se llevara con ella mi secreto.

Era algo relacionado con una mujer sin sexo, con dos lenguas y con un ojo de cristal. Puro azar, ya te digo. 

Pero yo pasaba por aquí solamente para estar un rato contigo, para decirte hola y decirte que sí, decirte que tienes y tenías razón y decirte algo más que, desgraciadamente, ya no recuerdo.
Quizás lo vi pintado en cara de perro. 

Hacía mucho que no te escribía, y como puedes ver, la de hoy no es ninguna carta amorosa ni tampoco erótica, aunque yo sigo siendo el amante imaginario de siempre, aquél que escribia a unas Damas muy serias a las que les temblaba el mundo bajo sus pies". (El hilo. Cartas a una amiga)



viernes, 30 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (31)


26 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

31. Joseph Mallord William Turner.

¿Es la sangre, permanentemente vertida, la que entreve, entre los vapores de la barbería de su padre, Joseph Mallord William Turner cuando pinta?, nadie puede asegurarlo, sin duda no o tal vez sí, quizás sea lo menos probable o todo lo contrario. Su visión romántica es trágica, es una descarga, una nube que estalla y una fuente que explota. Es la misma tierra y su lluvia con su niebla, es la propia tradición inglesa, sus campos y sus mares, sus ciudades y los nuevos ferrocarriles. Lo son siempre los holandeses, lo son los cielos y lo son las aguas de Norwich y lo es la luz y sus transparencias, los acuarelistas y la reverberación ensoñada en las pinturas de Claude Lorrain y en sus dársenas imposibles. 

Entre el ojo de Turner y la realidad hay mil cristales y entre cada uno hay mil más. O todo lo contrario, no hay nada y la sangre va directamente del corazón al suelo, dibujando así el color de la tierra, inaugurando de esta forma también el paisaje moderno, antesala de la verdadera abstracción y la oscuridad pintada. 

Leonardo da Vinci cita en su “Tratado...” a Botticcelli cuando habla de paisaje:

"Aquel que no ama, en igual manera, todas las cosas que están contenidas en la pintura, no será universal; como uno al cual no le gustan los paisajes; y considera que son cosas de breve y simple investigación. Como dijo nuestro Boticella, que este estudio era inútil, porque es suficiente lanzar una esponja, llena de diversos colores, en un muro, para dejar en él una mancha donde se puede ver un bello paisaje. Si bien es cierto, que en esta mancha se ven varias invenciones, de aquello que el hombre quiere buscar en ella, es decir, cabezas de hombres, animales diversos, batallas, escollos, mares, nubes, bosques y otras cosas similares; y hace como el sonido de las campanas, en los cuales, se puede entender lo que tú quieres. Pero, aunque estas manchas te dan invenciones, ellas te enseñan que no terminan en ningún particular."

Y Van Gogh le dice a su hermano:

“Théo, decididamente yo no soy un paisajista; si hago paisajes “habrá siempre dentro de ellos vestigios de figuras.”

(Cartas a Théo, V.V.G.)

Y William Turner replica en su “Cuaderno rescatado”:

“Las figuras son arrastradas sin piedad. No hay formas que soporten tal acometida. ¿Hacia dónde? ¿Hacia dónde?” (“Cuaderno rescatado”, William Turner)

¿La figuras no soportan el paisaje?, ¿cualquier paisaje, aunque sea calmo y apacible, esconde una tempestad? Sin duda sí, un césped bien cuidado no es más que una variante de la selva profunda, un estanque con nenúfares es un mar con almadías llenas de náufragos. 

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31H
-“Cuándo subiste por primera vez a mi casa, con tu vestido blanco recién planchado, me espetaste sin miramientos ni delicadeza que sufría del síndrome de Diógenes, llevabas contigo las sempiternas velas que ibas colocando en cada rincón de la habitación donde nos íbamos a acostar. Por si acaso llené un cubo de agua, para tenerlo a mano y poder apagar cualquier incendio que no fuera el de nuestros cuerpos. Al verme con él te reíste y al verte reír pensé que la vida era muy extraña, subías a mi casa para meterte en mi cama, criticabas mi orden y las cosas que guardo y atesoro y me llenabas los rincones con velas incendiarias para romantizar nuestra velada, fue entonces cuando te hablé de Turner y de sus manos siempre manchadas de mil colores. ¿No usaba pincel?, me preguntaste. Tampoco lo uso yo contigo, te respondí.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

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31M
-“En “Los cañones de Navarone” hay una escena griega, cretense, una canción y una niña que lleva una flor en la mano. Decías que se la llevaba al diablo para engañarlo. ¿Cómo puede una niña engañar al Gran Mentiroso?, te preguntaba. Con sus mismas armas, me respondías, con la belleza. 

¿Es suficiente la que contiene una simple flor?, ¿para qué quiere una niña engañar al diablo?
No le dará una manzana, ¿verdad?, ese truco ya se lo conoce, me decías burlándote de mí. Pero yo sabía que ése será el acto trascendental que tratarás de hacer algún día, tarde o temprano deberás intentar salvar tu vida poniéndola en juego, pocos son capaces. La perdiste pronto, el tren se paró, el barco se hundió y nunca supiste ponerlo a flote. Por eso sé que nunca regresarás a por mí, creo que tu orgullo te lo impide y no pararás de buscar hasta encontrar a Satán para retarlo y entregarle tu flor. Pero él te teme y se esconde, es tan cobarde como mentiroso. Olvídalo y ven, te digo, pero nunca me escuchas. 

¿Recuerdas aquella noche hablando del Greco en nuestra azotea de Heraclion?” (La madeja. Cartas a un amigo.)


jueves, 29 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (30)


23 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

30. Grandes inventos.

Para el romántico el arte es un espejismo porque cree que la misma realidad lo es, una visión ensoñada, irreal, imaginaria, inventada, un mito, una leyenda lejana entre la utopía, el deseo y la locura. Y en el mejor de los casos, apenas una ilusión del presente, también del futuro, la quimera alcanza al propio pasado en un autoengaño, lo reinventa a medida. 

La industrialización de Europa parece que es antiestética, grotesca y fea. Lo más horrendo, afirman, es el paisaje diferente, los nuevos humos, los olores y los ruidos que acompañan a las máquinas. La industrialización es sucia. 

Pero lo peor y lo mejor de ella es el enorme éxito y el uso de un gran invento antiguo, tan importante como la rueda, o el botón, el dinero. El dinero como unidad contable empieza a circular con el mismo respirar de las personas, es tan necesario como el aire y sus corrientes. 

El dinero, sin embargo, tiene mala fama, se le acusa extrañamente de su bondad, ser una simple unidad de medida que mide sólo aquello que existe. Lo hace mucho mejor y de manera más precisa que el sistema métrico decimal y la propia palabra pues todos sabemos que hay más metros que distancias medibles y más palabras que cosas, pero no hay más dinero que aquello que cuenta él mismo. Todas las trampas económicas consisten en hacer que el dinero cuente más, o menos, que lo que en realidad hay que pueda ser contado.

En el origen humano se concibe al “chivo expiatorio”, otro gran invento para purgar a las masas, y que Cristo erradica con su ejemplo y en su Sermón de la Montaña. Más tarde la ciencia descubre al tullido y las ideologías a la eugenesia. 

Todavía no somos conscientes de la magnitud y las consecuencias de tal hallazgo moral, pues moral es el paso y el dilema a resolver. El tullido, físico o mental, lleva grabada en la frente una pregunta: ¿qué hacer? Lenin, en su famoso libro titulado igual, “¿Qué hacer?”, la respondió de una manera, otros a la suya y todos fracasaron en un baño de sangre. El mundo antiguo no era piadoso aunque hubiera en él personas piadosas. El nuestro, en cambio, es todo lo contrario, la ideología oficial de la modernidad es la piedad aunque pueda haber seres humanos que no lo sean. Nietzsche quiso acabar con ello y ya sabemos todos en qué terminó la idea.

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30H
-“Querida Verónica, siempre hablábamos de las apariencias. Yo te decía que si no soy lo que aparento es que estoy engañando, voluntaria o involuntariamente estoy aparentando algo que no soy. Si quiero ser un hombre sincero es indudable que he de esforzarme también para parecerlo, he de aparentar lo que soy para que así todo el mundo se haga carta cabal. Pero, aparentemos o no, siempre somos nosotros mismos incluso cuando tratamos de no serlo, como si no pudiéramos escapar a nuestro propio ser y apariencia. ¿Podemos ser algo distinto de lo que somos? Podemos imitar a otros, mejor o peor, es cierto, pero no ser ellos.

El narrador dice: “visto un traje verde”. ¿Dónde se halla la verdad?, la verdad se halla en que: el narrador dice: “visto un traje verde”

¿Es verdad que viste un traje verde? Si lo es o no es otra clase de verdad circunscrita estrictamente a la lógica del relato que no hace al caso. ¿Cuál es la verdad hasta ahora?, eso que nos cuenta el narrador es la verdad en sí misma. Quizás ésa sea la verdad de Dios y Dios vista un traje verde. La literatura se “ve”, se pude mostrar como si estuviéramos en una obra de teatro:

Aparece en escena un hombre vestido con un traje azul y exclama de cara al público: “Visto un traje verde”

O bien:

Abrió su guardarropa y extrajo un elegante traje azul. Se vistió con él y al salir a la calle se encontró con una amiga íntima y le preguntó, “¿te gusta mi traje verde?” Y ella le respondió entre risas, “me gustas más sin él”.

¿Quién miente?

Hay dos respuestas:

Respuesta primera: nadie, ni siquiera el diablo.

Respuesta segunda: todos, incluso Dios.

Ambas son eso que llamamos la verdad del arte, un traje que nadie sabe todavía si es verde o azul. Yo, por más que miro y remiro, todavía no he conseguido saberlo.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

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30M
-“Al despertar de tus sueños hablabas, querido Víctor, del halo que los objetos adquirían. Todo, decías, parecía reverberar. El nimbo es la nube de Oort, te sugería yo, una nube hipotética que se encuentra en las afueras del Sistema Solar, y todo lo demás es, ciertamente, pensamiento improductivo y poca cosa más. Me mirabas sorprendido, no sé si por mis palabras o por mi halo, pero me mirabas y me mirabas y me volvías a mirar, sin tocarme y sin dejarme de mirar me mirabas de nuevo como si al mirarme nunca me vieras.” (La madeja. Cartas a un amigo.)


miércoles, 28 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (29)

21 Julio 2010


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

29. La realidad y el combate.

El conflicto básico, en cualquier circunstancia, siempre es con la realidad, ella es el origen, la causa y la fuente de todos nuestros problemas, males y bienes. Entre la realidad y nosotros no existe componenda posible, no hay trato, no puede haber ninguna clase de negociación. Ella siempre demanda la sumisión total, es el heraldo de Dios, su soldado y su juez más despiadado, incorruptible, ciego sin duda, pero también sordo y a veces mudo.

Si no hay compromiso hay combate. El mundo medieval la sufre, el renacimiento la encuentra, el barroco la busca, el clasicismo la ordena y el Romanticismo la rechaza y la desprecia. ¿Por qué?, porque el ser humano, cuando descubre, o casi inventa, la libertad, inicia un camino inexorable, inevitable y trágico hacía la adolescencia. Un largo trayecto que todavía no ha terminado. 

La adolescencia es la peor edad del ser humano donde nada es, ni nada tampoco se sabe, donde todo se ignora y se desconoce, donde sólo existe el miedo que no sirve ni es útil para nada fuera del mal vivir al descubrir que el tiempo tiene fin.

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29M
-“Siempre decías que las ciudades deben tener montañas, atalayas o rascacielos, que París tiene la Torre Eifel y Roma sus siete colinas, y que de las siete ciudades de Cíbola nada se sabe. Existir existen las siete, afirmabas muy seguro, pero todos desconocen si se encuentran en un valle o se hallan en una llanura, si las hemos de buscar tierra adentro o si pisan el mar como Barcelona, la más contemplada por sus propios habitantes. Tú querías ir a la casa de Vallvidrera para admirarla desde su cama y yo te llevaba allí para mirarte a ti, me conmovían tus zapatos gastados y rotos y tus palabras apasionadas que me escribías en papelitos; al final, terminabas viendo rodar la ciudad, cuesta abajo, por la ladera del Tibidabo, mientras, yo me adormecía a tu lado soñando ser un cocodrilo al despertar.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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29H
-“¿Me hablas de zapatos, querida Verónica? Yo también quise ser un alquimista, un estrafalario, y un aventurero como Fabre, él, aunque fue demasiado humilde y sencillo para ello, hizo sus pinitos y sus intentos. Es enternecedor verlo actuar como secundario en esa fantástica película “El salario del miedo”. Su obra dedicada a Picasso es la referencia mundial del malagueño. Nadie que quiera saber algo del “gran” Pablo puede eludir a Palau i Fabre. ¿Me hablas de cocodrilos, de zapatos, o de zapatos de piel de cocodrilo?

LA SABATA (Palau i Fabre)

“He donat el meu cor a una dona barata.
Se'm podria a les mans. Qui l'hauría volgut?
En les escombraries una vella sabata
fa el mateix goig i sembla un tresor mig perdut.
Totes les noies fines que ronden a ma vora
No han tingut la virtut de donar-me el consol
que dóna una abraçada, puix que l´home no plora
pels ulls, plora pel sexe, i és amarg plorar sol.
Vull que ho sapigueu bé les parentes y amigues:
Josep Palau no és àngel ni és infant model.
Si tenien de mi una imatge bonica,
ara jo els n'ofereixo una de ben fidel.
No vull més ficcions al voltant de la vida;
aquella mascarada ha durat massa temps.
Com que us angunieja que us mostri la ferida,
per aixó deixo encara la sabata en els fems.”

(El hilo. Cartas a una amiga.)

martes, 27 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (28)


19 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

28. El retrato y Dios.

El retrato sirve al poder y trata de superar a la muerte en un acto de rebeldía y quizás de soberbia. Poder y muerte forman parte del mismo proceso básico del vivir y del sobrevivir,
La nuestra es una naturaleza que siempre oscila entre la del asesino y la de su víctima, elegir a la una o a la otra marca la geometría de ese poder y de sus armas, el tiempo, el sexo y el miedo.
¿El tiempo es sexo y el sexo es miedo?

El retrato no es obra de sociedades pobres y sí la consecuencia del bienestar, de la lógica decadencia y del inevitable desasosiego y la loca sospecha que la nada nos causa, las tres son también las condiciones básicas de la filosofía que no es más que una variante sofisticada del grito desesperado y del primer llanto. 

Los primeros retratos son figuras de donantes frente a Dios, orantes humillados en su voluntad de abandonar todo poder en presencia del “Poder Total”. Sin embargo, es una actitud hipócrita y vanidosa al permitir ser retratados y así mostrar su individualidad, hecho que muchas religiones y dioses rechazan, abominan y prohíben, y que al hacerlo ponen en evidencia la cuestión fundamental del retrato y de toda la pintura en general, que es su legitimidad icónica. La pregunta básica es la siguiente: ¿es legítima la representación de los rasgos que individualizan a un ser humano? Cuando éste se concreta, al hacerse identificable y diferente a través de la imagen, el orden cósmico se altera y quizás Dios, o sus profetas, se sienten amenazados. Nuestro rostro, que aparece al ser pintado, compite con Dios. ¿Es la pintura una cuestión de poder?

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28M
-“Recuerda, Víctor, que Delacroix afirmaba también que en el acto de generalizar y elegir se halla el genio de pintar. Albert Camus, en su “Hombre rebelde”, considera que en esa “elección” el tiempo se detiene y los hechos que en él acontecen quedan fijados como tú mismo hiciste encarcelando a Sam Ot en su Trasatlántico de lujo, “La Hoja de Fresla”, en aquella vieja “Historia de la quietud”. Ésa es ahora la mejor manera de describir mi situación, parezco un salmón congelado en un mundo que de tan blanco parece un alba eterna que impide al sol remontar el vuelo. No se puede vivir sin el amarillo.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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28H
-“Katya Berger le decía a su padre, en “Tiziano: ninfa y pastor”, que: “el que a lo largo de los siglos las mujeres nunca hayan dejado de ser deseadas, el que los hombres las deseen siempre, se debe, en parte, a una pequeña mentira, tan vieja como el mundo, según la cual toda la carne es femenina. (…) La piel del hombre -¿te has fijado alguna vez?- cuando es suave es mucho más suave que la de las mujeres.” 

Los mejores colores, querida Verónica, siempre son los ocres y los pardos, esos marrones de los franceses y algún que otro gris. Pero nunca podré olvidar el amarillo de tu falda y el blanco inmaculado de tu blusa de domingo, tu pañuelo, a veces azul y otras rojo, y tus zapatos negros, tan sucios por el polvo del color de la vainilla, que más parecían una pintura de Tapies que un calzado de mujer. Siempre me gustaron tus pies grandes, blancos y su tendón a punto de romperse.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

lunes, 26 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (27)

16 Julio 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

27. El paisaje y el retrato.

Toda imagen es un paisaje o bien un retrato al mismo tiempo. En cada una encontramos un escenario o un rostro en ella pintados, y aunque la pintura no inventa el segundo si lo hace con el primero. No hay pintura sin paisaje ni paisaje sin pintura. 

La ortodoxia histórica en las artes nos habla de pequeñas figuras esculpidas en las que se representa por primera vez la estampa humana, paso previo necesario para el descubriendo del rostro. Pero nosotros queremos ser más osados, ir más allá y afirmar que en el nombre ya encontramos los primeros rasgos, que él contiene su recuerdo al convertirlo en un ser distinto, con identidad. El nombre que nos identifica y distingue es nuestro primer retrato y el rostro su imagen, la firma icónica que adopta y supera el anonimato de tantos rostros pintados sin bautismo.

En la “Paleta de Narmer” encontramos el primer documento “firmado” por alguien identificable aunque su figura esté idealizada por un dibujo de trazos convencionales. Y también lo encontramos en el “Escriba sentado”, hallado en la necrópolis de Saqqara, en él vemos el otro extremo de la cuerda, una escultura en caliza que representa uno de los más antiguos retratos de alguien anónimo, sin nombre. 

La “Paleta” y el “escriba” son dos paradojas poéticas, la primera es un nombre sin rostro y el segundo un rostro sin nombre. Las dos son la misma cosa.

No es necesario que junto a los rasgos individualizados se pueda identificar al modelo, el rostro y el nombre ya lo ubican en el Universo al darle identidad y hacerlo diferente a todos aunque nunca hayamos visto a “todos”.

Animales pintados en cuevas, seres humanos en cañadas y figuras geométricas en utensilios domésticos de barro y manos abiertas en paredes. De la figura humana impersonal a la imagen de personas determinadas al ser incomparables y emerger del caos, ciega por la oscuridad o el exceso de luz, a la realidad sombreada. 

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27M
-“Querido Víctor, siempre exaltabas la valentía de Camus al distinguir el crimen de carácter de aquel otro que necesita una doctrina que lo impulse y ampare. Hoy, ese tipo de cosas no pueden decirse en público cuando se reclaman leyes que en lugar de normas disculpen nuestra cobardía. Pronto obligaremos a nuestros magistrados a promulgar una legislación sobre la belleza negando que exista la fealdad. A propósito de ello, y sin quizás venir a cuento, recuerdo el primer párrafo de “El amante” de Maguerite Duras. Dice: “Un día, cuando ya era mayor, en el vestíbulo de un lugar público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: “Os conozco desde siempre, todos dicen que erais bonita de joven, vengo a deciros que para mi sois más bonita ahora que de joven, me gustaba menos su rostro de muchacha que éste que tenéis ahora, devastado”. Es cierto, sigo siendo una mujer viva, bella y devastada.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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27H
-“Me preguntas por la verdad y la sinceridad y tu pregunta quedará sin respuesta, no porque no la tenga, ni tampoco porque no quiera dártela, sino porque si pensamos que “al fin y al cabo, ser sincero no es decir todo lo que se piensa sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa”, habremos también de convenir que, al igual que cuando mentimos, cuando decimos la verdad lo que realmente nos importa es que nos crean. Cuando era joven así era, quería que me creyeran cuando decía la verdad o cuando mentía, pero ya no, ahora me da igual que crean mis verdades o mis mentiras, así que no sé si decir todo lo que pienso o callarme para no escribir lo contrario de aquello que mi cerebro barrunta. 

No te preocupes por tu amiga, “todo eso que me cuentas de ella no tiene relevancia, son cosas de matrimonios, de hombres y de mujeres, tonterías de ésas, líos de camas, ya sabes, sexo y dinero, carne, mentiras, un par de medias verdades, algunas lágrimas, muchas decepciones y un poco de música, empresarios que se imaginan que les roban el pan de cada día y mujeres que no saben relajarse, nada importante, nada fuera de lo habitual, nada que deba saberse. (El hilo. Cartas a una amiga.)


sábado, 24 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (26)


14 Julio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

26. La Casi muerte.

“El placer de retratar cadáveres, sean humanos, animales, o vegetales, como lo es un precioso ramo de flores, es una manera sesgada de captar un aspecto de la realidad que muchas veces se nos escapa ante la avalancha de emociones que provoca la muerte. Pero solamente es en esta oportunidad, donde tenemos la fortuna de contemplar y disfrutar de la sombra que proyecta ese secreto que se desvanece. 

No el secreto y sí la sombra.

Es ella la que palidece como si se apagara el sol. Ése que un día fue dios y que ahora no es nada más que una estrella. Así pues, el secreto permanece mientras una nube oscura huye de nosotros.

¿Es un desvanecimiento? o ¿quizás es un milagro morir? ¿Esa es su bondad? ¿O todo lo contrario? ¿La constatación más terrible de la preeminencia de las leyes físicas? ¿Su cumplimiento inexorable?

¿Es una sentencia? ¿O la muerte es una simple casualidad, una nefasta suerte? Porque yo no creo en el destino, ni que nada esté escrito. Ni siquiera creo que hayamos de morirnos. Yo no me creo eso. 

No creo que tengamos que perder la vida necesariamente, o peor, innecesariamente. Morir en vida, claro, no vivir después de morir que es otra cosa muy distinta; seguramente también un engaño, una patraña, una mentira.

Estoy seguro que casi nadie lo cree, nadie piensa que morirá, mienten cuando dicen que sí. Lo que ocurre es que no se atreven a manifestarlo en público.

La “Naturaleza muerta” es la expresión que el castellano utiliza para plasmar las cosas inanimadas, término sin duda fatalista y rotundo, poco dado a la sutileza, incluso contradictorio. Los castellanos no han sido nunca buenos filósofos. Santos sí, místicos, guerreros y artistas también, pero no filósofos.

Los anglosajones en cambio, irónicos ellos, a la “Naturaleza muerta” la llaman “still life”, “casi vida”, “aún en vida”, “todavía viva”. Parece una broma macabra, una buena ironía del mejor de los humores negros, una bilis”. (“Still Life”, el peletero). 

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26M
-“Ni tú ni él erais los únicos, pero me supo mal aquel año que me dejaste por una rubia estúpida que no sabía francés ni griego aunque hablara inglés y alemán bávaro. Podías haber elegido a una eslava, hija de esclavos y no a una valkiria robusta; las checas o las eslovacas son más delicadas, te decía. Tú me replicabas que ella era una celta ligera, pecosa y delgada. En realidad fueron dos las hijas de Europa que amaste, pero yo tuve a doscientos y los tuve a la vez. No te gustó. El sexo es extraño, pensaba, para comprenderlo debes hartarte y saciarte y tú me mirabas triste y siempre decepcionado de mí. ¿Eso es lo que piensas?, me preguntabas en tu mal griego aprendido en los hoteles, pero... ¿qué podía responderte?, ¿qué podía hacer?, ¿querías ser él o sólo estar tú?” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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26H
-“El otro día me encontré con una muchacha rubia, jovencita y bonita, me pidió 10 euros prestados, me explicó que había perdido la cartera, el pasaporte y que estaba sola en la vida, y me contó una historia triste y terrible que casi me hace llorar. Creo recordar que me dijo también que era belga, de Ostende, pero no estoy seguro, yo solamente le miraba los pechos y los ojos. Me apuntó su nombre, Lisa, su dirección y su número de teléfono que misteriosamente empezaba por 666 -tengo una testigo que podría refrendar y corroborar todo lo que digo, me perdonarás que no la cite por respeto y para salvaguardar su condición de mujer casada-. El caso es que le presté el dinero, los 10 euros y hoy, al ver que no viene a devolvérmelos he llamado al número de teléfono y me ha respondido un hombre que apenas hablaba nada, he conseguido hacerme entender y por fin me ha confesado que no conoce a ninguna Lisa, que lo sentía mucho. “Have a nice day” me ha dicho al despedirse, “you too”, le he respondido con cara flácida.

No sé, hay gato encerrado, en este caso gata, y algo me hace sospechar que está relacionado con algo. Con algo seguro. Lo que no sé es con qué, seguramente con mi cara flácida.
Tenía unos pechos bonitos la tal Lisa y los ojos también. (El hilo. Cartas a una amiga.)