19 Julio 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
28. El retrato y Dios.
El retrato  sirve al poder y trata de superar a la muerte en un acto de rebeldía y  quizás de soberbia. Poder y muerte forman parte del mismo proceso básico  del vivir y del sobrevivir, 
La  nuestra es una naturaleza que siempre oscila entre la del asesino y la  de su víctima, elegir a la una o a la otra marca la geometría de ese  poder y de sus armas, el tiempo, el sexo y el miedo.
¿El tiempo es sexo y el sexo es miedo?
El retrato  no es obra de sociedades pobres y sí la consecuencia del bienestar, de  la lógica decadencia y del inevitable desasosiego y la loca sospecha que  la nada nos causa, las tres son también las condiciones básicas de la  filosofía que no es más que una variante sofisticada del grito  desesperado y del primer llanto. 
Los primeros retratos  son figuras de donantes frente a Dios, orantes humillados en su  voluntad de abandonar todo poder en presencia del “Poder Total”. Sin  embargo, es una actitud hipócrita y vanidosa al permitir ser retratados y  así mostrar su individualidad, hecho que muchas religiones y dioses  rechazan, abominan y prohíben, y que al hacerlo ponen en evidencia la  cuestión fundamental del retrato y de toda la pintura en  general, que es su legitimidad icónica. La pregunta básica es la  siguiente: ¿es legítima la representación de los rasgos que  individualizan a un ser humano? Cuando éste se concreta, al hacerse  identificable y diferente a través de la imagen, el orden cósmico se  altera y quizás Dios, o sus profetas, se sienten amenazados. Nuestro  rostro, que aparece al ser pintado, compite con Dios. ¿Es la pintura una  cuestión de poder?
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28M
-“Recuerda,  Víctor, que Delacroix afirmaba también que en el acto de generalizar y  elegir se halla el genio de pintar. Albert Camus, en su “Hombre  rebelde”, considera que en esa “elección” el tiempo se detiene y los  hechos que en él acontecen quedan fijados como tú mismo hiciste  encarcelando a Sam Ot en su Trasatlántico de lujo, “La  Hoja de Fresla”,  en aquella vieja “Historia de la quietud”. Ésa es ahora la mejor manera  de describir mi situación, parezco un salmón congelado en un mundo que  de tan blanco parece un alba eterna que impide al sol remontar el vuelo.  No se puede vivir sin el amarillo.” (La madeja. Cartas a un amigo.)
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28H
-“Katya Berger le decía a su padre, en “Tiziano:  ninfa y pastor”, que: “el que a lo largo de los siglos las mujeres  nunca hayan dejado de ser deseadas, el que los hombres las deseen  siempre, se debe, en parte, a una pequeña mentira, tan vieja como el  mundo, según la cual toda la carne es femenina. (…) La piel del hombre  -¿te has fijado alguna vez?- cuando es suave es mucho más suave que la  de las mujeres.” 
Los  mejores colores, querida Verónica, siempre son los ocres y los pardos,  esos marrones de los franceses y algún que otro gris. Pero nunca podré  olvidar el amarillo de tu falda y el blanco inmaculado de tu blusa de  domingo, tu pañuelo, a veces azul y otras rojo, y tus  zapatos negros, tan sucios por el polvo del color de la vainilla, que  más parecían una pintura de Tapies que un calzado de mujer. Siempre me  gustaron tus pies grandes, blancos y su tendón a punto de romperse.” (El hilo. Cartas a una amiga.)



 
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