lunes, 26 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (27)

16 Julio 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

27. El paisaje y el retrato.

Toda imagen es un paisaje o bien un retrato al mismo tiempo. En cada una encontramos un escenario o un rostro en ella pintados, y aunque la pintura no inventa el segundo si lo hace con el primero. No hay pintura sin paisaje ni paisaje sin pintura. 

La ortodoxia histórica en las artes nos habla de pequeñas figuras esculpidas en las que se representa por primera vez la estampa humana, paso previo necesario para el descubriendo del rostro. Pero nosotros queremos ser más osados, ir más allá y afirmar que en el nombre ya encontramos los primeros rasgos, que él contiene su recuerdo al convertirlo en un ser distinto, con identidad. El nombre que nos identifica y distingue es nuestro primer retrato y el rostro su imagen, la firma icónica que adopta y supera el anonimato de tantos rostros pintados sin bautismo.

En la “Paleta de Narmer” encontramos el primer documento “firmado” por alguien identificable aunque su figura esté idealizada por un dibujo de trazos convencionales. Y también lo encontramos en el “Escriba sentado”, hallado en la necrópolis de Saqqara, en él vemos el otro extremo de la cuerda, una escultura en caliza que representa uno de los más antiguos retratos de alguien anónimo, sin nombre. 

La “Paleta” y el “escriba” son dos paradojas poéticas, la primera es un nombre sin rostro y el segundo un rostro sin nombre. Las dos son la misma cosa.

No es necesario que junto a los rasgos individualizados se pueda identificar al modelo, el rostro y el nombre ya lo ubican en el Universo al darle identidad y hacerlo diferente a todos aunque nunca hayamos visto a “todos”.

Animales pintados en cuevas, seres humanos en cañadas y figuras geométricas en utensilios domésticos de barro y manos abiertas en paredes. De la figura humana impersonal a la imagen de personas determinadas al ser incomparables y emerger del caos, ciega por la oscuridad o el exceso de luz, a la realidad sombreada. 

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27M
-“Querido Víctor, siempre exaltabas la valentía de Camus al distinguir el crimen de carácter de aquel otro que necesita una doctrina que lo impulse y ampare. Hoy, ese tipo de cosas no pueden decirse en público cuando se reclaman leyes que en lugar de normas disculpen nuestra cobardía. Pronto obligaremos a nuestros magistrados a promulgar una legislación sobre la belleza negando que exista la fealdad. A propósito de ello, y sin quizás venir a cuento, recuerdo el primer párrafo de “El amante” de Maguerite Duras. Dice: “Un día, cuando ya era mayor, en el vestíbulo de un lugar público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: “Os conozco desde siempre, todos dicen que erais bonita de joven, vengo a deciros que para mi sois más bonita ahora que de joven, me gustaba menos su rostro de muchacha que éste que tenéis ahora, devastado”. Es cierto, sigo siendo una mujer viva, bella y devastada.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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27H
-“Me preguntas por la verdad y la sinceridad y tu pregunta quedará sin respuesta, no porque no la tenga, ni tampoco porque no quiera dártela, sino porque si pensamos que “al fin y al cabo, ser sincero no es decir todo lo que se piensa sino no decir nunca lo contrario de lo que se piensa”, habremos también de convenir que, al igual que cuando mentimos, cuando decimos la verdad lo que realmente nos importa es que nos crean. Cuando era joven así era, quería que me creyeran cuando decía la verdad o cuando mentía, pero ya no, ahora me da igual que crean mis verdades o mis mentiras, así que no sé si decir todo lo que pienso o callarme para no escribir lo contrario de aquello que mi cerebro barrunta. 

No te preocupes por tu amiga, “todo eso que me cuentas de ella no tiene relevancia, son cosas de matrimonios, de hombres y de mujeres, tonterías de ésas, líos de camas, ya sabes, sexo y dinero, carne, mentiras, un par de medias verdades, algunas lágrimas, muchas decepciones y un poco de música, empresarios que se imaginan que les roban el pan de cada día y mujeres que no saben relajarse, nada importante, nada fuera de lo habitual, nada que deba saberse. (El hilo. Cartas a una amiga.)


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