martes, 31 de marzo de 2009

El peletero/El ojo y el negro (10)



10 Enero 2008

Querida Silvia,

Acertaste plenamente con el párroco, su familia es influyente y poderosa. Y aunque Emile es la oveja negra sigue teniendo autoridad y una ascendencia importante en su seno. Su criterio se tiene en cuenta, se respeta y se sigue, sin embargo a veces las consecuencias son inesperadas.

Decía que es la oveja negra por no haber querido acceder a la categoría de Obispo, esa es precisamente una de las disputas con el que ahora ejerce el cargo, sabe que en buena parte es gracias a Emile y no a sus propios méritos. Tal distinción es algo que no se puede rechazar, pero si tus influencias son de peso puedes evitar que el Santo Padre firme el nombramiento. Todo este asunto causó un notable revuelo en su momento y seguro que era eso lo que tú recordabas. Son muy pocas las personas que rechazarían un cargo así.

El caso es que mi Pietà ha atraído a muchos mirones y curiosos, se habla de ella y ha creado polémica. Ni Emile ni yo permitimos que nadie se acerque indebidamente a mirar y a curiosear, más bien para evitar a los espías del obispo que por otra cosa; a mi no me molesta demasiado que me vean pintar mientras no hagan ruidos desagradables. Muchos días estoy pintando mientras se celebra misa, y siempre hay gente por allí observando cómo trabajo. Además Emile, cuando viene, casi cada noche, como te dije, me canta. Tiene una voz preciosa y me gusta que lo haga, venir y cantar.

Podríamos evitar, aunque no demasiado, que la gente viniera a curiosear, pero no podemos impedir que su propia familia lo haga, en muy buena parte son ellos los que pagan los gastos, tanto mi paga como también los materiales y la comida del aprendiz que me prepara las pinturas y me limpia los pinceles, barre y friega. El otro día vino su sobrina, Fabiola, viuda de hace un par de años, ni joven, ni mayor, voluminosa. Digamos que la modista le sale cara por los metros de tela que debe gastar para confeccionar sus vestidos.

Estarás suponiendo que debe ser gorda, no exactamente. Te he hecho un ligero esbozo de uno de los retratos que le estoy pintando para que te hagas una idea cabal de su geografía anatómica. Ése es un esbozo preliminar. ¿Comprendes lo que quiero decir?

Seguro que sí.

Estoy contento porque además paga bien y al final serán dos los retratos. Al mismo tiempo ha venido también su hija Herminia, que naturalmente es más joven que su madre, pero no mucho menos oronda.

Lo interesante de este asunto es que Fabiola me ha dado, creo, una buena idea.

Llegó y me preguntó, ¿tú eres Teodoro?

Sí, ¿y vos?, ¿quién sois?

Fabiola, una de las muchísimas sobrinas de Emile, mi tío. Una de las que paga eso que ahora estáis pintando en su parroquia, madre feliz y viuda desconsolada. ¿Eres digno de tu nombre?

¿Eh?, ¿Que si amo a Dios?, claro que sí. Mis padres y mi hermana Silvia me enseñaron cómo debía hacerlo, son buenos cristianos y fieles a Roma, y nunca lo he olvidado.

Entonces harás obras de caridad, ¿verdad?

Pues…, soy un hombre pobre, pero… sí, cuando puedo sí, ¿por qué me lo preguntáis?

Necesito vuestra caridad.

(Tosí, carraspeé y tartamudeé) ¿Y cómo puedo dárosla?

Quiero ser Venus, miradme, (abrió los brazos, dio una vuelta entera sobre sí misma y luego se asió los pechos como si me los mostrara o entregara) en realidad ya lo soy, ¿no lo creéis así?

Emmm…. Sí, es evidente, claro.

Pero me falta una cosa, solo una, muy sencilla y muy complicada de obtener.

¿Cuál?

El nombre.

¿El nombre?

Sí, el nombre, me llamo Fabiola y no Venus, pero vos me lo daréis. Vos seréis el sacerdote que me bautice de nuevo.

¿Cómo?

Pintándome, ¿cómo si no? Me pintaréis desnuda y titularéis la pintura como Venus… de lo que sea, eso da igual. ¿Os parece bien?, seré generosa y agradecida. Si quiero puedo serlo mucho, mi alma es como mi cuerpo, me rebosa y me sobra, y mi caridad es dárselo a quien lo necesita. ¿Lo necesitáis vos?

Pues…

Lo necesitaréis, os lo aseguro, al final todos lo necesitan. Incluso todas, sé de qué hablo.

¿Sí?

¿Y vos?, ¿sabéis de lo que hablo?

Más o menos.

¿Cuándo queréis empezar a pintarme?

Pues…, quizás… no sé… quiero decir que…

De acuerdo, me parece bien, mañana, a primera hora de la tarde estaré en vuestro estudio, ya sé que os gusta pintar con poca luz. No os preocupéis, si os llega a faltar del todo, la luz la pondré yo, conmigo incluso los ciegos ven. Al menos eso dicen. Y soltó una carcajada que hizo temblar los muros de la Iglesia, se río como una osa, querida Silvia, como una verdadera osa en celo.

¿Os parece bien?, me preguntó

… ¿eh?, sí, sí, me parece bien, lo que vos digáis.

Al cabo de unos días vino su hija, celosa, quería lo mismo. Y a mí se me ha ocurrido que podía desarrollar la idea. Algo así como si les esculpiera de nuevo el cuerpo. Es algo ya conocido y todo el mundo sabe, que la mayoría de retratos están idealizados. Yo no pretendo tanto, solamente algo verosímil, rejuvenecer su rostro y pegárselo a un cuerpo perfecto y llamarlas “Venus”, eso es la parte más importante aunque no lo parezca, es la que más las adula y más satisface su vanidad, les pongo un gato al lado, un pájaro, un espejo, cualquier cosa y las llamo, “La Venus del gato”, “La Venus del pájaro”, “La Venus del Espejo”, cualquier cosa sirve, lo importante es el nombre de “Venus”, y ellas satisfechas.

La voz está corriendo y estoy empezando a tener varios pedidos de Damas que quieren verse “mejoradas”. Fabiola y su hija Herminia consideran e insisten en que no necesitan mejorar, eso me evita conflictos con ellas, pero me los da con Marta a la que no le ha hecho ninguna gracia que yo me pase horas encerrado pintando a unas señoras desnudas y… tan desarrolladas como desenvueltas y desenrolladas.

¿Pero tú no pintabas escenas religiosas?, me pregunta Marta.

Venus también lo es, le respondo.

¿Me tomas el pelo?

Bueno, religiosa no, pero mítica sí, es algo parecido. Además pagan bien.

Eso sí, responde. Al decirle que pagan bien siempre se tranquiliza.

Pero oye…, insiste.

¿Qué?

¿A ti te gustan así?

¿Cómo así?

Pareces tonto, ¡así como son!

¿Y cómo son?

Como si fueran unas vacas lecheras, ¡caramba!, ¿te gustan esas ubres descomunales?

¡Noooo!, claro que no, que tonterías dices. A mí me gustas tú, Marta.

¿Seguro?

Me gusta lo que cabe en mi mano y lo que puedo ver con un solo ojo. Ya sabes que yo sólo tengo un lápiz.

Que dibuja muchos rostros.

Y al que únicamente tú le sacas punta.

Bien fina.

Que pincha.

Que hace sangrar.

Es el rojo más hermoso, el que pinta mis labios de hombre.

¿La sangre de mi periodo?

Y también la de tu corazón.

Eres un farsante.

Te quiero.

Yo no soy ninguna Venus.

Por eso.

Mi querida Silvia, la vanidad de las mujeres me da dinero y los celos de Marta dolores de cabeza. Necesito tu opinión y que me aconsejes, ya sabes que tu Marta, la hija de mi casero, me ha serenado, me ha tranquilizado, me ha ahorrado un alquiler y también me ha dado alegría.

Me ha escrito Saverio, ya está en España, en estos momentos debe de haber llegado a Poblet para estar con su querido amigo Alberto, el monje miniaturista. Ha podido ver a su Amiga Amparo y saludar a una monja, una monja, según parece, especial, llamada Sor Dolores. Le ha gustado mucho conocerla y sobre todo poder besar y charlar con su amiga sevillana, pero creo que tenía ganas de irse pronto a Poblet.

Por cierto querida Silvia, debes terminar de contarme tu conversación con él, me lo has prometido.

¿Estáis todos bien?, espero que sí. Yo lo estoy, trabajando más que nunca. Soy pintor, pero no sé, tengo la sensación y una extraña premonición de ser cirujano, qué raro, ¿no?

Antes de despedirme he de hacer mención a algo que ya debes saber, seguro que no se te ha pasado por alto. Aceptar el encargo de Emile, estar trabajando para él y su familia, me coloca, inevitablemente, en un bando, y eso significa estar al mismo tiempo en contra de otro.

El mundo ya sabes que es así, y yo no quiero ni sé cambiarlo. Pude estar en el bando del Obispo si hubiera acertado su gusto en mi “Sansón y los filisteos”, pero ya conoces que no fue así. Según él, fallé. Emile lo supo, todos lo supieron, por eso también me contrató, esa fue una de las razones.

Y ése, querida hermana, ya sabes de sobra que es un papel que no me place demasiado interpretar. Yo no soy un hombre al que le gusten los gremios y las bandas. Ahora me da prosperidad y quiero aprovecharla, no te preocupes por mí, no dejaré que mi cabeza se enamore de mi corazón, siempre he procurado evitarlo por ti, y ahora por Marta.

Si lo hubiera hecho, hace tiempo que me habría ido solo o con Saverio, al encuentro de Isaac y su hija Silvia, a los mares del sur, en busca de nuestra esclava.

De nuestra esclava libre.

Las mujeres de aquí sois igual pero al revés.

El otro dibujo es de Herminia, la hija de Fabiola. Por los nombres ya debes haber adivinado que tienen ascendientes españoles o intereses allí. Opulentas, ¿verdad?, ¿qué deben comer?

Tu hermano que te quiere.

Teodoro.