sábado, 28 de febrero de 2009
El peletero/Poesía Fría-El primer vuelo (3 de 4)
20 Noviembre 2007
¿CÓMO TE LLAMAS?
“esos muchos instantes y esos muchos días pueden ser reducidos a uno: el momento en que un hombre averigua quién es, cuando se ve cara a cara consigo mismo.”
Es exactamente aquí donde queríamos llegar, ése es el lugar preciso que nos marca Borges, el punto exacto donde termina el camino y empieza el abismo.
Hemos andado muchos kilómetros con todos los pertrechos cargados a nuestra espalda.
Y al fin hemos llegado.
Ése es nuestro kilómetro cero.
El barranco se despliega espléndido y tentador,
los árboles que hay en su borde casi se despeñan
señalando más allá.
Su fuerza de succión es la de un remolino marino,
y aunque el aire se mantenga inmóvil,
ya nos caemos por él de solo mirar,
que entre el suelo lejano y nosotros,
no hay nada.
Más que el sol dorándonos.
Pertrechados con los arneses y las alas de tela, emprendemos nuestro primer vuelo, soñando ser Leonardo para poder descubrir quienes somos.
Suspendidos en nuestro trapecio nos balancearemos en él. Tomaremos impulso y dejaremos que nuestras manos lo suelten.
Transformados en ave buscaremos el viento adecuado, que quizás nos lleve al igual que a Ruth, llenos de nostalgia del hogar, a un trigal ajeno donde seremos bien recibidos y huéspedes honrados.
Si eso logramos, seremos alimentados, bañados y perfumados. Descansados y bien vestidos con plumas y sedas, se nos permitirá escuchar la canción en la que se encuentra, adornado en su música, nuestro nombre y al oírlo sabremos quienes somos.
The palm at the end of the mind,
Beyond the last thougt, rises,
In the bronze distance.
A gold-feathered bird
Sings in the palm, without human meaning,
Without human feeling, a foreign song.
You know then that it is not the reason
That makes us happy or unhappy.
The bird sings. Its feathers shine.
The palm stands on the edge of space.
The wind moves slowly in the branches.
The bird’s fire-fangled feathers dangle down.
(Of Mere Being, Wallace Stevens)
La palmera al extremo de la mente
Se eleva más allá del pensamiento,
En la extensión de bronce.
Un pájaro de plumas doradas
Canta allí una canción extranjera,
No destinada al hombre, sin sentimiento humano.
Entonces tú comprendes que no es ésa
La razón que nos hace felices o infelices.
Canta el pájaro. Sus plumas resplandecen.
La palmera está al borde del espacio.
En las ramas se mueve el viento lentamente.
El plumaje del pájaro pende llameante.
(De la simple existencia, Wallace Stevens)
En un post anterior hablábamos del viaje de regreso, que todo viaje lo es. Y citábamos¬ también en el capítulo pasado la “Oda a un ruiseñor” de Keats y su mención a Ruth. Ella representa una variedad de ese regreso, que finaliza, tal como menciona el poeta, “en trigal ajeno”.
Ella abandona su hogar, Ruth no regresa, Ruth se va. Y su camino terminará en ese trigal ajeno, llamado “Campo de Booz”, con otras gentes y otro Dios.
Será bien recibida, alimentada y protegida, y así, marchándose, habrá también regresado.
¿Es nuestro nombre realmente nuestro? ¿O pertenece a nuestros huéspedes?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)