viernes, 4 de marzo de 2011

El peletero/La aguja del pajar (y 101)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

Y 101. El saco.

“Este es un mundo que ya no es más que posible, se queda en estado naciente. Aunque se empeñara en ello, la imaginación no conseguiría acabarlo. (…) Lo que se nos aparece es una aurora: el aparecer de una aparición que nunca franquea el umbral de la realidad”
“La pintura celebra el enigma de la visión, concentra en sí misma todo el enigma del aparecer, que la poesía o la música celebran…”

“el deseo de ver solamente se cumple más allá del ver” (…) El logro del deseo a veces imita la muerte, pero es para experimentar la vida. Esta es la paradoja del ser en el mundo, que la infancia nunca deserta oscilando entre el día del que se separa y la noche en la que se hunde; pero la noche alumbra los sueños y el día a veces los oscurece” (Mikel Dufrenne, “Pintar siempre”, Revue d’Esthetique del año 1976)

El misterio del arte, si lo tiene, es el misterio de estar vivo, su razón y su secreto se nos desvelarán al recorrer y traspasar esa línea débil que, como un hilo con su aguja, cose el saco que con nosotros dentro echarán al mar.

“Afuera, está todo muy triste, los campos son una verdadera marga de bloques de tierra negra con un poco de nieve, y a menudo jornadas en las que no hay nada más que bruma y lodo; en la tarde el sol rojo, y en la mañana los cuervos, la hierba desecada y la verdura marchita que se pudren, bosquecillos negros y las ramas de los álamos y de los sauces erizadas, contra un cielo triste, como una masa de alambre de púas. Esto no lo veo más que de pasada, pero está completamente en armonía con los interiores muy sombríos en estas oscuras jornadas de 
invierno”. ("Cartas a Théo", V.V.G.)

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101M
-“Dime tu nombre y te haré reina, me decías debajo de una sombra arbolada, pero en mi bosque nunca me hallaste, siempre hubo demasiada gente, todos regaban mis rosas, los sultanes bostezaban, y yo, pobre de mí, no sabía ni cómo me llamaba.

 Entre un ciprés y un abedul te crió tu Bienvenida, con ella, y con sus dos capitanes que la protegían, fuiste un niño, fuiste un caballo, fuiste un apache y un valiente guerrero zulú.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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101H
-“Ponte tu vestido blanco como si fueras la aurora”, te pedía al despertar, ven, niña, la sombra y la música te esperan.

No seré yo quién te vista ni tampoco quién te desnude, ni mucho menos el que te acoja, no te lavaré ni te peinaré, no me tocarás ni me besarás pues los míos no llegaron a ser nunca tus labios, pero piensa que cuidé de ti toda tu vida, fuiste mi esposa y fuiste mi hija, no hubo otra, y así lo recuerdo cada mañana de cada día.” (El hilo. Cartas a una amiga.)