jueves, 31 de mayo de 2012

El Peletero/La luz del fin del mundo

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La luz del fin del mundo.

(…) En el caso de que Sarajevo siga existiendo, lo que no parece seguro, porque lo abandonan los judíos, los últimos setecientos que quedan de la gran comunidad.

Los judíos pueden marchar. Deben marchar, para que su comunidad pueda sobrevivir. Lo único y más precioso que todavía les quedaba en la ciudad, el antiguo cementerio con sus magníficos mausoleos y piedras sepulcrales, se ha convertido en el blanco principal de los tiroteos serbios.

Pero ¿qué será de Sarajevo si lo abandonan los judíos? Si los judíos, junto con los musulmanes, los croatas y los serbios formaban la carne y huesos de Sarajevo. Una noche, en Jerusalén, alguien me dijo que Sarajevo y Jerusalén son las únicas ciudades del mundo donde viven en armonía los adeptos de cuatro religiones importantes.

Los judíos ahora intentan sinceramente pagar a los musulmanes lo que estos hicieron por ellos hace quinientos años cuando salvaron las vidas de aquellas muchedumbres expulsadas de España. Los judíos no quieren huir solos, les gustaría que les acompañaran todos sus amigos que están en peligro. Pero los “humanistas” internacionales no les dejan llevarse a nadie. Siempre la misma canción: ¿qué pasaría si todo el mundo marchara?

Estoy seguro que nuestros judíos regresarán algún día, pero su éxodo actual significa que el plan de Karadzic: matar o expulsar a los que pertenecen a otras etnias o creencias. Llegarán a cumplirse las palabras que el monstruosos Cosic dijo en su día al monstruoso Karadzic: “Adelante hasta que lo imposible se haga posible”.

(“Los judios se van de Sarajevo”, Zlatko Dizdarevic, La Vanguardia de Barcelona, martes 19 de septiembre de 1995)


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En una ocasión, una amiga me contó que un antiguo y ya anciano amante suyo ginebrino, un judío sefardí soltero, se había enamorado, hace de ello ya 40 años, de una austríaca de Steiermark de familia manifiestamente antisemita y nazi. La vida tiene cosas sorprendentes como ésa.

Según parece, su viejo amante, llamado Julien, tiene la mala costumbre de escribir novelas plomizas que no publica y que intenta leérselas a sus sacrificados amigos por teléfono que se duermen irremediablemente, aburridos y fastidiados, colgados del auricular.

Siempre cuenta la misma historia en un francés alambicado y demasiado culto que ningún joven de ahora entendería: es el cuento, repetido mil veces, de su viejo amor austríaco que lo abandonó un día lejano, enviándole por transportista dos maletas con las cosas de él que había en su casa de Viena.

De eso ya hace muchos años, sucedió en su madurez, pero las maletas todavía están por abrir en el recibidor de la casa de Julien en Ginebra, así que no sabe si en ellas se encuentran sus pertenencias, calcetines, camisas y calzoncillos, o también hay las joyas de su madre que él le regaló, amorosa y desinteresadamente, a la austríaca. No lo podrá averiguar hasta que no las abra, pero dice que no piensa hacerlo mientras viva, así que los sufridos amigos, que ahora escuchan sus novelas por teléfono, deberán, cuando fallezca, vaciar la casa y entregar sus magras posesiones a instituciones benéficas, y al hacerlo se encontrarán, al tener que abrir las maletas, con un tesoro digno de If, o bien con la amarillenta ropa interior de un hombre, vieja, descolorida y con las gomas y los elásticos de los calzoncillos cedidos.

Sin embargo, también me ha contado mi amiga, que Julien conservó la mejor y la más preciada de esas joyas de su madre, un bello collar de zafiros deslumbrantes de luz, para regalárselo a ella misma, a mi amiga. Lo chocante es que tuvo que hacerlo en presencia de su marido –en una visita que ambos hicieron a Ginebra- que no estaba, naturalmente, al corriente de la relación erótica y extraconyugal de su esposa con aquel hombre refinado y apocado que tenía delante de sus narices y que le hablaba en un francés raro.

Dice mi amiga que Julien llamó aparte a su esposo, un individuo alto, fornido y deportista, para explicarle el propósito de ofrecerle a su mujer tan hermoso recuerdo y presente y que por ello no quería que se sintiera ofendido ni que mal pensara de ambos pues solamente lo hacía por la entrañable amistad que unía a los dos, nada más. El marido, al escucharle, se quedó algo aturdido y sorprendido por la declaración y el regalo tan valioso que le hacían a su esposa, él nunca le había reglado nada tan caro, se sintió celoso y descolocado, pero la sinceridad de Julien lo desarmó llegando a creer solamente lo que de sí mismo y de su mujer le explicaba aquel hombre pequeño, delgado, tímido y poca cosa. Todo era verdad, pero no era ni toda la verdad ni exactamente la verdad aunque nada era mentira.

Mi amiga es una maestra en el arte de la ironía, ella es también una ferviente partidaria, como yo, de no creer nada de lo que le cuentan y solamente la mitad de lo que ve. Es bueno conservar el humor como ella hace porque la vida no nos ofrece demasiados momentos para cultivarlo.

No obstante, es necesario afirmar también que aunque ésta parezca una historia cómica, graciosa, de enredo conyugal o erótico, el típico cornudo engañado por su esposa con el hombre del que menos podía sospechar, no lo es, toda ella es triste y la ironía de mi amiga en realidad esconde, al mismo tiempo que muestra, un miedo, una salvaguarda, un escudo protector frente a la inocencia perdida, el mundo y sus vicisitudes que no albergan piedad alguna ni ofrecen ventajas a sus pobres actores que interpretan papeles que no les gustan, pero que, sin ser muy conscientes de ello, han elegido por si solos.

La austríaca se llamaba Eva, pero ignoro el nombre de la madre de Julien que según me contó mi amiga era una mujer extraordinaria, culta, inteligente, con personalidad, que hablaba más de diez idiomas, como la mayoría de judíos, y entre ellos un hermoso castellano medieval, que siempre le fue fiel a su esposo incluso después de enviudar, y que, desgraciadamente, murió de cáncer en Barcelona cuando Julien era todavía un joven que acaba de terminar sus estudios de Derecho. Mi amiga la admiraba y quizá pensó después, al seducir a su hijo, que ella también poseía sus virtudes.

La historia tiene, sin duda, corolarios que aún ignoro, pero que procuraré averiguar más pronto que tarde porque ya no me queda mucho tiempo, antes de irme he de hacer mis propias maletas y aparte de llenarlas de calcetines agujereados y calzoncillos sin glamour, he de meter en ella toda mi cabeza, mi ciudad con sus habitantes y árboles incluidos, tanto los vivos como los fallecidos porque para mi no hay diferencia ninguna entre los unos y los otros. Tengo la sensación de parecerme a Julien y estar escribiendo siempre la misma historia, la de una aventura que todavía no ha terminado y que me obsesiona porque sin ella no puedo seguir viviendo.


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“El faro del fin del mundo”, una torre que en 1971 se construyó en medio del cabo de Creus para filmar la película “La luz del fin del mundo”, será definitivamente demolido, casi cinco lustros después de que este agreste paisaje fuera elegido como escenario natural para el rodaje del film. La película, inspirada en un relato de Julio Verne, estaba protagonizada por Kirk Douglas, Yul Brinner y Samantha Edgard, y en ella también intervino Fernando Rey.

(...)

Los responsables municipales señalan que la torre, situada en la zona de reserva integral del futuro parque natural del cabo de Creus, causa un gran impacto visual en el medio, a la vez que confunde a los turistas que visitan la zona, muchos de los cuales creen que se trata del antiguo faro. Representantes del Ayuntamiento de Cadaqués se reúnen hoy con miembros del Puerto de Barcelona para solicitar que ese organismo retire también de la zona de cabo de Creus una antigua sirena de señales.”

(Antoni F. Sandoval, La Vanguardia de Barcelona, martes 19 de septiembre de 1995)



lunes, 28 de mayo de 2012

El Peletero/Las Antillas como encrucijada


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Las Antillas como encrucijada.

Albert vive en un barrio en el que ya casi no quedan madrileños de origen o de adopción, de vez en cuando solamente se encuentra con algún anciano castizo, o parado de larga duración que ha quedado varado en esas extrañas playas caribeñas en las que se han convertido buena parte de nuestras calles.

A mi barrio barcelonés le ocurre algo muy parecido, quizá con un poco más de cosmopolitismo al añadirse pakistaníes y filipinos y algún que otro marroquí y bastantes bengalíes.

El tiempo es asesino, mis vecinos ancianos se me mueren todos, poquito a poco, y mi casa se llena de fantasmas y, curiosamente, de jovencitas Erasmus angelicales que no miran a la cara, o no saben o nadie les ha enseñado todavía.

Durante el día, mi calle se puebla también de otra clase de jóvenes estudiantes, son diferentes a los de antes, agarran el lápiz como si en vez de manos tuvieran garras o muñones y en lugar de escribir hicieran una mayonesa. Cerca hay dos escuelas de Formación Profesional y una más especializada únicamente en la mecánica del automóvil; en la que se encuentra en la misma acera de mi casa, l’Institut Lluisa Cura, estudió mi madre en tiempos de la República.

Uno de los primeros libros de pintura que Albert se compró fue un ejemplar de la famosa “Pinacoteca de los genios” dedicado a Gauguin, y sobre él hice yo también mi primer trabajo en la escuela. Ya sé que los Mares del Sur no son el Caribe, pero en algo se parecen, en esa especie de sucedáneo real del Paraíso que aspiran a ser o que en ellos queremos ver los sentimentales. Hace un tiempo tuve una novia que era más polinesia que caribeña y de pequeñito me enamoré de Tarita Teriipia, la que fue esposa de Marlon Brando, y a ella, una ensoñación infantil que más tarde se hizo realidad, le dediqué un post.

También recuerdo una extraordinaria y antológica entrevista con Víctor Erice hablando de su fallida película en dos partes, “El Sur”.

Albert se lo encontró no hace mucho en el metro de Madrid, se le acercó y le pregunto si era Víctor Erice, le respondió que no, que solamente se le parecía, pero Albert, de todas formas, le felicitó por su obra, Víctor, o su doble, le correspondió con una sonrisa y se apeó en la siguiente parada como si huyera de algo.

Al final de la entrevista Víctor Erice leía:

“Hay en el mundo unas islas que ejercen sobre los viajeros una irresistible y misteriosa fascinación. Pocos son los hombres que las abandonan después de haberlas conocido; la mayoría dejan que sus cabellos se vuelvan blancos en los mismos lugares donde desembarcaron; hasta el día de su muerte, a la sombra de las palmeras, bajo los vientos alisios, algunos acarician el sueño de un regreso al país natal que jamás cumplirán. Esas islas son las Islas del Sur. Cuentan que en ellas estuvo en tiempos el Paraíso.”

(L. Stevenson, "Islas del Sur”)

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 Los extractos que publico a continuación son de un artículo que escribió Milan Kundera el año 1991 a propósito de las Antillas, la política y la literatura martiniquesa. El texto es, verdaderamente, como él lo titula: un bello encuentro múltiple, por lo que cuenta y por la manera de contarlo.

Me gusta especialmente el párrafo referido a la amistad, me recuerda a Albert Camus y su aprensión por las excusas, coartadas y exculpaciones ideológicas que pretenden establecer nuevas fidelidades que nunca son honestas y siempre artificiales. En este sentido la promiscuidad sexual, que Kundera apunta de René Despestre, es un dilema moral permanentemente abierto y es curiosa, al mismo tiempo que verdadera, esa consideración del vicio como inocencia. Siguiendo su hilo podríamos llegar a decir que la esencia del mal no se encuentra en su famosa banalidad, sino en la trampa y en el pozo de la inocencia, quizá la peor de todas las perversiones excepto para los rusonianos que creen que el buen salvaje es mejor que nosotros.

Mi novia siempre me recuerda que el verdadero mérito se encuentra en la palabra “no”, en decir no, en usar de nuevo un verbo reflexivo casi olvidado y que un día nos recordaba Antoni Puigverd en uno de sus magníficos artículos de la Vanguardia: abstenerse.

Me gusta mucho la expresión catalana, la que usamos los catalano hablantes: estar-se’n, de muy difícil traducción castellana al aparecer en ella un pronombre débil y ser una mezcla entre privarse y abstenerse.

Pero los nuestros son unos tiempos que no enseñan la abstención, ni aconsejan privarse de nada. Fuera del acto de votar en las urnas, siempre nos decimos a nosotros mismos que debemos aprovechar todo aquello que cae en nuestras manos, no perder ninguna oportunidad.

Durante un tiempo, una niña dominicana, Meiri, me recibía, al llegar a casa, corriendo hacia mí con los brazos abiertos como si fuera su padre. No era mi hija, lo era de Guillermina, una dominicana bajita y rechoncha que siempre lucía desvergonzada su mejor escote. La madre de Guillermina, Glenny, me aconsejaba que no me enamorara, que enamorarse es lo peor que le puede suceder a una persona, decía con una sonrisa inteligente, sabia y experta. Los sábados venía Marta, la hermanastra de Guillermina y la hija mayor de Glenny, y las dos se encerraban en uno de los baños para peinarse y alisarse su cabello rizado mientras yo las contemplaba con Meiri en mis brazos.
 
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Bello como un encuentro múltiple.

En 1941, cuando parte hacia la emigración americana, André Breton se detiene en la Martinica; la Administración de Vichy le encierra durante unos días; luego, liberado, paseando por Fort-de-France descubre en una mercería una pequeña  revista local, “Tropiques”, queda deslumbrado: en aquel siniestro momento de su vida la revista se le aparece como la luz de la poesía y el valor.


La obra de Arte como cruce de caminos

Una obra de arte es una encrucijada; el número de encuentros que en ella se producen está a mi entender, en estrecha relación con el valor de la obra. Me apetece decir lo mismo con respecto a las personas. Pienso en Césaire: es el gran fundador: fundador de la política martiniquesa que, antes de él, no existía. Pero es al mismo tiempo el fundador de la literatura martiniquesa; su “Cahier d’un retour au pays natal” (poema absolutamente original que no sabría comparar con nada, “el mayor monumento lírico de nuestro tiempo”, según Breton) es tan fundamental para la Martinica (sin duda para todas las Antillas) como “Pan Tadeusz” de Mickiewitz para los polacos o la poesía de Petöfi para los húngaros. Dicho de otro modo, Césaire es doblemente fundador; dos fundaciones (política y literaria) se dan en su persona.


Encuentro de un paraguas en perpetua erección y una máquina de coser uniformes.

Depestre. Leo un volumen de 1981 con sus relatos escogidos que lleva el título sintomático de “Alleluia por une femme-jardin”. Erotismo de Despestre: todas las mujeres rebosan tal sexualidad que incluso los postes indicadores se giran a su paso muy excitados. Y los hombres son tan concupiscentes que están dispuestos a hacer el amor durante una conferencia científica, durante una intervención quirúrgica, en un cohete cósmico, sobre un trapecio. Y todo por puro placer; no hay problemas psicológicos, morales, existenciales, se está en un universo donde vicio e inocencia son una sola y única cosa. Semejante embriaguez lírica suele aburrirme; si alguien me hubiera hablado de los libros de Depestre antes de haberlos leído no los habría abierto.

Afortunadamente los leí sin saber lo que iba a leer y me pasó lo mejor que a un lector puede sucederle: me gustó lo que por convicción (o por naturaleza), no debería gustarme. (...)

Depestre y el mundo comunista: el encuentro de un paraguas en perpetua erección y una máquina de coser uniformes y sudarios. Cuenta sus historias amorosas: con una chica que, a causa de una noche de amor, es desterrada durante nueve años a una leprosería del Turquestán; con una yugoeslava que estuvo a punto de ser rapada como lo eran, en aquella época, todas las yugoeslavas convictas de haberse acostado con un extranjero. Leo esos pocos relatos y, de golpe, todo nuestro siglo me parece extrañamente irreal, improbable, como si fuera sólo la negra fantasía de un poeta.


Amistad.

Conocido es el odio del Partido Comunista hacia Breton –el traidor-; conocido es el odio que oponía en los años treinta a los surrealistas que permanecían fieles a Breton a los vinculados con el Partido Comunista. Césaire estuvo en el partido hasta 1956. Eso no modificó su amistad por Breton. Acabo de saber que el partido que fundó en 1958 (el Partido Progresista Martiniqués) tiene como emblema la flor de la caña de Indias. ¿La caña de Indias? ¡Claro, era la flor preferida de Breton!

En su texto sobre Césaire (“Le gran poète noire”) de 1942 habla de la gran flor enigmática de la caña de Indias que es un triple corazón palpitando en el extremo de una lanza”; la describe “bella como la circulación de la sangre desde lo más bajo hasta lo más alto de las especies”, y quiere llevarla simbólicamente consigo.

(...)

En nuestro siglo hemos sabido traicionar fácilmente a los amigos en nombre de lo que se denominan convicciones. E incluso con la altivez de una rectitud moral. Es preciso en efecto cierta sabiduría para comprender que la opinión que defendemos no es sino nuestra hipótesis preferida, necesariamente imperfecta, probablemente transitoria, que sólo los muy cegatos pueden hacer pasar por certidumbre o verdad. Contrariamente a la vanidosa fidelidad a una convicción, la fidelidad a un amigo es una virtud, tal vez la única, la última.

(Las Antillas como encrucijada, Milan Kundera. La Vanguardia de Barcelona, 22 de octubre de 1991)





jueves, 24 de mayo de 2012

El Peletero/La alta velocidad


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La alta velocidad.

"Con el antecedente japonés entre Tokio y Osaka, los trenes de alta velocidad llegaron a Europa durante la década pasada gracias a una apuesta clara de Francia que disfruta en estos momentos de la mayor red mundial de este tipo de infraestructuras. Pero el elevado coste de su instalación, al exigir nuevas construcciones, se ha convertido en un importante freno para su desarrollo, sobre todo en momentos de restricciones presupuestarias como los actuales. Las exigencias de Maastrich respecto al déficit público en los países miembros de la UE están condicionando claramente su futuro en Europa. Pero los aplazamientos sine die o las anulaciones afectan también a proyectos en otros continentes, que en algunos casos están siendo sustituidos por trenes con tecnología pendular, con la que pueden alcanzarse velocidades medias superiores a 200 kilómetros por hora remodelando las instalaciones convencionales. (...)"

(“Freno a los proyectos de alta velocidad”, El País, 5 de mayo de 1996)


Siempre he pensado que la velocidad no tiene nada que ver con el tocino y que nadie podría confundir nunca mi tienda con una charcutería, pero el otro día, mientras barría la entrada como cada mañana, un hombre, que ya llevaba unos cuantos minutos observándome desde la otra acera, se me acercó, después de cruzar la calle, para preguntarme si vendía papel para envolver jamones.

A unos cien metros tengo como vecinos dos tiendas de artículos eróticos finos, son unos comercios pensados, dicen, para mujeres modernas y desinhibidas, y, a un par de calles más allá, un sexshop convencional para hombres supuestamente convencionales también. Todos ellos tienen un surtido amplio para el gusto más exigente y rebuscado, pero ninguno ofrece papel para envolver jamones.

Muy cerca hay dos casas de masajes, una heterosexual y otra gay. En frente, a diez metros escasos, un bar donde bailan muchachos en calzoncillos alrededor de una barra. Y a mi derecha, a unos treinta, se encuentra otro bar de chicos que tiene su correspondiente cuarto oscuro. Y a mi izquierda otro sexshop de artículos de cuero y látex para homosexuales con unos escaparates explícitos y muy evidentes y con una propaganda abundante sobre las diferentes variantes de sexo para hombres que buscan hombres.

En estos últimos años me han preguntado de todo, incluso lo más inverosímil; han querido saber direcciones y han pedido información y detalles de servicios que desconozco, pero que imagino, cualquier cosa posible e imposible también, aunque nunca me habían preguntado si vendía papel para envolver jamones.

No hace mucho, yo mismo confeccionaba artículos de cuero para otro sexshop gay que había a la vuelta de la esquina, arneses, calzoncillos con cremallera, chalecos, pantaloncitos cortos y chaps, esa especie de pantalones abiertos por delante y por detrás igual que vaqueros en un western. A mi cliente le ofrecía varias calidades de pieles españolas, castellanas, las mejores del mundo, las más finas, elásticas y turgentes, con variados detalles, flecos, remaches o ribetes en el centro de la pernera de diferentes colores y formas.

En bastantes casos debía de tomar medidas cuando los muchachos estaban un poco subidos de peso o eran muy altos o bajitos, o tenían algún problema muy específico o enfermedad grave, parálisis o colostomía que había que disimular modificando el patrón. Los viernes por la noche organizaban fiestas de promoción en los que trataban de vender los productos expuestos mientras dejaban que los clientes retozaran en grupo. El lunes me pasaban los pedidos, a veces había solicitudes extrañas, pero nunca nadie me pidió papel para envolver jamones.

Era un sexhop catalán que llevaba una pareja de chicos muy agradable y simpática que vendía también por Internet, desgraciadamente se arruinaron porque no pudieron competir con las multinacionales del sector, fuertes y poderosas.

Por suerte me guardé unos de esos calzoncillos de cuero negro con una cremallera en el centro, a mi novia le gusta que lo use cuando le doy masajes que invariablemente terminan con un final feliz.

Sabe abrir la cremallera despacio y con el cuidado necesario, es un detalle importante que ha hecho que me enamore de ella más todavía.

lunes, 21 de mayo de 2012

El Peletero/Jueces, políticos y financieros


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Jueces, políticos y financieros.

El otro día, al despertar, no supe reconocer la cama en la que dormía. Primero pensé que me hallaba en una, pero luego descubrí que me encontraba en otra. Me sucede a menudo y me preocupa, si confundo las camas puede que también confunda a las personas.

Desconcertado me puse a pensar mientras la luz del día llenaba la habitación.

Recordé que la semana pasada había vendido mi pequeña y querida colección de Playboys en el mercado de Sant Antoni, me pagaron un euro por revista, tenía más de 30, casi cuarenta, bien escogidas y seleccionadas después de largos años de ser un ferviente admirador de sus modelos eróticas. En cambio, por una de sus rivales, de la que también era muy adepto y devoto, el Penthose, no daban ni un triste céntimo, es curioso, ¿no? Albert y yo se lo comentábamos el otro día al hermano de mi novia, le decía en diferentes mails:

L’altre dia ens varem vendre, al Mercat de Sant Antoni, els Playboy per 1 euro, en canvi, dels Penthouse no en volen saber res tot i que les noies que surten són també molt mones, estan estupendes i ho tenen tot molt ben posat i al seu lloc. Al menys em va servir per donar-los una ullada i recordar altres temps.
 
Simple nostàlgia.

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El Penthose sempre va ser un secundari en relació al Playboy,  però les nenes no desmereixien gens ni mica, eren també força “interessants” en un sentit ampli, o molt restringit, del terme, segons cóm o què es miri.

El Playboy responia a un model molt americà, directe i més carnal, la il·luminació era uniforme i les noies contundents i planeres, que no planes, naturals, obertes, feien honor a la dita: “what you see is what you get”.

En canvi el Penthose era més subtil, tenia més glamour encara que les postures procuraven ser també més marranes i “peludes” en una molt encertada i estimulant combinació eròtica.

En fi, ja t’he dit, pura nostàlgia.

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I l’Albert afegia:

La bona era Playboy, l'americana sobretot, i la que va dels 40 als 60, i una mica els 70. Tot es comença a espatllar (al Playboy i a tot arreu) als 80, la tonteria i tot plegat. El Hermano Lobo, es clar que és un tresor. En Chumy Cumez el millor. Tinc a casa (a casa) un Triunfo amb un dibuix d'ell en el que es veu un pobre home al llit molt fotut, i al seu costat la mort amb la dalla que li diu; "cierra los ojos y abre la boca". Demà a la tarda o dissabte aniré a veure l'exposició sobre La Codorniz.”

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También hablamos de Hermano Lobo que tampoco quiere nadie ni regalados, ni La Codorniz ni los Destino ni los Triunfo. Todo cambia, lo que ayer valía hoy ya nadie le presta atención. Le pregunté a mi novia cómo se masturba ahora la gente si ya no usa revistas, y me respondió que lo hacen on line.

¿Todo cambia?

“Hubo un tiempo en que tanto jueces como financieros casi nunca eran noticia. Los unos se dedicaban a administrar justicia y los otros a los negocios. Sus destinos casi nunca se cruzaban. Pero ahora están de constante cortocircuito con la incorporación de políticos y periodistas. La mezcla está siendo explosiva hasta el punto de que cualquier noticiario o portada de diario no puede prescindir de ninguno de ellos. Y esto no es bueno para el normal funcionamiento de una sociedad que asiste pasmada ante cuanto ocurre. El litigio entre Javier de la Rosa y Manuel Prado se ha envuelto además, con un supuesto chantaje contra la figura del Rey. Y el juez García Castellón denuncia un artículo de prensa y teme ser objeto de extraños accidentes en su coche particular. El juez Garzón, por su parte, tiene que suspender las acciones sobre el Cesid después de ser admitido el conflicto presentado por el Ministerio de Defensa. El ciudadano se puede perder en este laberinto financiero-político-judicial. Ante tan complejo panorama sólo cabe que la acción de la justicia siga su curso, sin presiones de nadie y con la colaboración de todos. Tanto los supuestamente afectados, ya sean políticos, financieros o, si se da el caso, también periodistas. El país tiene que salir lo antes posible de esta inquietante y profunda pesadilla.”

(“Jueces, políticos y financieros”, Lluís Foix, La Vanguradia de Barcelona, 15 de noviembre de 1995)

Lluís Foix se equivoca porque lo largo de la historia los políticos y los financieros han sido, invariablemente, noticia, de la misma forma que los periodistas, tal vez con otros uniformes, de reyes o de bufones, de mandarines o de soldados. En las sociedades humanas sucede igual que en la naturaleza, los nichos ecológicos nunca se encuentran vacíos, sufren una extraña clase de horror vacui, igual que ellos, los nichos de poder siempre están ocupados por alguna especie, por brontosauros o por hipopótamos, por reptiles o por mamíferos, da igual, la función la ejerce alguien, haya ganado unas elecciones, pasado unas oposiciones a funcionario del Estado, haya constituido un cártel en Medellín, fundado una guerrilla o lo hayan castrado para convertirlo en eunuco del harén. 

Hoy será un día movido, lleno de sobresaltos en el que habré de tomar decisiones graves y trascendentales, redactar complicados correos donde deberé exponer con claridad mis necesidades sin delatar demasiado mis intereses verdaderos, no mostrarme excesivamente débil, dar confianza y decir las cosas claras exigiendo responsabilidades, estando siempre atento, con los ojos bien abiertos, para observar, con todo detalle, lo que ocurre a mi alrededor. Sólo al final del día podré abandonarme, descansar y revisar mi vieja hemeroteca, un pasatiempo inofensivo mientras hago planes y calculo probabilidades y riesgos, y llego a una triste conclusión: que las bonitas chicas del Playboy valen solamente un euro y las del Penthose nada.

Las cortinas de la ventana de mi habitación dibujan un curioso arabesco cuando el sol las atraviesa por la mañana, debería lavarlas, pero me parece que ya no es necesario, pronto me iré y otros lo harán por mí. Ellas fueron la causa de una de mis peleas con Mary, es laborioso descolgarlas y casi no caben en la lavadora, mojadas pesan una tonelada y tendidas llegan hasta el piso de abajo.

El techo necesita también una limpieza y una buena capa de pintura, y el fino y maldito encaje de esas sucias cortinas que filtran la luz me hace filosofar sin remedio que las mañanas son duras, que el sueño es un pozo sin fondo y que el día una carrera que nunca consigo ganar.

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El otro día vendimos, en el Mercado de Sant Antoni, los Playboy por 1 euro, en cambio, de los Penthouse no quieren saber nada aunque las chicas que salen son también muy monas, están estupendas y lo tienen todo muy bien puesto y en su lugar. Al menos me sirvió para darles un vistazo y recordar otros tiempos.

Simple nostalgia.

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El Penthose siempre fue un secundario en relación al Playboy, es cierto, pero las niñas no desmerecían lo más mínimo, eran también bastante "interesantes" en un sentido amplio, o muy restringido, del término, según cómo o ​​qué se mire. El Playboy respondía a un modelo muy americano, directo y más carnal, la iluminación era uniforme y las chicas contundentes y llanas, que no planas, naturales, abiertas, hacían honor al dicho: "what you see is what you get".

En cambio el Penthose era más sutil, tenía más glamour aunque las posturas procuraban ser también más marranas y "peludas" en una muy acertada y estimulante combinación erótica.

En fin, ya te he dicho, pura nostalgia.

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Y Albert añadía:

La buena era Playboy, la americana sobre todo, y la que va de los 40 a los 60, y un poco los 70. Todo se empieza a estropear (el Playboy y en todas partes) en los 80, la tontería y todo eso. El Hermano Lobo, claro que es un tesoro. Chumy Cumez el mejor. Tengo en casa (en casa) un Triunfo con un dibujo de él en el que se ve a un pobre hombre en la cama muy jodido, y a su lado la muerte con la guadaña que le dice; "cierra los ojos y abre la boca". Mañana por la tarde o sábado iré a ver la exposición sobre La Codorniz."

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jueves, 17 de mayo de 2012

El Peletero/Argentina


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Argentina

Ignoro si es, o fue, una casualidad poética, pero el primer conocimiento verdadero que tuve de Argentina ocurrió en Grecia, una especie de revelación celestial que solamente los muy entendidos, y peleteros, sabrán reconocer.

Hoy he acompañado, nuevamente, a mi madre en su silla de ruedas calle arriba. Hemos ido a entregarla, a la silla, a una fundación benéfica porque ya no la necesitamos y puede ser mucho más útil a otra persona que a nosotros.

Veni, mi madre, consiguió recuperar la habilidad para caminar justo un instante después de fallecer sola en el hospital hace de ello ya cuatro largos años.

Hace cuatro largos años.

Yo me había ido a casa a descansar y a las tres me llamaron las enfermeras.

Atenas, siempre lo he dicho, es una ciudad fea, esa fealdad continúa siendo un dato relevante que explica buena parte de su historia reciente y la característica psicología social griega y su estética comunitaria también, en la que se reconocen, o deberían hacerlo, los ciudadanos de la República helena.

Antes de ayer tiré dos maniquíes de sastre. Era martes, el día en que el Ayuntamiento de Barcelona pasa a recoger trastos viejos por mi barrio. Me guardé uno, talla 48, con el que pienso hacer algo escultórico, no sé todavía qué, quizás nada.

Al cabo de cinco minutos, después de abandonarlos junto al resto de muebles que había amontonados, cuando volví a salir a la calle, me encontré con una muchacha latinoamericana que trataba, sin logarlo, de llevarse, ella sola, las dos efigies de madera y trapo; por el móvil pedía ayuda urgente a alguien.

Estuve a punto de dársela yo mismo, pero me abstuve. Me quedé observándola sin que ella se diera cuenta; la miré bien y sentí que perdía una oportunidad, que aquella muchacha encantadora, entusiasta y atractiva, que trataba de cargar con dos maniquís de sastre que alguien, yo, había tirado a la basura por inservibles y molestos, era la mujer de mi vida. Pero pensé en mi novia, en la mujer de la que estoy enamorado, que aguanta mis rarezas, que soporta mis penurias y malhumores y que, de vez en cuando, me concede su gracia y me visita en mi castillo para posar desnuda mientras la fotografío. No es un desnudo cualquiera, no lo es.


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“En este punto, pues, las ideas del señor Alsogaray son persistentes, machaconas hasta la saciedad. “Debemos reducir el déficit del Presupuesto”. Los esfuerzos que se han hecho en este sentido, los que habrán de realizarse, representaría grandes tensiones con distintos sectores de la burocracia. La nivelación del presupuesto –o presupuestos- está envuelta en un morboso clima político, que el ministro de Economía ha caracterizado con su habitual claridad: “Al intentar equilibrar el presupuesto chocamos siempre con aquellos críticos (que el ministro ha calificado copiosamente de deshonestos) que por un lado se lamentan de las cifras del presupuesto y de otro adoptan posturas demagógicas que, si se aceptaran, provocarían un aumento del déficit.” Esto es cierto. En la Argentina muchas posiciones políticas están basadas en contradicciones y por eso es tan  difícil comprender la política del país como agradable encontrarse con mentalidades claras como las del grupo Alsogaray. Este grupo no tiene ya nada que ver con el tradicionalismo arbitrista carpetovetónico y es, en su acentuado matiz Pinay-Erhard, de un europeismo total.

El mayor déficit del presupuesto argentino proviene de los transportes estatizados –tierra, mar, aire-, y la sangría mayor la producen los ferrocarriles. El señor Alsogaray habló siempre de este asunto con la mayor gravedad: “Si el país no resuelve el problema del déficit de los transportes y, en especial, el de los ferrocarriles, y si no reorganiza todo el sistema, no podrá cumplir ninguno de los objetivos fundamentales que se ha trazado. Esta es una tarea apremiante que debe encararse cuanto antes.”

“Otro problema francamente negativo: lo que en Argentina se llaman jubilaciones. Ha sido exactamente al revés: en los últimos meses los seguros sociales han sido una fuente constante de inseguridad social. (…) “Tenemos que resolver el problema del régimen jubilatorio. El país dedica al pago de jubilaciones un porcentaje excesivamente Elevado de los ingresos. A un mismo tiempo, los jubilados están mal atendidos, existen considerables demoras y tremendas injusticias. Hay sectores privilegiados que cobran puntualmente mucho más de lo que debieran. Hay otros, en cambio, incluyendo personas ancianas e inválidas, que hace meses y aún años que están esperando. Cuando el gobierno intento, hace meses, resolver este problema, se desataron en su contra todos los intereses políticos y demagógicos que se juegan alrededor del mismo. Transitoriamente hubo que postergar las soluciones, pero ahora ya no pueden demorarse y estamos dispuestos a encararlas, cualesquiera que sean las resistencias que encontremos.

(...)

La administración Frondizi se encontró con déficits en la balanza comercial y en la de pagos, de volúmenes abrumadores. Fue preciso encararse con estas realidades al objeto de importar menos y de exportar más. En el primer aspecto se ha hecho mucho camino, a pesar de los grandes retrasos, de los graves acontecimientos  de violencia que el paso de la economía de ficción a la economía de realidades acarreó y puede todavía acarrear.

Están en marcha y funcionando a un ritmo creciente los planes sobre petróleo y gas, sobre el acero, sobre la electricidad, sobre tecnificación (sobre todo utilización de maquinaria) y sobre muchas otras necesidades vitales (carreteras, caminos, etc.)

Es verdaderamente interesante el sesgo que ha tomado la extracción de petróleo crudo en la Argentina, de aspecto absolutamente favorable y que, dentro de poco tiempo, liberará al país de un de sus mayores cargas.”

(Argentina, lo que se ha hecho y lo que falta para completar, Cartas de América, Josep Pla. Destino, Barcelona, 28 de enero de 1961)

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Aquel 28 de enero de 1961 en el que Josep Pla escribía sus crónicas argentinas, el Sol era más grande y la tierra giraba más rápido.

Cuarenta años después, Mary me hablaba de Argentina, estaba apesadumbrada, acababan de encarcelar a su hermano, un agente de policía de Buenos Aires, por matar a un preso.

Siempre nos peleábamos y discutíamos por todo mientras, ella y yo, limpiábamos lo que no se puede limpiar. Había trabajado en aerolíneas, hospitales, en mil lugares, estaba enamorada de Serrat y tenía una novia en Tarragona que le enseñaba el catalán.

Mary fue la primera que me contó que un mes en Internet es un año en la vida real. Es cierto.

Los mirlos se posaban en mis pies en las nevadas cumbres de la Acrópolis y en el Tsamis nos encontrábamos todos alrededor del fuego. Allí gané una apuesta futbolera y daba consejos a las chicas que se alojaban en él. Me la hizo ganar Butragueño en el último Mundial de Méjico de 1986, en el partido que enfrentó a España con Dinamarca. El campeonato lo terminó ganando Argentina con un gol también celestial de Maradona. Un día de verano, de aquel año o de otro, en las escaleras del Tsamis, una perra solitaria se me acercó buscando a Sirio, ¿o fue al revés?, da igual, era una perra esbelta, rubia y fina que caminaba de manera parsimoniosa y que olfateaba las palmas de las manos.

Dicen que el mar es azul y no es cierto, es argentino, gris plateado, lo pintan los peces con sus ojos que miran lo que no se puede mirar.

Veni también viajó, junto a Pere, mi padre, a Grecia. Allí se hacía comprender por todos sin necesidad de hablar el griego, su simpatía y alegría abrían todas las puertas, no era necesario saber idiomas, siempre fue la mejor intérprete que Pere podía desear.

Hoy he regalado la alfombra que usaba mi madre para volar y ayer tiré a la basura un par de Venus de Milo de madera y trapo.

Ambos son unos hechos poco corrientes, soy un hombre muy afortunado.

lunes, 14 de mayo de 2012

El Peletero/Feltrinelli


Hemeroteca peletera.

Feltrinelli

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Barcelona, 1 de maig de 2012

Estimat Albert,

Al cel no sonen les trompetes dels àngels ni se senten tampoc els brams dels dimonis, només m’arriba el batec tartamut de les aspes d’un helicòpter que deu empaitar manifestants i, de tant en tant, els xiscles de voltor de les gavines famolenques que assetgen coloms.

Sóc a casa sol, estripo papers, factures, notes, llenço diaris i revistes de manera enfebrada com si el futur i la policia em busquessin per detenir-me, emmanillar-me i dur-me a la presó.

Al carrer, a la nostra estimada Ronda, fa un sol efeminat de primavera, hi ha bombers i mossos arreu i grups de jovenalla que fan cara d’emprenyats i d’ofesos, entre ells passegen despreocupats homes pakistanesos, parelles dominicanes i famílies filipines que, com cada diumenge, treuen a les seves criatures a escampar una mica la boira. A les cantonades, contemplant el paisanatge amb una meritòria actitud budista, les putes de sempre, les nostres, les que hem conegut tota la vida, i amb elles els seus clients de sempre també. Però ara hi ha un canvi, coses de la globalització, les putes són xineses perquè ja, malauradament, no en queden d’espanyoles ni de gallegues, es veu que no és feina que vulguin fer les d’aquí, al menys no al carrer ni de manera tan planera i directa. Crec que ara les natives fan servir sistemes més sofisticats i més hipòcrites, adequats als temps actuals on tothom s’amaga darrera de disfresses que no oculten a ningú.

Sigui com sigui és una realitat fefaent, les orientals de l’Imperi del Centre han desplaçat a la famosa mamella gallega que tan bons records ens evoca; aquestes d’ara per no tenir no tenen ni pitrera ni malucs, són tant planes com una post de planxar, els hi manquen formes, corbes i estil a més de ser poc simpàtiques i molt adustes, esquerpes i gens amables; tot i que en aquesta feina, es ben cert, no se solen tenir llargues converses, no parlen tampoc bé l’idioma, ni el català ni el castellà, si bé de francès i de grec saben dir quatre paraules escadusseres i suficients.

Tot canvia, és veritat, estimat germà, res és igual ni res és per sempre, cal adaptar-nos als nous temps encara que només amb l’entusiasme just per no tenir que fer gaire el ridícul ni rebre després decepcions innecessàries.  

Tampoc ens hem d’entristir ni deprimir per la evolució rara de la vida, ans el contrari, pensa que tota la carn, vietnamita o empordanesa, val igual, totes tenen proteïnes contrastades que alimenten de la mateixa manera, i la mar de bé, el cos que l’esperit.

Mentre el cel i els ulls es pintin de pluja i les taronges de blau hi ha marge i esperança.

Les putes, cal dir-ho encara que els hi sàpiga greu alguns sentir-ho, donen seguretat i tranquil·litat com una mare o una perruqueria, són el gineceu, un barem positiu i fiable, un regulador, un índex clar, fidel i millor que ens indica de manera més rotunda que el IPC, que el futur arribarà com sempre, ineludible i incert, sí, però arribarà al cap i a la fi, que l’Apocalipsi no serà demà ni tampoc passat demà.

És bo saber-ho.

Una abraçada del teu germà que t’estima i no t’oblida.

X.

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De Togliatti al “Che”.

“Hijo de una familia de madereros milaneses, Feltrinelli fue un producto de la dorada atmósfera cultural milanesa de los años cincuenta. El esplendor de la intelectualidad crítica surgida sobre la destrucción del fascismo, trasladó a Milán buena parte del prestigio intelectual adquirido por el París existencialista de la inmediata posguerra. Einaudi y Feltrinelli serían los dos editores instrumentales del esplendor literario milanés originado en el “boom2 de la novelística de los Pratolini, Pavese, Moravia o Vittorini y sostenido hasta la aparición de los Bassani, Volponi y el experimental “grupo 63”. Feltrinelli mantuvo buenas relaciones con el partido comunista italiano hasta los hechos de Hungría. Entonces no aceptó las cómodas explicaciones oficiales y se convirtió en uno de los paladines de la desestalinización. Es decir, el origen de la rebeldía de Feltrinelli, como de la mayor parte de la intelectualidad crítica europea, fue el rechace del estalinismo y de las malformaciones de la autocrítica interna y del centralismo democrático.

En este sentido se produjo el “affaireZhivago”. Feltrinelli fue quien lanzó en Occidente la obra de Pastenak prohibida en la URSS. Su lucha contra la supervivencia del estalinismo fue instrumentalizada por el antisovietismo militante y Feltrinelli recibió la primera lección. A continuación editó “El gatopardo”. Esta novela había pasado por la mesa de Vitorini, por entonces director literario de Einaudi, y no había sido aceptada. Feltrinelli, asesorado por Bassani, la publicó y la convirtió en un “best seller”, mundial. La espléndida novela de Lampedusa mereció toda clase de interpretaciones: desde los que opinaron que era una marxistización de la conciencia de un ilustrado (el príncipe de Lampedusa) hasta los que opinaron que er un lamento aristocrizante por la perdida historia anterior a la burguesía. Segunda lección recibida por Feltrinelli: la conciencia lectora del universo seguía siendo una conciencia lectora religiosa.

El siguiente experimento “intelectual” de Feltrinelli, y puede decirse que el último, fue el lanzamiento del “grupo 63”. Se trataba de un grupo de jóvenes escritores e intelectuales, marxistas en política y experimentalistas en cultura, abiertos a las tesis del análisis estructural, interesados por la posición de Pietro Ingrao (1) dentro del PCI o por la opción de los “socialistas proletarios”. El “grupo 63” compuestos por gentes  tan prestigiadas como pueden serlo Eco o Sanguinetti, encarnaba la aparentemente contradicción entre antidogmatismo cultural y crítica de la molicie parlamentaria del PCI. Era la misma contradicción que afectaba a Feltrinelli, entonces admirador de Castro. En 1961 viajaba a Cuba en búsqueda de las Memorias de Fidel. Castro era la gran esperanza de la revolución real frente a la revolución lentamente tejida sobre las mesas de conferencias o desde los pupitres parlamentarios.

Y, finalmente, el “Che”. El modelo del “Che” afectó profundamente a Feltrinelli. Le pareció el ejemplo de la “revolución consecuente”. Feltrinelli fue el editor, amigo, soporte político de los “revolucionarios prácticos” de los años sesenta: Torres, Debray, el “Che”, Castro, Giap, Ho Chi-Minh... A nadie podía extrañar que cuando en Europa empezaran a configurarse nuevas izquierdas, en parte críticas de lo autoritario y en buena parte convencidas en el instrumento de la violencia para el asalto del poder, Feltrinelli hiciera suyas sus reivindicaciones”.

(“Feltrinelli, la confusión cubrió su vida y su muerte”, Manuel Vázquez Montalbán. Triunfo, Madrid, 25 de marzo de 1972)

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Barcelona, 1 de mayo de 2012-05-02

Querido Albert,

En el cielo no suenan las trompetas de los ángeles ni se oyen tampoco los chillidos bramidos de los demonios, sólo me llega el latido tartamudo de las aspas de un helicóptero que debe perseguir manifestantes y, de vez en cuando, los gemidos chillidos de buitre de las gaviotas hambrientas que acosan palomas.

Estoy en casa solo, rompo papeles, facturas, notas, documentos, tiro periódicos y revistas de manera febril como si el futuro y la policía me buscaran para detenerme, esposarme y llevarme a la cárcel.

En la calle, en nuestra querida Ronda, hace un sol afeminado de primavera, hay bomberos y mossos por todas partes y grupos de muchachería que hacen cara de enfadados y de ofendidos, entre ellos pasean despreocupados hombres paquistaníes, parejas dominicanas y familias filipinas que, como cada domingo, sacan a sus criaturas a tomar un poco el aire. En las esquinas, contemplando el paisanaje con una meritoria actitud budista, las putas de siempre, las nuestras, las que hemos conocido toda la vida, y con ellas sus clientes de siempre también. Pero ahora hay un cambio, cosas de la globalización, las putas son chinas porque ya, desgraciadamente, no quedan de españolas ni de gallegas, se ve que no es trabajo que quieran hacer las de aquí, al menos no en la calle ni de manera tan sencilla y directa, creo que ahora las nativas utilizan sistemas más sofisticados y más hipócritas, adecuados a los tiempos actuales donde todo el mundo se esconde detrás de disfraces que no ocultan a nadie.

Sea como sea es una realidad fehaciente, las orientales del Imperio del Centro han desplazado a la famosa teta gallega que tan buenos recuerdos nos evoca; éstas de ahora por no tener no tienen ni pechera ni caderas, son tan planas como una tabla de planchar, les faltan curvas, formas y estilo además de ser poco simpáticas y muy adustas, ariscas y nada amables; aunque en este trabajo, bien es verdad, no se suelen tener largas conversaciones, no hablan tampoco bien el idioma, ni el catalán ni el castellano, si bien de francés y de griego saben decir cuatro palabras sueltas y suficientes

Todo cambia, es verdad, querido hermano, nada es igual ni nada es para siempre, hay que adaptarse a los nuevos tiempos aunque sólo con el entusiasmo justo para no tener que hacer demasiado el ridículo ni recibir después decepciones innecesarias.

Tampoco nos debemos entristecer ni deprimir por la evolución rara de la vida, sino al contrario, piensa que toda la carne, vietnamita o ampurdanesa, vale igual, todas tienen proteínas contrastadas que alimentan lo mismo, y la mar de bien, el cuerpo que el espíritu.

Mientras el cielo y los ojos se pinten de lluvia y las naranjas de azul hay margen y esperanza.

Las putas, hay que decirlo aunque les sepa mal a algunos oírlo, dan seguridad y tranquilidad como una madre o una peluquería, son el gineceo, un baremo positivo y fiable, un regulador, un índice claro y mejor que nos indica, de manera más rotunda que el IPC, que el futuro llegará como siempre, ineludible e incierto, sí, pero llegará al fin y al cabo, que el Apocalipsis no será mañana ni tampoco pasado mañana.

Es bueno saberlo.

Un abrazo de tu hermano que te quiere y no te olvida.

X.


jueves, 10 de mayo de 2012

El Peletero/La vida extrema


Hemeroteca peletera.

La vida extrema.

He puesto a la venta mis libros a precio regalado, ya he vendido tres, uno de fotografías de Richard Avedon, otro de los fotógrafos Pierre & Gilles, toda su obra completa, y uno más de Roland & Sabrina Michaud, “Caravanas de Tartaria”, en la que se retrata el Afganistán de antes de la invasión soviética. Todos ellos son primeras ediciones y ejemplares descatalogados, mundos desaparecidos que pocos recuerdan, en total he conseguido 130 euros. En cambio, medio kilo de patatas, otro de cebollas y uno más de mandarinas y una lata de cerveza del supermercado de enfrente, me acaban de costar 4 euros con 74 céntimos. ¿Mal negocio?

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“José Manuel Naredo, autor junto con Óscar Carpintero del “Balance nacional de la economía española 1984-2000”, en prensa, señala hasta qué punto el número de viviendas ha crecido al margen de la realidad. Entre 1991 y 1996, dice, “el 85 % del aumento de viviendas en Madrid fueron viviendas secundarias o desocupadas. Cuando salga el censo del 2001, será el 90 %.

Al mismo tiempo, “desde 1985 el precio de la vivienda en España se ha multiplicado un 700%, mientras los salarios se han incrementado un 100% desde 1987. Esa fuerte revalorización ha hecho que se haya convertido en la primera inversión de los españoles.

Algunos expertos están aconsejando a sus clientes que es momento para vender. El “Frankfürter Allgemeine” avisaba que el “boom” de las oficinas en Alemania ha terminado. El mercado inmobiliario está tenso. Hay una amenaza real de un estallido de la burbuja. En los próximos trimestres se va a comprobar, dicen los banqueros. Los estallidos en este mercado no son tan aparatosos como en la bolsa. “Simplemente ves que un anuncio de una casa en venta no se retira en años porque no hay comprador. Y detrás de ese anuncio hay un propietario empobrecido.” ¿El destino de España?”

(“La economía española desconcertada”, José Manuel Garagoya. La Vanguardia de Barcelona, 28 de octubre de 2001)

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0,58 las patatas (655 gr.), 1,41 las cebollas (615 gr.) y 2,21 las mandarinas (595 gr.), la lata ha costado 0,54. Es un supermercado pequeño y caro, pero son las 21,30 de la noche y al que voy siempre, mucho más barato, ya han cerrado y me apetece cenar hoy un poco de verdura hervida aliñada con aceite de oliva, una tortilla a la francesa de un huevo que guardo solitario en la nevera, la cerveza y de postre la mandarina mientras elijo el próximo libro que voy a vender y la cama, de las cinco que tengo, en la que esta noche dormiré. Pero antes habré de escanear un dibujo del hijo de mi novia, editar las fotografías que le hice desnuda el otro día que tuvo la gentileza de venir a visitarme, y pensar en el guión de mi próxima película, “La tierra es plana”. Me iré a dormir tarde, como siempre, también he de terminar de leer una entrevista: “La vida extrema” que le hizo Cecilia Dreymüller a Herta Müller en el diario El País el 12 de junio de 2.010, un año después de ganar el premio Nóbel: “De mi madre oía desde niña frases como: “El viento es más frío que la nieve”, o “una patata caliente es como una cama caliente”, o “la sed es peor que el hambre”...” Esas cosas también las contaba mi propia madre y mi padre que hizo la guerra española en las filas republicanas con solo 18 años, pero aquellos son tiempos ya pasados, moribundos, primeras ediciones, mundos desaparecidos y recuerdos descatalogados que también me estoy vendiendo a precio de saldo.




lunes, 7 de mayo de 2012

El Peletero/Tertulia de cazadores


Hemeroteca peletera

Tertulia de cazadores.

Hace días que no saco al perro a pasear, tal vez porque no tengo ninguno aunque me gustaría para verlo zambullirse entre las flores como si fuera un amigo resucitado persiguiendo sus fragancias o buscando el rastro de alguna perdiz muerta por mi mano o mi fusil.

En estos tiempos de tribulación, de amnesia y de ignorancia, no hay mejor compañía que la soledad de un animal sin habla que con su mirada siempre pregunta y pide alguna palabra. Pasan los años y las paellas tienen mejor sabor a medida que los perros, y los amigos, se nos van muriendo aunque sigan vivos porque la realidad nunca reprime del todo las posibilidades de la literatura, por eso, tal vez, prefiero los jilgueros y escribir en las pizarras con tizas de colores la lista de los reyes godos.

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“Desde que se levantó la veda. Miguel Delibes sale a cazar con una pandilla de amigos. Toman el tren en la madrugada del sábado y con el alboroto de escopetas y mochilas esconden bajo el asiento a los perros, que viajan sin pagar billete. No se le escapa la artimaña al revisor, pero finge ignorancia. Descubrir el pastel supone dejar al país sin perdices y privar de su más sustancioso ingrediente a la paella que Josep Pla cocina todos los martes.

Puede asistir a este banquete el que quiera pagar la suma que el propio Josep Pla fija en una pizarra a la puerta de su masía. La cifra es ajustada al coste del servicio e inferior a la de cualquier restaurante del contorno, pero algunos se niegan a satisfacerla.

Carlos Barral, por ejemplo, nunca acude a estas comidas. Y no porque le disguste la caza de Miguel Delibes ni desconfíe de la mano de Josep Pla en los fogones, sino porque –y su opinión ha circulado por el Ampurdán con la suave intolerancia del lebeche- le fastidia encontrarse cerca del llar al bueno de Pío Baroja disertando sobre la decadencia de la cortesía.

En estos tiempos de tribulación, a la caída de la tarde y en alguna fonda española del interior o de la costa, suele escucharse la voz de Baroja. José Ortega y Gasset recuerda las dudas que le planteaba en una excursión que compartieron: “¿Se baja a cenar en zapatillas o con zapatillas?”.

Y no sin malicia apunta que lo que verdaderamente molesta a Barral no es la lidia de Baroja con la gramática sino su desdén al protocolo. Porque incluso en el hogar de Pla se dijo siempre que cenar en zapatillas o con zapatillas es hábito de sayagüeses.

Ortega -¿habrá quien lo dude?- emplea ese gentilicio con conocimiento de causa: Sayagüeses llaman ahora los despechados libreros sudamericanos a los editores españoles que, a las puertas del siglo XXI y con el capitalismo a salvo de la competencia comunista, han conseguido imponer la moda del impreso de denuncia en la Feria del Libro de Frankfurt. Con tanto éxito que en este otoño lanzan los periódicos el nombre de un prolífico policía español como candidato al Nobel de la Academia sueca.

No es ajeno a la maniobra el explorador Barral, como insinúa Azorín al elogiar las paellas de Pla en su tratado sobre la gastronomía batueca del Siglo de Oro. Sutil como el maestro de Monóvar sorprende a los cazadores la primera luz de la mañana. Y con la misma firmeza con que desbarata sus habladurías reprime la realidad las posibilidades de la literatura.”

(“Tertulia de cazadores”, Manuel Longares. La Vanguardia de Barcelona, 11 de diciembre de 1.992)

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Otra vez he vuelto a equivocarme de cama, tengo cinco en casa y todas están vacías, ayer mismo me quedé dormido en una a la que le faltaban dos mantas de lana, cogí frió y hoy me siento algo destemplado y poco católico, pero sin propensión ninguna al budismo como una muchacha argentina que conocí, el otro día, en la inauguración de una tienda de camisetas de techo blanco y amarillo; hace años fui católica, pero ahora soy budista, me dijo. A su lado había una italiana de Brescia, entre Milán y Venecia, la que ella decía con sonrisa cómplice: la perversa República de Saló, mientras me miraba con maliciosas, o virtuosas, intenciones. Y entre las dos un escocés teñido de rubio y enamorado de Beirut y una joven neoyorquina de veintidós años, negrita y preciosa, con alambres en los dientes y que se llamaba Nadine.

La literatura y la realidad casan mal igual que los besos y las bocas enrejadas, las flores y las zapatillas.