miércoles, 11 de noviembre de 2009

El peletero/Conversaciones con "El Gordo" (18)


13 Marzo 2009

18. El griterío.

Antes hablabas también de ese “relevo del paisaje físico por otro paisaje mediático donde realidad y ficción se confunden”. Eso es precisamente lo que no les debió de ocurrir a Pere y a Veni, tus padres, aquel día, que al llegar tarde, trepaban a todo correr por las escaleras de la Monumental de Barcelona, una de las dos plazas de toros que tenía la ciudad en aquellos años 40 del siglo pasado, para ver un combate de boxeo, creo que del famoso púgil catalán, Luis Romero. Boxeaba contra un rival que no recuerdo. Mientras subían por el interior del recinto oían el clamor de la gente, y antes de llegar a la boca que daba a la arena se produjo un silencio sepulcral. El griterío cesó de pronto y totalmente. Uno de los dos boxeadores había noqueado al otro en el primer asalto y ellos no lo habían visto, apenas les faltaron un par de escalones. No lo verían jamás, no había cámaras ni existía la televisión. Era un mundo en el que la realidad todavía era la dueña al no tener intermediarios tan poderosos que la representasen, no tenías una segunda oportunidad, ese famoso “replay” de ahora, o esa enorme filmoteca que es youtube, donde puedes ver aquello que te interesa todas las veces que desees.

El boxeo tiene eso, Gordo, ya lo sabes, puede durar apenas unos segundos y la vida apenas oírla en el alboroto y la confusión de la gente sin llegar a verla jamás. El boxeo es un eco lejano de la infantería pesada, desnuda, pero pesada, cuerpos tan compactos que dieron lugar a la “falange sagrada” de Tebas, los soldados de Epaminondas, todos homosexuales y que combatían en parejas, si caía uno, el otro permanecía a su lado guardando el cuerpo. Cerca de casa tenía una zapatería un boxeador español de origen marroquí, Mimoun Ben Alí se llama, hace poco cerró y se jubiló. Fue campeón de Europa de los gallos. Pequeño, fibrado, duro, compacto. Era hermoso verlo boxear con su bello perfil de bereber puro, un hijo del Atlas, un descendiente de aquellos que lucharon al lado de Aníbal y de Escipión casi al mismo tiempo.

¿Un traidor?

Yo no he dicho eso, Gordo. Hitler decía, como decían y dicen muchos, que en una guerra no es importante tener la razón, lo único que importa es ganar, nada más. ¿El amor es una cuestión que tenga que ver con la razón, Gordo?

No.

Por eso se lo compara con la guerra.