miércoles, 7 de diciembre de 2011

El peletero/La anatomía


Lecciones desordenadas y fugaces de anatomía barroca.


10. La anatomía.

Las “lecciones de anatomía” que se pintaron en el siglo XVII descubrieron un nuevo continente, que, aunque físico, remitía a una substancia mental todavía no descubierta, una tierra prometida de huesos y arterias que la medicina secuestraba y que, como afirma Philippe Ariés, hurtaba la propia experiencia de morir.

En las escenografías anatómicas que se desarrollaban encima de aquellas mesas forenses se debatieron los viejos y los nuevos conceptos sobre la realidad, el arte y la ciencia, el saber y la magia de la carne. La pintura fue fiel a la última al persistir, en buena parte, en el hechizo, en su voluntad irracional y en su devoción al espíritu que siempre es, por definición, ignoto y alado.

El misticismo y la sensualidad son las formas que superan el antiguo problema de la “maniera” que Hauser (1892-1978) define como “la imitación puramente externa de los modelos clásicos, y, por otra, a un íntimo distanciamiento de ellos”.

El Barroco rompe ese equilibrio básico que define al clasicismo y la tranquila imitación (Bellori) de la naturaleza que culmina con Rafael (1483-1520) y da lugar a los tres caminos principales de la pintura del XVII y XVIII, el realismo de Caravaggio (1571-1610), el clasicismo de Carracci (1560-1609) y el decorativismo de Rubens (1577-1640), (“El Barroco”, Checa-Morán) “sentido dramático, emotivo, retórico, teatral y anticientífico de la imagen”. Sin embargo, en pintores como Charles Le Brun (1619-1690), cofundador de la “Académie royale de peinture et de sculpture”, aparece la pintura científica que pretende dibujar el primer mapa psicológico (“La pasión domesticada”, F. de Azúa), al categorizar gráficamente el amplio abanico de las pasiones humanas.

Ya decía Leonardo (142-1519) que en una mancha en la pared había todo un paisaje. Los holandeses siempre los pintaron vacíos, pero humanizados al dejar en ellos alguna huella de nuestro paso.

Mirar desde la distancia ese espacio imposible de atravesar que pintaron de igual y de diferente manera Rembrandt (1606-1669) y Velázquez (1599-1660)

Ese Cristo de Miguel Ángel (1475-1564) no es un ser crucificado, lo es alado.

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“Casi todo lo que distingue al mundo moderno de los siglos anteriores es atribuible a la ciencia, que logró sus triunfos más espectaculares en el siglo XVII. El renacimiento italiano aunque no es medieval, no es moderno; es más afín a la mejor época de Grecia. El siglo XVI, con su preocupación por la teología, es más medieval que el mundo de Maquiavelo. El mundo moderno, por lo que se refiere a la actitud mental, comienza en el siglo XVII. Ningún italiano del Renacimiento hubiera sido ininteligible para Platón o Aristóteles; Lutero habría horrorizado a Tomás de Aquino, pero no hubiera sido difícil para él entenderle. En el siglo XVII es diferente. Platón y Aristóteles, Aquino y Occam no hubieran podido comprender nada de Newton.” (Historia de la filosofía occidental. Tomo II, Desarrollo de la ciencia. Capítulo VI. Bertrand Russel.)