23 Agosto 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
34. Holanda y la alegría.
Holanda es un país pequeño.
Su escuela de pintura nació casi al mismo tiempo que su soberanía política. Después de innumerables luchas con la Corona Española logró de ella la independencia sin necesidad del visto bueno de ningún Tribunal que la legitimara, ambas, la política y la pintura, fueron hechos consumados como lo son su mar y su cielo.
En aquel entonces Holanda disfrutaba de una inmejorable posición que le permitía comerciar con todo el mundo, su litoral era una puerta abierta al Atlántico, el nuevo mar que sucedía al viejo, cansado y agostado Mediterráneo. Holanda sustituyó también a los arruinados banqueros alemanes que habían prestado dinero al siempre insolvente Reino de España y a sus guerras locas y fanáticas.
Pero nada de todo eso tiene que ver con la pintura porque nada tiene que ver con la muerte y la luz.
En Holanda y en el resto del orbe luterano, nórdico y germánico, prosperó una burguesía moderna legitimada por una nueva moral que entendía la riqueza como una señal de bondad, honestidad, decencia, justicia y el premio a su mérito. Un modelo distinto, un individuo libre que, excepto por sus deberes con la comunidad, estaba solo frente al mundo y frente a Dios, entre ellos dos ya no había intermediarios, su responsabilidad, su soledad, su alegría y su miedo conformaban su autonomía y sus armas, sus blasones y sus medallas, en ellas estaba escrito su origen, su virtud y en el forro de sus vestidos negros un pecado sin nombre.
Pero nada de todo eso tiene que ver con la pintura porque nada tiene que ver con la alegría y el color.
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34M
-“Querido Víctor, yo creo que si te quedas el tiempo suficiente al lado de un muerto terminará por levantarse y volverá a caminar como lo hizo un día Lázaro, pero nadie dispone de tanto tiempo, ni siquiera creo que el tiempo sea tan largo, porque si hay algo que no es infinito es el tiempo, el espacio tal vez, pero el tiempo no. Esa es la diferencia fundamental entre pintura y música, la que hay entre el pasado y el presente, el primero es corto, en cambio, el segundo siempre es eterno.
Sigo esperando tu regreso, a veces sentada en el porche de casa, o de pie, fumando y bebiendo vino en el quicio de la puerta. Todo lo hago de pie, fumar o beber, comer o coser, cuando me siento no hago nada, dejo que el tiempo pase callada, sólo espero y miro el horizonte que me tapa como si fuera un bosque o una nube medio negra y medio escarlata.” (La madeja. Cartas a un amigo.)
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34H
-“En una vieja historia que narré hace tiempo, y que apenas duraba quince días me inventé una conversación imaginaria con Van Gogh, en ella el protagonista le preguntaba en qué consistía la pintura y el pintor holandés le respondía que pintar era elegir el color. Parecía una respuesta sin sustancia queriendo ser graciosa, pero un tiempo después de mi interesante diálogo con Vincent, cuando lo visité de veras en su casa de Arlés, leí en un pequeño libro de John Berger, “Algunos pasos hacia una teoría de lo visible” unas frases parecidas:
“Descubrir lo irremediable es el sueño de un pintor. El “azul” deja de ser un color que has elegido y se convierte en una fatalidad. Una fatalidad de la que no hay manera de zafarse. Esta fatalidad está presente en Tiziano, Turner o Rothko. Y ésa es la alegría.” (El hilo. Cartas a una amiga.)