viernes, 19 de marzo de 2010

El peletero/El tiempo pequeño/Réquiem.


13 Noviembre 2009

Réquiem

En algún lugar del tiempo, en el brillo de aquellas hojas imperecederas de mi platanero sigue trinando un jilguero.

Con sus ojos de niño travieso mira el mundo y escucha sorprendido mi propio cuento. Con su boquita de piñón le digo que le quiero y que su cara de peletero desmemoriado la reconocen mis gatas que confunden la vida con el amor. Ellas, que no saben si comen o aman, miran cómo canta. Ellas, que solamente tienen dos ojos y un corazón, no quieren mirar nada más que su carita de mirón.

Se lo digo, y al oírme, mi peletero sorprendido se despierta de su sueño eterno, de su quimera de pieles, cebollas y trigo, que terminará llevándoselo. Muriendo entre camillas, estertores y baldosas de hospital, le cuento que es famoso y que unas que no conoce, y que no conoceré yo, también le quieren y le quieren besar como hago yo.

Desde algún lugar del mundo, a través de aquella luz que entraba por el balcón, con el fulgor y con el resplandor de mis palabras, llegan mis gatas para acompañarle, les he pedido que vinieran y han venido todas, con ellas se va esperando a la primera, a la bienvenida que no puede vivir sin él, y que muy pronto, dos meses después, lo acompañará humilde, iluminando el camino de Alejandro con su luz de mandarina y su reguero de amor y compañía.

4 comentarios:

Inés González dijo...

Este relato me ha producido una angustia repentina, todo está muy velado, muy atado en las apariencias, no hay descripción sin anestesia, pero ese clima de despedida y acompañamiento afectivo es lo que provoca el frío en la piel.

Ventana indiscreta dijo...

Si tus gatas confunden la vida con el amor pues feliz confusión.
El amor confuso hace de la vida un trino desesperado y al niño que llevas propágalo, es un bote anaranjado entre el cereal.

El peletero dijo...

En este Réquiem hay un pequeño milagro, un fugaz “despertar” gracias a un conjuro de amor. Una invocación satisfecha, una llamada a la atención, al cariño y al verdadero amor. Mis palabras todavía las están diciendo mis labios que no paran de decirlas, en ellas vivirán el resto de mi vida. Las llamé y vivieron todas, no faltó ni una, gracias a su compañía mi jilguero no voló solo.

Saludos, Inés.

El peletero dijo...

No sé si la confusión es feliz, para mí no lo es, es mejor no confundir nada, otra cosa es que cantemos y escribamos poemas. Gracias por el bote anaranjado entre el cereal.

Saludos, Sofía