lunes, 13 de septiembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (43)

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

43. Moebius.

Hemos hablado de Benoit Peeters y François Shuiten, dos grandes maestros de contar historias dibujándolas, pero nosotros queremos caer en lo inevitable y hablar de Jean Giraud, alias Moebius, en el preciso y terrible momento en que el ingeniero Barnier se da cuenta de su error fatal al hacer entrar en resonancia el proyector de partículas con el calibra-niveles y destruir así, no sólo una bonita nave cablera, si no también provocar que los tres niveles del asteroide Flor se descompensen irremediablemente, al igual que nuestros escritos y toda la realidad que los sostiene.

El ingeniero Barnier, sin embargo, es una chica y lleva un abrigo de piel, la indumentaria peletera no es un detalle baladí y sí una casualidad poética que debemos mencionar. Al mismo tiempo, el enmascarado arquero del destino efectúa un disparo certero y atinado. Madame Kowalsky, Jerry Cornelius y el Mayor Grubert lo saben. Nosotros, gracias a Moebius, también.
“El Garaje hermético” es la obra maestra del cómic universal. Como “El Quijote” lo es de la literatura, ambas no tiene parangón, y, como la obra de Cervantes, es también él un folletín que quiere ridiculizar las viejas y noveleras historias, en este caso, de ciencia ficción. Como el Hidalgo de la Mancha, el Mayor Grubert, su protagonista, también viste ropas y vestimentas fuera de lugar y antiguas, en la obra de Moebius parece, con su salakov, un trasnochado explorador africano de las viejas épocas imperiales europeas en África. 

En “El Garaje...” encontramos también el viejo conflicto del que ya llevamos tiempo hablando, nosotros y el resto de la humanidad, el que siempre mantiene el ser humano con la realidad. Es el combate con Dios, es su lucha también, la de Él con nosotros, sus hijos, su creación, sus obras pictóricas. Cualquier artista verdadero tiene un asunto que resolver con sus personajes, y sin duda Dios lo tiene. El Mayor Grubert igualmente y con él Moebius y todos nosotros con nosotros mismos, nuestro mejor personaje. 

El Mayor Grubert, en el asteroide “Flor”, construye un Universo paralelo del que es amo y señor, tan real como lo puede ser el que nosotros ocupamos. Él es su dueño y lo habita a su manera indescifrable y propia. Es un mundo cerrado, es una piscina y una pecera de la que nadie, ninguno de sus moradores, excepto él, puede escapar.

Eso nos recuerda a “La Torre” de la que ya hemos hablado y esa “contracara” de Kafka y su posible error de apreciación. ¿Debemos entrar en el Castillo? O... ¿debemos huir de él?
El Mayor Grubert deberá intentar escapar después de la revuelta que los habitantes de “Flor” promueven en su contra para conseguir su libertad. Tiene varias vías para hacerlo, una de ellas es de emergencia y que debe utilizar a escape para no ser atrapado por sus perseguidores. Una puerta en la que hay pintado un número, el 9, y que conduce a... la estación de “Ópera” de París en una “conexión” imposible pero cierta. Así logra huir de sus hijos que quieren acabar con él, y así los abandona, huérfanos de padre y Dios. ¿Qué harán cuando se encuentren solos y dueños de su destino raro? Elegir a un tirano, a uno de entre ellos, a alguien vulgar. Primero se decapita a los reyes y luego se los sustituye por tiranos, siempre ha sido así.

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43M
-“Me alegra que te gusten mis poesías, Víctor, seguirán dos más. No sé si mis poemas son aceptables y correctos, pero la buena poesía que hay en todo buen arte necesita siempre un esfuerzo, nada es fácil, nada se da por sí mismo, siempre hemos de intentar dar la vuelta de tuerca necesaria para comprender las cosas mejor, yo lo intento aunque soy mayor para según qué, escribir requiere mucho esfuerzo.

Como tú también pienso que el arte críptico es un mal arte fuera de se nos escapen algunas claves que necesiten de la erudición del experto. La oscuridad da una patina falsa de calidad, mezclar palabras sin ton produce una falsa sensación de profundidad cuando lo que sucede es que no se sabe construir frases y sólo se pergeñan “cadáveres exquisitos”, que no son más que un buen divertimento estético, muchos los practican y otros se devana los sesos después buscando significados ocultos, enigmáticos y casi verdaderos. 

Recuerda “El perro andaluz”, de Buñuel, un “cadáver exquisito” tras el cuál se han querido ver cosas que no existen porque nadie pretendió que las hubiera. 

El arte debe ser claro, no en el sentido de fácil: “el cielo es azul y el mar es inmenso”, si lo hacemos fácil lo convertimos en mediocre. El arte no debe ser elitista, pero gustar a muchos no es una buena señal, tú siempre lo has destacado. Gustar a pocos tampoco. El buen arte va más allá del entretenimiento, aunque se puede hacer arte del entretener. Nuestras fotos desnudos eran algo más que entretenimiento, ¿no?” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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43H
-“Fuiste la flor que siempre deseé, fuiste un ramo entero de Fantin. Te quise guapa, fresca, joven y anciana, bella y contenta por el mañana en el que yo ya no estaré ni seré siquiera un dulce atardecer. ¿Te fijaste en esas dársenas imposibles de Lorrain?, siempre me llevaban a los puertos grises desde donde zarpaban las naves de los elfos que iban hacia las tierras imperecederas. ¿Recuerdas nuestra travesía?, ¿la llegada de Ulises a Itaca y tu bienvenida? 

Fuiste la espina, sin mí o con otros, quizás sola, fuiste la rosa, la única que pude y supe pintar. Fuiste mi vida, la escalera, el espejo roto y la madera, fuiste la pared, la ventana y toda aquella esquina, fuiste mi novia, fuiste mi india, fuiste la niña que rapté siendo pirata en los mares de la china.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

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