lunes, 16 de febrero de 2009
El peletero/El ojo y el negro (5)
28 Octubre 2007
PIETÀ
Hi ha dones
a qui, ja gran, se’ls morí un fill,
i el duen sempre a les entranyes,
que es van obrir de nou per acollirlo.
Girat el mirar endins,
veuen només un embolcall de gasa,
fred, rígid, mut.
L’orella escolta sols
l’abisme del silenci.
(Joan Vinyoli)
PIETÀ
Hay mujeres
a quienes, ya mayores, se les murió un hijo,
y lo llevan siempre en sus entrañas,
que se abrieron de nuevo para acogerlo.
Vuelto el mirar hacia dentro
únicamente ven un envoltorio de gasa,
frío, rígido, mudo.
La oreja sólo escucha
el abismo del silencio.
(Joan Vinyoli)
Querida Silvia,
Esta vez no quería tener sorpresas desagradables, que hubiera disputas por la forma de tratar el tema de la pintura y que al final me pagaran menos de lo estipulado. Las cosas debían quedar muy claras antes de empezar a pintar.
Fui a ver al párroco como es lo preceptivo y lógico. El quería conocer también qué había pensado para esa “Piedad” que la Parroquia me ha encargado. Ha de ser una tabla que habrá de ir en la pared derecha de una las capillas laterales de la Iglesia. Es toda ella pequeña, y la capilla más todavía, pero no me importa, las grandes dimensiones desvirtúan la obra, la hacen más importante de lo que verdaderamente es.
Mi intención era hacer una “Piedad” diferente, fundirla con una “Resurrección”, abrir una puerta al dolor de la muerte. Al final conseguí que aceptara la idea del agua, pero ya sabes como soy, soberbio y me creo muy inteligente, esperaba convencer al párroco enseguida y fácilmente. Creí que mis palabras lo seducirían y no se opondría. Lo que sucedió fue otra cosa, no sé si todo lo contrario, no sé como llamarlo. Eso que ocurrió fue que casi me convence él a mí, de mi propia idea.
Empecé haciéndole ver que el suyo es un pueblo marinero, que viven del mar y que la patrona es “una vez más” (no lo dije así) la Virgen del Carmen.
Hice mención también a que el Obispo, hace poco, acaba de adquirir una Venus desnuda que sale del mar cabalgando conchas. Pensé que tal vez pudiera sentirse envidioso y quisiera emularlo. Lo gracioso es que en el fondo acerté.
Le conté que quería pintar a Cristo saliendo de un sarcófago lleno de agua, ayudado por su madre, la Virgen María y por Magdalena.
Le dije al párroco que no era ninguna herejía que la Virgen María sacara el cadáver de su divino hijo de dentro de un sarcófago lleno de agua. La misma Venus sale del mar. Y que en Italia hay pueblos en que durante sus fiestas la Virgen emerge también desde las mismas aguas de la playa, llevada a hombros por los muchachos del pueblo.
El párroco sin embargo no es tonto, y me advirtió dulcemente que utilizaba muy mal los argumentos teológicos y que la tesis tenía que ser a la inversa. No es la Venus pagana la que legitima la bondad religiosa de una escena, me dijo, lo son las Santas Escrituras. Solamente ellas dictan la corrección de un relato y un drama en el que Dios es el protagonista, no lo olvides nunca.
Le hablé también de que ésa era una hermosa imagen del útero materno, pues aunque parezca que saquen un cadáver no lo es, pues ya ha resucitado, está vivo Aunque un poco maltrecho, pero más vivo que nosotros. Es un como niño recién nacido.
Jesús, cuando muere en la cruz, muerto está, afirmó. Y cuando resucita no es ningún niño recién nacido. Es todo hombre y todo Dios. Y de maltrecho, nada de nada. No confundas a Jesús con Lázaro. Ése sí que renació con mala cara, tanta, que sus hermanas en lugar de alegrarse se asustaron, Dios mío, debe de estar enfermo, se dijeron. Y en aquel momento el párroco soltó una carcajada y se rió un buen rato. ¿No te ha hecho gracia?, me preguntó.
Yo me callé.
Y él también se calló y se me quedó mirando con la cara de un anciano satisfecho. De un anciano que acababa de comer, y comer bien.
Estaba bastante perplejo, no tenía ninguna respuesta preparada, no sabía qué debía alegar. Aquel capellán viejo, vestido con una hábito raído y lleno de manchas resultaba que era instruido y listo. Y lo que más me desconcertaba era que me miraba como lo hubieras hecho tú, Silvia, con cariño.
¿Quiere un vaso de vino?, me preguntó, mientras yo seguía callado.
Sí, por favor, se lo agradezco, le respondí.
Mientras sacaba la jarra de vino de una alacena que tenía a sus espaldas, me dije, háblale como si fuera una mujer, primero halágalo y luego… y nada más pensar eso oí que me decía mientras llenaba los dos vasos:
Y no me trates como a una mujer a la que quieres llevarte a la cama. Háblame como si fuera tu padre, ¿entendido?
Otra vez me había dejado mudo. Naturalmente le tuve que dar la razón, no podía hacer otra cosa, después de la cara inexpresiva que se me había quedado. Pero le pregunté por qué el Obispo tenía una pintura así, una Venus desnuda surgiendo de una concha.
Él sabrá, me respondió, quizás porque es un Obispo, pero yo soy solamente un párroco y no me puedo permitir esas pinturas en mi casa. Ni tampoco las quiero, a mi no me vengas con esas tonterías paganas, los italianos son unos frívolos y unos charlatanes. Pero… Se calló.
¿Pero?, le pregunté.
Continua hablando, me dijo con una sonrisa amable. Di lo que piensas, dilo, no tengas miedo
Se me hizo un nudo en la garganta. Bebí un poco de vino. No sé, dije, yo creo que el dolor no puede ser el final. El final ha de ser la esperanza, por eso me gustaría fundir en una sola pintura, muerte y resurrección.
¿Y el agua?, me preguntó.
Es sencillo, le respondí, es un símbolo fácil, casi infantil, todos pueden entender su significado. Se usa en el bautismo, te limpia los pecados, calma la sed. El agua es vida y el sarcófago es un pozo. Es un nacimiento como dije antes, una mujer pariendo. Jesús deja todos nuestros pecados en esa agua de la que emerge.
Me gusta, respondió. Lo ves, no debes hablar de lo que no sabes y mucho menos pretendas hacer creer a los demás que sabes algo que no sabes. Cuenta la verdad y nunca te equivocarás.
¿Qué verdad?
Esa que me has contado a mí. ¿No te has dado cuenta que acabas de confesarte?
Me quedé estupefacto.
Sí, así ha sido, no pongas esa cara. Piensa un poco y averiguarás esa verdad. O mejor, pinta eso que me has contado, mientras pintes irás entendiendo de lo que te hablo.
¿Está de acuerdo entonces?, le pregunté inseguro.
¡Claro hijo!, claro, afirmó el párroco, claro que estoy de acuerdo, eso es, no hay sólo dolor, el dolor es la antesala de la esperanza, de la nueva vida. El Obispo se morirá de envidia cuando lo vea, porque pienso invitarlo a que vea tu pintura. Después del Sansón que le pintaste tendrá un corte de digestión. Y se rió con ganas.
Así es, respondí para mí y sin escucharle, Jesús es eso, creo.
Sí hijo, es eso, es esperanza. Se bebió todo el vino de un solo trago. Adelante, píntalo, me respondió abriendo los brazos como si fuera a abrazarme. Pero cada semana quiero ver resultados, no te duermas. Hazme un calendario y cúmplelo. Y antes de empezar lo quiero todo en un esbozo y con los colores correspondientes, no sólo con el carboncillo, ¿de acuerdo?
Es esperanza y coraje, recuérdalo siempre hijo, recuérdalo.
No respondí.
¡Ah! sí, la semana que viene te daré una décima parte del dinero, y según cómo vayas te iré dando más. ¿Bebes?, ¿tienes alguna ramera favorita?
¿Qué? Le pregunté sorprendido.
¿Es guapa?, no me engañes, ¿eh?. ¡Ah! y no te olvides de pintar a Magdalena, María se enfadaría si nos olvidamos de ella.
¿Y San Juan?, pregunté
¿San Juan?, no sé, no me interesa. A mi me interesan las mujeres, sean vírgenes o no, madres o hijas.
O hermanas, respondí.
¿Qué?, me dijo sorprendido
Hermanas, repetí.
¿Hermanas?, ¡es verdad, no había pensado en ellas!, me respondió. ¡Pobres hermanas!, ¡me había olvidado!
Esta vez había ganado yo, pensé. Y sonreí.
Esa fue la conversación querida Silvia, ¿qué te parece?, dame tu opinión. Te adjunto un esquema de esa “Pietà”
¿Cómo está mi sobrina Rosa?, ¿y tú?, ¿y todos vosotros?, espero que bien. Yo lo estoy.
Tu hermano que te quiere.
Teodoro.
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Querido Teodoro,
Me has hecho reír con tu párroco y tu cara de tonto. Ese hombre me recuerda al padre de Christian, ya sabes que vive cerca, con sus dos hermanas viudas, los tres viudos.
Siempre te engaña, pero nunca te miente; primero te riñe y luego saca lo mejor que hay en ti. Lo quiero mucho y todos sus nietos lo adoran, y sus hermanas lo cuidan como a un rey. Yo no lo podría hacer mejor. Ni que quisiera, con todo el trabajo que tengo.
Siempre llevas las cosas al límite Teodoro, la cuerda siempre a punto de romperse. Además, no puedes ir por el mundo con esa soberbia, como si todos los demás fuesen menos que tú.
Aunque al fin y al cabo se hace “La Pietà” que tú querías. Diferente y nueva. Lo has conseguido. Tienes una manera extraña de conseguir las cosas. Pero has tenido suerte.
Procura no fallarle, no me has dicho su nombre, pero algo me baila en la cabeza. Es instruido, y acepta una “Pietà” diferente y dice que no quiere frivolidades italianas. Si no me equivoco creo que sé quién es. Tú nunca te fijas en estas cosas, pero yo sí, he de fijarme en las cosas que dan dinero, soy mujer y he de alimentar a una familia.
Si es quien creo, tal vez aún tengas más suerte que la que ya has tenido. Dime el nombre, ya sabes que tengo buena memoria, no como tú que ni siquiera sabes las monedas que llevas en los bolsillos de tu jubón, bolsillos siempre agujereados.
Todos estamos bien, Teodoro. Tu sobrina Rosa me deja los pechos vacíos. Christian me observa atento darle el pecho a la pequeña y creo que se muere de celos. Eso le ha pasado con todos nuestros hijos, con Pablo, el primero, fue más difícil, luego ya se ha ido habituando.
Escucha, si el párroco te da alguna opinión propia sobre la pintura o te insinúa algún cambio, no le lleves la contraria. Termínala bien y a su gusto. Hazme caso.
Christian está intentando hacer un negocio difícil, yo estoy preocupada, pero si le sale bien ganará dinero y me ha prometido pagarte un pasaje para que vengas a vernos. ¿Vendrías?
¿Cómo está Marta, la hija de tu casero? Dile algo, ya sabes a que me refiero.
Tu “Pietà” es excelente, arriesgada y valiente.
No se pinta a Jesús vivo y desnudo, excepto en la Cruz. En “La Piedad” en cambio ya está muerto, así nos lo enseñan.
Cuando resucita lo encontramos vestido, peinado y hermoso. Nunca hemos visto a Jesús “resucitando”, siempre nos lo muestran “resucitado”, nunca presenciamos el “Instante” como si fuera pecado, y no lo es.
Que en tu Resurrección continué estando desnudo le da verosimilitud a esa llamada “Resurrección de la carne”, nos creemos lo que vemos y algo todavía más importante, mucho más. Vemos lo que creemos, y al verlo nos decimos, ¡ves!, ¡tenía razón, era verdad!
Tú tienes ese don, Teodoro.
Tu hermana que te quiere.
Silvia.
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Las imágenes que encabezan el presente relato pertenecen a una “video instalación” realizada el año 2002 por Bill Viola, artista contemporáneo nacido en New York, el año 1951, titulada “Emergence”.
La secuencia está “filmada” a una gran velocidad, el resultado en pantalla es el contrario, el de una enorme lentitud.
Toda la escena transcurre tan lentamente que a nuestros ojos parece una verdadera pintura que se transforma.
Esa es la aportación de Bill Viola, no es vídeo, es una pintura en movimiento.
Precedentes reconocidos por el propio Bill Viola:
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