martes, 21 de julio de 2009

El peletero/Glosas: Conversaciones con una lagartija (12 primera parte)



22 Agosto 2008

14 de juny

Malgrat ser un rèptil em preguntes per una paradoxa que creus haver trobat en aquest curt text que reprodueixo de L. Stevenson en el poema dedicat a Tarita Teriipia. Vols saber, como diu l’escriptor de “Les illes del Sud”, per què els viatgers que les visiten somien en tornar a casa, però que el seu és un desig que mai es compleix, sotmesa la seva circumstància a una maledicció que gairebé sembla també consentida i volguda

Afirmes que deu ser una variant del captiveri daurat, com si el Paradís fou al mateix temps el veritable Infern.

Jo no sé d'on pots haver tret aquests conceptes, són massa elaborats per un animal com tu, curt de tot, excepte de cua i de sentit comú. Em respons que de l'aigua i de les granotes, que ambdues et provoquen un estat incòmode i confús, d'estranyesa, de pertinença perduda. Em dius que hi ha vegades que et sents d'aquesta manera, perdut, sense saber cap on has d'anar. Mancat de necessitats i sense pors o com si la cua tallada hagués deixat de créixer.

Un record és perdre la cua definitivament?, em preguntes.

Sí, és cert, si fa no fa és això mateix, et responc. Un record és perdre una cosa definitivament, la cua o un dit, un ull o la llengua, el pany o la clau.

Per què m'agraden les granotes i els gripaus?, insisteixes.

T'agraden com a nosaltres ens agraden les sirenes, intento raonar. Elles habiten un mon que va ser nostre, però que ara ja és inhabitable i inhòspit.

Et bellugues nerviós, girant sobre tu mateix, intentant mirar-te i mesurar-te la cua, com si volguessis comprovar que encara la tens.

I jo et miro amb l'ull dret, i després amb l'ull esquerre, com si volgués comprovar que encara hi ets i no te n'has anat per cap esquerda.

Quan arriba el vespre et ve la gana. Encenem els fanals que ben aviat s'omplen amb el seu núvol d'insectes esmorteint la llum i els seus senyals.

Aquestes preguntes, si més no, sempre les fas abans de dinar o de sopar, que ja no sé quan dines o sopes. Les fas sempre amb l'estomac buit.

Però si et respongués com es mereix la teva perspicàcia hauria de desvetllar secrets que no em pertanyen, misteris que no són meus. Aquest secrets els he sabut gràcies a la facilitat que dona l’amor per obrir les portes de la necessitat humana i no pas gràcies a l’habilitat del pare confessor ni tampoc a la del psicoanalista barat. Tardes de licors i aiguardents amb nits de vins i de roses exòtiques, tot sentint serenates alienes, mentre el món girava als meus peus –i això no és pas cap metàfora- m’han donat la no sempre agradable oportunitat de conèixer coses i afers que no em pertanyen ni em pertanyeran mai, al menys ja mai més, per què l’adverbi “mai” sempre correspon al futur i no pas al passat que ja no és temps ni tampoc és res.


TRADUCCIÓ AL CASTELLÀ

14 de junio de 2008

A pesar de ser un reptil me preguntas por una paradoja que crees haber hallado en este corto texto que reproduzco de L. Stevenson en el poema dedicado a Tarita Teriipia. Quieres saber, como dice el escritor de “Las islas del Sur”, por qué los viajeros que las visitan sueñan en regresar a casa, pero que el suyo es un deseo que nunca se cumple, sometida su circunstancia a una maldición que casi parece consentida y querida.

Afirmas que debe de ser una variante del cautiverio dorado, como si el Paraíso fuera al mismo tiempo el verdadero Infierno.

Yo no sé de dónde puedes haber sacado estos conceptos, son demasiado elaborados para un animal como tú, corto de todo, excepto de cola y de sentido común. Me respondes que del agua y de las ranas, que las dos te provocan incomodidad y confusión, extrañeza, la sensación de pertenencia perdida. Me dices que hay momentos en que te sientes así, perdido, sin saber hacia dónde debes ir. Falto de necesidades y sin miedos, o como si la cola cortada hubiera dejado de crecer.

¿Un recuerdo es perder la cola definitivamente?, me preguntas.

Sí, es cierto, más o menos debe ser eso mismo, te respondo. Un recuerdo es perder algo definitivamente.

¿Por qué me gustan las ranas y los sapos?, insistes.

Te gustan como a nosotros nos gustan las sirenas, intento razonar. Ellas habitan un mundo que fue nuestro, pero que ya es inhabitable e inhóspito.

Te mueves nervioso, girando sobre ti mismo, intentando mirarte y medirte la cola a ojo, como si quisieras comprobar que todavía la tienes.

Y yo te miro con el ojo derecho, y después con el ojo izquierdo, como si quisiera comprobar también que todavía estás y aún no te has ido por ninguna grieta.

Cuando llega el atardecer te entra hambre. Enciendo los rótulos para que se llenen con su nube de insectos amortiguando la luz y sus señales.

Estas preguntas, siempre las haces antes de comer o cenar, que ya no sé cuando comes o cenas. Las preguntas siempre con el estómago vacío.

Pero si te respondiera como se merece tu perspicacia habría de desvelar secretos que no me pertenecen, misterios que no son míos. Estos secretos los he sabido gracias a la facilidad que da el amor para abrir las puertas de la necesidad humana y no gracias a la habilidad del padre confesor ni tampoco a la del psicoanalista barato. Tardes de licores y aguardientes, con noches de vinos y rosas exóticas, oyendo serenatas, mientras el mundo giraba a mis pies -y eso no es ninguna metáfora- me han dado la no siempre agradable oportunidad de conocer cosas y asuntos que no me pertenecen ni me pertenecerán nunca, al menos ya nunca más, porque el adverbio “nunca” siempre corresponde al futuro y no al pasado que ya no es tiempo ni tampoco es nada.

4 comentarios:

Paraula dijo...

"ñas, ñas"

Mordido
cortita mordida
pero mordido.

besos.

El peletero dijo...

Apreciada señorita Paraula, muchas gracias por su mordisco, pero lamento mucho no poderla corresponder. Soy un pobre anciano de barba cana, dentadura postiza, enfermo de artrosis, propendiente a la demencia senil, al olvido involuntario, al estornudo fácil a causa de mis múltiples alergias, estoy lleno de manías tontas y raras y también estoy casado. Soy gay y hace diez años me uní en matrimonio a un vikingo joven, alto, fuerte, rubio y que se llama Olaf Erikson, padre de cuatro bellísimas niñas rubias que cuidamos entre los dos –su ex mujer su fugó con una muchacha venezolana de pechos operados, labios voluminosos y una preciosa cabellera negra- y al que le gusta llevar un enorme mostacho y dos trenzas largas en el cabello. Es muy simpático y me quiere mucho. Además, lo amo, quiero a mi marido y le soy fiel, y pienso seguir siéndolo, de obra y de pensamiento.

Lo siento mucho, querida mía, deberá buscar otros dientes que la muerdan, los míos no pueden hacerlo, tienen dueño.

Saludos, encanto.

Paraula dijo...

Viejo Bobo

te estoy siguiendo el juego,
estoy jugando contigo,

yo también estoy casada "con un vikingo".

Que bello !!
(saber que eres gay, son encantadores)

:P

Jajaj !! (sigue jugando)


Te mando Besos, dientes postizos ♥

El peletero dijo...

Pues me debo de haber explicado muy mal, la diplomacia no es lo mío. Yo solamente trataba de decir de una manera simpática, y medio cómica, que “no” quiero jugar.

Lo repito para que quede claro: querida Paraula, “no” quiero jugar”. Yo no estoy aquí para eso.

Me sabe mal haber dado una idea completamente equivocada.

Lo siento.