sábado, 13 de noviembre de 2010

El peletero/La aguja del pajar (54)


Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

54. La ciudad y el polvo.

Toda la anterior argumentación se aparta de la psicología moral de Frankfurt que nos recomienda que procuremos ser lo que ya somos, y que por seguridad no franqueemos jamás el linde que nos separa y nos da identidad y forma si no queremos volvernos locos y deambular, que no vivir, en una no vida.

Pico es un hombre del Renacimiento, entusiasta y lleno de ilusión y curiosidad por andar el largo camino que empieza bajo sus pies. Frankfurt, en cambio, es un filósofo de principios del siglo XXI que ya ha recorrido buena parte de ese trayecto y que conoce qué guarda el polvo de sus zapatos gastados. Lo que sus ojos han visto le impelen a la prudencia y al sentido común, parece regresar de una guerra a la que todos se apuntaron con adolescente irresponsabilidad: negar el valor de la verdad.

Sin embargo, los tres, Platón, Pico y Frankfurt, cada uno a su manera, intentan señalar, ubicar y delimitar el espacio humano, “La Ciudad”, “La Polis”, “La Urbs”, el único lugar habitable por nosotros donde podemos ser cualquier cosa que deseemos, aunque sea mintiendo. La libertad nos otorga este privilegio, virtud y vicio al mismo tiempo. Botones y ojales que abrochan el mismo vestido.

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54M
-Siempre usabas la palabra “verdad” como si fuera la piedra de una honda, parecías un pequeño David derrotando a la mentira monstruosa.

Recuerdo tus regañinas conmigo, yo te pinchaba y sacaba de ti lo mejor, al menos te hacía enfadar.

Decías gruñón: “Las apariencias son imprescindibles, ¿en qué otra cosa pueden basarse mis juicios? Parece que la palabra que no te cuadra es "aparentar", pero si eres un hombre sincero, simplemente debes actuar como un hombre sincero, ¿no es así?

¿Cuál es la diferencia entre aparentar y actuar, entre aparentar y comportarse? De tus dudas se deduce algo innegable, que la mentira debe ser ocultada porque pretende sustituir a la verdad, pasar por ella, desplazándola o expulsándola, ocupar su lugar sin que nadie se perciba de ello. La mentira debe tomar el rostro de la verdad sin serlo. ¿Cuál es el rostro de la verdad? ¿Debemos presuponer que la verdad no necesita de tales artilugios escénicos, oratorios o teatrales, que no requiere gestos ni disfraces para presentarse al mundo?

¿Nadie necesita pues aparentar ser sincero?, ¿con serlo es suficiente? Pero, ¿no crees que si así fuera significaría que todo el mundo es capaz de reconocer la verdad nada más tenerla ante sus ojos? ¿Es realmente así? Yo creo que no. La verdad también necesita ser aparentada. La apariencia es aquello que aparece ante nosotros y no necesariamente aquello que oculta otra cosa. La apariencia no es ninguna cortina tras la cuál suceden, acontecen y son las verdaderas cosas.

Es evidente que Platón no creía eso, y con él más de la mitad del mundo que se fía antes de un santón que de un médico, ignorancia, necesidad, bobería y beatería juntas.”

Y al oírte te creía, tal vez no por tu capacidad de convicción o por la verdad de tus palabras, ni por tu apariencia segura o por la fuerza de tu persuasión, pero sí porque te tenía enfrente, al alcance de mí, podía escucharte mientras te desnudaba y te besaba, podía creerte mientras dejaba de escucharte.” (La madeja. Cartas a un amigo.)
 
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54H
-“Querida Verónica, no debes preocuparte, no es necesario prestar atención a tus olvidos ni a los míos, todo el mundo tiene lagunas en sus recuerdos, si no fuera así no lo serían y sólo podrían ser archivos, cajones, nichos, armarios llenos de cosas y esqueletos. Olvidarse no es exactamente mentir, pero se le parece. La memoria está formada por sueños, por eso hay en ella tierra seca, lagos, ríos y mares inmensos, bosques, selvas y llanuras desarboladas, desiertos y ciudades, nubes de algodón o de azúcar y abismos en las cicatrices de nuestras manos. Yo sé que me recuerdas como si me acostara a tu lado cada noche para sentir tu compañía, pero no es así, no me acuesto contigo, no te toco, no te pido ayuda ni consuelo, ni una tonta caricia me das ni te doy, me hallo tan lejos que no sé ni siquiera dónde estoy.” (El hilo. Cartas a una amiga.)

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