lunes, 24 de noviembre de 2014

La subvenció



Diari de tardor (16)

La subvenció.

La meva avia Carmeta es va morir a la dècada dels anys 30 del segle passat, no la vaig poder conèixer, i la meva avia Rossita l’any 1970, així que, malauradament, no tinc avies i, per tant, no queda viu al món ningú que em pugui alabar a no ser que m’alabi a mi mateix tot i que sóc perfectament conscient que és de mal gust auto vanagloriar-se. Em disculparan, però, si caic en la temptació perquè, agradi o no, és el que penso fer de manera descarada i sense manies a continuació en aquest post, relatar un fet del que em sento molt orgullós i, en part, responsable. 

A primers de la dècada dels vuitanta el Gremi de Pelleters de Catalunya va decidir, en una operació econòmicament arriscada, però molt valenta professionalment, obrir la primera escola de Pelleteria a Espanya. Va tenir un gran èxit immediat, vam rebre matriculacions de  nois i noies de tota la Península per venir a estudiar a Barcelona l’ofici de pelleter, una jovenalla entusiasta i tendra, la majoria fills també de pelleters. Eren molts, però no eren suficients per fer viable econòmicament l’escola malgrat la donació gratuïta del material per part de molts agremiats. Tot el Gremi, amb el seu President i la Junta, havien participat amb molt d’esforç i donat plenament el seu recolzament a l’empresa i rebut per part dels seus col·legues espanyols la més càlida i sincera felicitació.

Les dificultats econòmiques, però, ens van obligar a demanar una subvenció al departament corresponent del Ministerio de Comercio del Gobierno de España. Aquest ajut, si més no, no hagués, a la llarga, solucionat res, només retardat el final ineludible. L’Escola fou únicament una iniciativa romàntica que havia intentat imitar a moltes altres escoles de pelleteria d’Europa.

Esperant la subvenció que no arribava la situació es va agreujar obligant-nos a tenir que prendre la decisió que ningú volia,  acomiadar, indemnitzar als treballadors i professors, i tancar definitivament l’escola. Així és va fer a primers dels noranta, havia estat oberta a prop de deu anys.

Al cap d’uns mesos, i amb la sorpresa de tothom, va arribar la subvenció que finalment ens havien concedit i que era de tres milions i mig de pessetes de l’època.

La Junta es va reunir i encapçalada pel seu President va decidir tornar la subvenció al Ministerio perquè el motiu i el destí dels diners ja no existien.

Dos mesos després es va rebre una telefonada d’una funcionària del Ministerio que ens preguntava perquè havíem tornat la subvenció. Li vam explicar les raons de la devolució, aquesta vegada de paraula, i la seva resposta va ser que érem uns beneits perquè ens podíem quedar els tres milions i mig de pessetes i gastar-los en el que ens semblés millor, que era, d’altra banda, el que tothom feia en situacions similars. Vam insistir en la nostra negativa i la funcionària va tenir que acceptar amb desgana i a desgrat la devolució dels diners. ¿Era una funcionària corrupta?, en absolut, només era una funcionària mandrosa que no tenia gens ni mica de ganes de treballar, de fer la seva feina, el paperam corresponent i tramitar l’emprenyadora, per a ella insòlita i absurda també, devolució de la subvenció.

Aquests són uns fets passats, però el que és una història plenament actual és la que es representa en aquesta escena de la pel·lícula que clou el post, Brazil, de Terry Gilliam, una barreja de Kafka i d’Orwell, i on podem veure caminant per un laberint i auto interpretant-se en els seus propis personatges al Rajoy, a la Soraya i al Torres Dulce dient sí, no, no, sí, no sí, sí, seguits d’una troupe de pidolaires. Estic segur que des d’un d’aquests despatxets minúsculs, com el DZ-015, on reclouen al protagonista ens deuria telefonar la funcionària del Ministerio per dir-nos que érem uns beneits retornant la subvenció.

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Diario de otoño (16)

La subvención.

Mi abuela Carmeta falleció en la década de los años 30 del siglo pasado, no la pude conocer, y mi abuela Rossita en 1970, así que, desgraciadamente, no tengo abuelas y, por tanto, no queda vivo en el mundo nadie que pueda alabarme a menos que me alabe a mí mismo aunque soy perfectamente consciente que es de mal gusto auto vanagloriarse. Me disculparán si caigo en la tentación porque, guste o no, es lo que pienso hacer de forma descarada y sin manías a continuación en este post, relatar un hecho del que me siento muy orgulloso y, en parte, responsable.

A primeros de la década de los ochenta el Gremio de Peleteros de Cataluña decidió, en una operación económicamente arriesgada, pero muy valiente profesionalmente, abrir la primera escuela de Peletería de España. Tuvo un gran éxito inmediato, recibimos matriculaciones de chicos y chicas de toda la Península para venir a estudiar a Barcelona el oficio de peletero, una juventud entusiasta y tierna, la mayoría hijos también de peleteros. Eran muchos, pero no eran suficientes para hacer viable económicamente la escuela a pesar de la donación gratuita del material por parte de muchos agremiados. Todo el Gremio, con su Presidente y la Junta, habían participado con mucho esfuerzo y dado plenamente su apoyo a la empresa y recibido por parte de sus colegas españoles la más cálida y sincera felicitación.

Las dificultades económicas, sin embargo, nos obligaron a pedir una subvención al departamento correspondiente del Ministerio de Comercio del Gobierno de España. Esta ayuda, no obstante, no hubiera a la larga, solucionado nada, sólo retrasado el final ineludible. La Escuela fue solamente una iniciativa romántica que había intentado imitar a muchas otras escuelas de peletería de Europa.

Esperando la subvención que no llegaba la situación se agravó obligándonos a tener que tomar la decisión que nadie quería, despedir, indemnizar a los trabajadores y profesores, y cerrar definitivamente la escuela. Así se hizo a principios de los noventa, había estado abierta cerca de diez años.

Al cabo de unos meses, y con la sorpresa de todos, llegó la subvención que finalmente nos habían concedido y que era de tres millones y medio de pesetas de la época.

La Junta se reunió y encabezada por su Presidente decidió devolver la subvención al Ministerio porque el motivo y el destino del dinero ya no existían.

Dos meses después se recibió una llamada de una funcionaria del Ministerio que nos preguntaba por qué habíamos devuelto la subvención. Le explicamos las razones de la devolución, esta vez de palabra, y su respuesta fue que éramos unos tontos porque nos podíamos quedar los tres millones y medio de pesetas y gastarlos en lo que nos pareciera mejor, que era, por otra parte, lo que todo el mundo hacía en situaciones similares. Insistimos en nuestra negativa y la funcionaria tuvo que aceptar con desgana y desagrado la devolución del dinero. ¿Era una funcionaria corrupta?, en absoluto, sólo era una funcionaria perezosa que no tenía ni pizca de ganas de trabajar, de hacer su trabajo, el papeleo correspondiente y tramitar la molesta, para ella insólita y absurda también, devolución de la subvención.

Estos son unos hechos pasados, pero lo que es una historia plenamente actual es la que se representa en esta escena de la película que cierra el post, Brazil, de Terry Gilliam, una mezcla de Kafka y de Orwell, y donde podemos ver caminando por un laberinto y auto interpretándose en sus propios personajes a Rajoy, a Soraya y a Torres Dulce diciendo sí, no, no, sí, no sí, sí, seguidos de una troupe de pedigüeños. Estoy seguro que desde uno de estos despachitos minúsculos, como el DZ-015, donde recluyen al protagonista nos debió llamar la funcionaria del Ministerio para decirnos que éramos unos tontos devolviendo la subvención.

4 comentarios:

Marga dijo...


Partamos de la base: tengo de la burocracia la misma opinión que todos, ese mastodonte de digestión pesada, lento de reflejos y pensamiento, que no es capaz de diferenciar la realidad de la aplicación de la norma o de la ley y que por su propia naturaleza y peso es capaz de caer sobre nosotros sin ser consciente del daño o de su nulidad.

Y dicho esto, continuaré, mire que me molesta hacer de abogado del diablo pero… me temo que en este caso desconoce el funcionamiento de las partidas presupuestarias públicas. No sólo en el estado español, mi experiencia le asegura que al menos las europeas funcionan de igual manera y también en algunos de sus estados miembros, aunque no recuerdo si todos. Así que no se trataba (en este caso, repito) de una funcionaria perezosa e inútil –por otro lado lugar común y ofensivo que tiende a desprestigiar la labor pública. No digo que sea su caso, sólo apunto que suele ser lo habitual y la razón de que casi todo el mundo hable maravillas del sector privado aún desconociendo el verdadero funcionamiento de éste y provocando las palmas de la gente ante el inclíto mundo de las privatizaciones.- lo que sucede es que cuando se devuelve una partida, al año siguiente el presupuesto concedido a ese departamento se ve mermado en la misma cantidad de aquel que no fue utilizado el año anterior, con el consiguiente menoscabo de nuevas subvenciones. Esta, y no otra, sería la razón de la insistencia de la mencionada funcionaria. Vamos, que imagino, claro que tampoco podría asegurarlo pero parece tener más sentido, no cree?

Por supuesto no me voy a meter en el jardín de corrupciones, malos usos o concesiones de subvenciones a destiempo o inútiles. Como ya le he dicho, en ese tema estamos todos de acuerdo. Y mi abogacía del mal tiene los límites que el sentido común y el conocimiento del género humano y sus asociaciones imponen, jeje.

De todas formas lamento que tuvieran que cerrar su escuela, eso sí que es una de esas barbaridades a lamentar en cualquier situación o lugar. De las muchas a las que el mastodonte suele contribuir.

Besos con toga torcida

El peletero dijo...

Le podría contar, querida Marga, miles de anécdotas de vagos e ineptos en la empresa privada, en todos y cada uno de los distintos escalafones, desde el que limpia al que dirige, desde el empleado al dueño, desaprensivos, fuleros, mangantes y aprovechados, ladrones y estafadores. Las consecuencias, sin embargo, cuando se dan estos casos son bien distintas en el ámbito privado que en el público, excepto tal vez para las grandes empresas privadas, esas del IBEX, que, en bastantes aspectos, poco se distinguen de las públicas.

Tenga en cuenta que yo solamente he hablado de ¡una! funcionaria, ni de dos ni de tres ni del cuerpo de funcionarios. Por ello, es bueno, creo yo, desprenderse del sentimiento corporativista que nos empele a todos, yo el primero, a defender actitudes y prácticas indefendibles de las que son o pueden ser desgraciadamente víctimas cualquier corporación o grupo humano. Tengo unos cuantos amigos funcionarios que son y siempre han sido, buenos y magníficos ejemplos para cualquiera y en sus casos también unos furibundos críticos con el marco en el que han de trabajar.

Tiene mucha razón en lo que me cuenta del funcionamiento de las partidas presupuestarias y no desconozco en absoluto esta lógica de las cosas que usted me relata y sobre la que no puedo afirmar nada distinto que exclamar: ¡¡peor me lo pone!!, y que demuestra, una vez más, que la realidad siempre supera la ficción, pues esa lógica subyacente que me cuenta es puro Kafka.

En el mejor de los casos y siendo honestos, podíamos haber destinado la subvención
a dar conferencias profesionales, o a pagar viajes para visitar otras escuelas europeas o becas para estudiar en ellas, o conocer casas de subastas o granjas peleteras en medio mundo o asistir a Ferias internacionales, pero para eso ya teníamos un presupuesto propio y aprobado que aportaban los agremiados y la IFTF, la Federación Internacional peletera que obtiene sus ingresos de una comisión que se aplica en todas las ventas que se producen en la subastas.

En el peor de los casos nos hubiéramos podido repartir la subvención a escote, o destinarla al presupuesto de meriendas, comidas y cenas de la Junta o haber cambiado el mobiliario de la sede. Nadie nos hubiera fiscalizado ni demandado ni acusado de nada si le hubiéramos dado mal uso. La funcionaria daba por supuesta nuestra honradez.

Y puede que no fuera perezosa y yo me haya precipitado irresponsablemente en mi juicio, pido perdón (creo, sin embargo, que en el fondo le he hecho un favor al calificarla así), seguramente sólo era una funcionaria, como usted dice, que quería cumplir honestamente con su deber y asegurar para la próxima partida del año siguiente el mismo nivel de dinero destinado a subvenciones, que no se viera mermado al devolver la nuestra. Esa es una explicación muy creíble y que tiene mucha lógica y seguramente así debió de ser.

En este sentido, la cuestión, la tonta, pequeña y baladí cuestión del destino de las subvenciones no debería formar parte del temario, de las preguntas que ella debía hacerse como buena funcionaria, eso, supongo, no era asunto suyo, no le correspondía hacerse esta clase de preguntas, escapaban a su deber. La relación entre el dinero público recibido y su destino debe ser una “no pregunta” que merece una “no respuesta” como la que nos dio: “no sean tontos y quédense con el dinero, es lo que hace todo el mundo”.

Resumiendo: la lógica que nosotros usamos fue pensar que ese dinero de la subvención estaría mejor empleado en otro sitio que lo necesitasen verdaderamente. Pero ya vimos que el Ministerio usaba otra muy distinta y que usted nos ha explicado muy bien, pero como en nuestro subconsciente no cabía nos pensamos maliciosamente que la pobre funcionaria era perezosa y no, no lo era, era todo lo contrario, era una funcionaria diligente que solamente trataba de cumplir con su deber.

Tiene usted la misma afición que yo, defender al diablo, pobrecito, él también tiene derecho a una buena defensa.

Besos sin peluca como esa que llevan en Inglaterra los jueces y abogados.

Isolda Wagner dijo...

Su amiga Marga, me ganó por la mano.
LLevo un retraso considerable, debido a problemas que quisiera nombrar ajenos a mi voluntad, pero no: ahí están impidiendo mi concentración.

Empiezo pues, por este post. Ya irán viniendo los demás. Como funcionaria de carrera, le aseguro a usted, que se dinero de la subvención llevaba su nombre y no uede sr destinado a otra partida. La persona que le insistió en que se hiciera cargo llevaba razón: era para su escuela y aunque tarde, era para ustedes.
Si me pongo de su lado, probablemente hubiera hecho lo mismo; no es ético aceptar un dinero que ya no tiene el fin predeterminado.
Le añado un ejemplo: Si usted ecibe un premio monetario por su buena labor y decide entregar el total a una ONG, pongamos por caso, no le será nada fácil. La eterna burocracia de este país, le obligará a aceptarlo, pagar las plusvalías y luego usted mismo lo podrá entregar a quien quiera. Es un absurdo. Vuine a ser lo contrario de la célebre subvención.

No me olvido de El Peletero, vendrán tiempos mejores y podré dedicar mi tiempo a sus cosas.
Besos, agradecidos siempre.

El peletero dijo...

Esa fue la cuestión, querida Isolda, nosotros también pensamos que no era ético aceptar aquella subvención.

En estos momentos en España la pregunta importante que nos debemos hacer es si la corrupción es anecdótica aunque numerosa o bien es sistémica. Pdr Snchz y Rajoy afirman solemnemente que es anecdótica cuando muchos sospechamos y nos tememos que es sistémica.

La comisión parlamentaria que acaba de iniciar sus pasos en el Parlament de Catalunya a raíz del caso Pujol pretende dilucidar eso, si en Catalunya es sistémica o no. Mi opinión es que sí lo es o que también lo es en relación a España, aunque, naturalmente, mi opinión no cuenta. Como cualquier comisión de este tipo no logrará su fin, ya lo sabemos, pero ahí queda su intención y la precisión de su objetivo que no es, porque no es su cometido, adjudicar culpabilidades penales. Presidida, por otra parte, por uno de los miembros, David Fernández, un tipo inteligente y legal, de la CUPS, movimiento asambleario de izquierdas e independentista que lleva muchos, muchísimos años trabajando desde las bases de calle y de barrios, y con muchos concejales en numerosas ciudades catalanas, ni profesores universitarios de ciencias políticas ni intelectuales becados, nada parecido a ese tsunami mediático de indignados que arrolla España y parte de Catalunya y que, según los últimos sondeos, se convertiría en la tercera fuerza de Catalunya sin tener a nadie, absolutamente a nadie, trabajando aquí. Evidentemente los buscarán y los encontrarán para ofrecerles la dirección de la franquicia de Podemos.

Saqué a relucir a ese episodio de nuestra subvención por la discrepancia , precisamente, entre las lógicas del que ofrecía la subvención y del que la rechazaba. Sin duda cometí una falta, que siempre resalto en los demás, un juicio de valor sobre las ganas o no de trabajar de la funcionaria, falta por la que pido, de nuevo disculpas, pero es que en nuestra cabeza no cabía esa expresión de ingenuidad kafkiana, tenía que ser algo más sencillo: la pereza. Y la verdad no sé qué es peor.

En relación a eso, a Kafka redivivo, también tengo otra anécdota profesional relativa a un aval, pero esa es otra historia que contaré en otro momento.

No sé si el caso del premio es el mismo caso, porque nosotros no queríamos dar o desviar esa subvención a nadie, ni a una ONG ni a las Hermanitas de la Caridad, así de insolidarios éramos, solamente devolverla porque considerábamos que no nos pertenecía al haber desaparecido el objetivo y la razón de pedirla u de haberla recibido, nada más.

Espero que sus otros quehaceres de los que me habla sean placenteros o, al menos, no sean desagradables.

Besos agradecidos igualmente.