viernes, 30 de mayo de 2008

El peletero asesino



22 de abril de 2006

Anófeles Bofarull i Malull fue decapitado en la Francia de la posguerra al encontrár entre sus pertenencias y entre otras cosas extrañas una magnífica chaqueta de piel humana. Aunque la sentencia de muerte sólo probó el uso y usufructo de dicha maravilla de la peletería, nunca se pudo saber ni el origen de las pieles ni el artesano que las confeccionó. Pero al pobre Anófeles le cortaron la cabeza los civilizados franceses al descubrir que a su pasión por la moda rara añadía una especial afición gastronómica por el canibalismo. La nevera del acusado hubiese merecido unas cuantas estrellas Michelin, incluso durante el juicio mas de uno tomó ávidamente notas de algunas de las recetas que allí se mencionaron.

Por lo que respecta a la chaqueta de piel humana está oficialmente pudriéndose en los almacenes de los juzgados de París envuelta en papeles de periódico y plásticos sucios. Aunque las malas lenguas sospechan que un juez perteneciente a una orden secreta la robó o la rescató, la conservó con celo y amor y la usa sólo en privado o entre sus amigos más íntimos y fieles o en rituales secretos y misteriosos.

Durante mucho tiempo se investigó a los peleteros buscando entre ellos al autor de aquella obra que sin exagerar podemos calificar de maestra por su extraña perfección y singularidad. Nadie nunca encontró ningún rastro, ni señal, sólo un cierto aire de superioridad moral y una disimulada admiración profesional que no hacía más que aumentar la sospecha de complicidad gremial y de omertá temerosa.

Nosotros aunque también peleteros no tenemos miedo a la ley del silencio, tal vez porque nada sabemos o porque nada queremos decir. En cualquiera de los dos casos somos culpables, por tontos o por santos de mirada oblicua.

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