miércoles, 11 de junio de 2008

El peletero esotérico



26 de mayo de 2006


No fue ninguna casualidad que Teodoro Van Babel imitara a Rembrand y a su “Lección de anatomía” cuando pintó al gremio de modistos y peleteros de Rotterdam situando a todos sus miembros alrededor de un maniquí de sastre, de pie y desnudo de cualquier clase de vestido. No, no fue ninguna casualidad, por que tanto los unos como los otros cortaban y cosían, hurgaban, desmenuzaban y reconstruían. Y tampoco fue un capricho, como ya veremos, que Van Babel escribiera debajo de cada uno de ellos el nombre popular de una libélula, emblema fundamental de las costureras. Tan es así que, a pesar de ser varones todos los retratados por Van Babel, éste los bautiza con los nombres de Francisca, Leonora, Silvia, Carolina, Julia, Ulrica, Luisa, Cristina, Amelia y muchas más. Extraños hermafroditas con barbas, bigotes y dedales.

Hemos dicho que no fue un capricho por que en su correspondencia, Van Babel nos habla de una cofradía secreta similar a la masonería, que en lugar de tener como símbolos el compás y la escuadra, tendría la aguja, el dedal y el hilo como instrumentos místicos de su arte, y a la libélula como su tótem ancestral.

Los masones tenían como misión conocer la arquitectura del universo, dibujar sus planos y construir de acuerdo con ese orden fundamental representado en el templo de Salomón, útero materno primordial.

En cambio, los seguidores de la aguja, el dedal y el hilo, tenían el deber de hurgar en las entrañas del mismísimo Arquitecto, descubrir su anatomía interior y exterior e intentar reproducirla con la mayor fidelidad posible. Su modelo, naturalmente, no era otro que la síntesis de Adán y Cristo, el Gólem perfecto.

A diferencia de los escultores y los pintores, a veces tan distantes con la realidad, estos artesanos del corte, el hilo y la costura, establecían con ella una relación promiscua. Sus pinceles no representaban la carne, la vestían realmente y sus tijeras y agujas la transformaban con aquella segunda piel de telas, plumas y pieles. Pronto, muchos fueron perseguidos, encarcelados y ajusticiados por idólatras y herejes. Los maniquís de sastre, sin cabeza, brazos, ni piernas, como esculturas mutiladas, parecen oscuros y secretos ídolos inmortales.

Por desgracia, algunos de sus seguidores psicópatas todavía aparecen de vez en cuando tratando de fabricarse un vestido con piel humana. Los cirujanos, arreglan narices y ojos, rebajan barrigas y aumentan pechos, estiran, tensan, y alisan pieles, inventan vaginas y cortan penes sin el menor problema; se han hecho ricos y son aplaudidos por una multitud de seguidores fervientes y entusiastas.

Delirio y misterio.

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