domingo, 8 de junio de 2008

El peletero técnico



18 de mayo de 2006

Hay dos clases de vestidos, los que no están cortados ni cosidos y los que sí lo están. Los primeros son las túnicas, capas, pañuelos, turbantes y sus innumerables variedades y combinaciones. Los segundos pretenden ser una segunda piel, se abrochan, tienen cuellos, sisas y llevan mangas para los brazos y perneras para las piernas. Son un rompecabezas que hay que cortar y coser.

Los peleteros siempre estamos cortando y cosiendo, hagamos los unos o los otros, pero esta es una historia que ahora no viene al caso.

El universo de las túnicas o drapeados viste al mundo antiguo. El de las mangas y las sisas viste al moderno. En líneas generales es así, aunque los dos universos pueden mezclarse y convivir juntos. Las faldas, los chales y las sotanas son una pequeña muestra de una perfecta fusión entre ambas concepciones.

También podemos clasificar los vestidos como si pelásemos una cebolla aunque sin llorar. De fuera a dentro o de dentro a fuera. En cualquier caso los vestidos hechos en piel casi siempre han estado fuera, son la última capa, lo que llamamos sobretodos. Su nombre lo dice todo: encima de todo. El final o el principio del recorrido dependiendo si uno se viste o se desnuda.

La piel o el telar también son dos maneras distintas de elaborar la materia prima base que servirá para confeccionar un vestido. A pesar de su antigüedad la confección en piel ha sobrevivido hasta nuestros días. Sea con pelo o sin él seguimos usando pieles para vestirnos y calzarnos. Esto es así a pesar de que muchos se puedan rasgar las vestiduras que suponemos estarán hechas de tela animal, vegetal o plástica. Esto es así a pesar de que muchos y muchas se nos desnudan para protestar por el uso de esta materia prima que, habiendo sido un recurso natural, ya no lo es, como tampoco lo son ni su carne ni sus grasas muy bien aprovechadas en la industria de la cosmética y en la de alimentos para personas y sus mascotas. Son, eso si, una manufactura como lo es la carne de ternera, los muebles de madera o los ferrocarriles. Las pieles, además de biodegradables, su materia prima es sostenible e inagotable mientras haya granjas o rebaños.

Muchas mujeres y hombres, sean ricos o no, consumen pieles de animales para vestirse y la industria de la moda se las proporciona con creatividad, descartando cualquier prejuicio al respecto sea éste estético o inevitablemente moral. El sujeto y objeto de la moral sólo puede y debe ser el ser humano, cualquier otra cosa es antihumanismo y nihilismo.

Ahora sólo nos queda clasificar los vestidos de arriba abajo, o de abajo a arriba, pero esta es otra historia.

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