miércoles, 16 de julio de 2008

El peletero desmemoriado



22 de agosto de 2006

El peletero desmemoriado tiene ochenta y ocho años, Alzheimer y la sonrisa más hermosa del mundo.

Hace unos cuantos años su modesto y floreciente negocio de peletería se desmoronó, se vino abajo y se arruinó. Salvó lo que pudo hasta que no se acordó de salvar más.

Cuando era joven los pelos de sus pieles se le incrustaban entre el dedo y la uña y su hijo mayor se los quitaba con lupa y pinzas.

Unos años antes, cuando aun se parecía a Clark Gable, y después de treinta i tres meses de servicio militar obligatorio, en la España de la posguerra, se casó con una jovencita que se parecía a Vivien Leigh y que ahora, con ochenta y seis años aun se sigue pareciendo a la bella actriz norteamericana.

Cuando era todavía más joven y hacía poco que había dejado atrás la pubertad, se vio obligado a hacerse soldado de la República Española y salir a campo abierto a defenderla del fascismo con su propia vida, que por suerte pudo conservar intacta.

Más joven aun, acabada la niñez, tuvo que dejar la casa familiar de campesinos pobres, irse a la gran ciudad, ponerse a trabajar y aprender a vivir solo.

Todavía niño, tuvo que sufrir y soportar las bofetadas de su primo, maestro de escuela, que le enseñaba a leer y a escribir. El dolor de los golpes sólo desaparecía con las caricias de Carmen, su madre.

Antes de nacer, incluso antes de ser concebido por sus padres, debieron ocurrirle otras cosas importantes, tal vez buenas o tal vez no. Ahora, con sus ochenta y ocho años, se las guarda para sí, te mira con sus ojos grises, permanece en silencio como ha hecho en los últimos años y sonríe con la sonrisa más hermosa del mundo. Cuando él crea que es el momento adecuado, ya nos las contará. A nosotros sólo nos cabe guardar silencio como él.

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