jueves, 18 de septiembre de 2008

El peletero/El truco



10 Enero 2007

El robo era complicado pero el plan era muy bueno y el premio mucho mejor. Valía la pena arriesgarse ya que el peligro en realidad era muy pequeño, o eso pensábamos. No necesitábamos ni tener una coartada preparada, lógicamente el dinero se encontraría a faltar, pero nadie nos vería robarlo. Nadie vería nada, un buen truco de magia que ni cien cámaras de televisión podrían descubrir. Eso sí, uno de los ángulos había de permanecer ciego, ésa era la clave. Así como los naipes del prestidigitador necesitan un tapete verde, nosotros también.

El plan era tan bueno que incluso merecía ser ensayado en la realidad. Así lo hicimos, robamos diez mil dólares, salió perfecto. Pero diez mil dólares son calderilla, queríamos naturalmente muchísimo más. La calidad del truco merecía una codicia mucho mayor y la nuestra era enorme. Lo malo fue que no pudimos encontrar un tapete verde adecuado para tanto dinero, no cabía en nuestros bolsillos y se nos caía de las manos, llenas a rebosar. Así nos cogieron, nuestro ángulo ciego resulto ser sólo tuerto. El exceso nos perdió y en la cárcel nos perdimos varios años.

Al salir libres disfrazamos la codicia con la paciencia. Y así, poco a poco, nos propusimos acumular mucho. Pero el truco ya era conocido, la policía no es tonta y según se vio, nosotros sí lo éramos, pues volvimos a parar en la cárcel un tiempo después. Más años de condena, y además por reincidentes, demasiado tiempo encerrados esta vez. Así que decidimos huir, un buen truco de magia nos serviría, uno de aquellos en los que desaparece gente, entran en un baúl y luego cuando se vuelve a abrir no hay nadie, eso nos serviría. Estuvimos bastante tiempo planeándolo, perfeccionando y probando el truco. Al final, entrábamos y salíamos cuando queríamos, lo habíamos conseguido: íbamos de la cárcel al baúl y del baúl a la cárcel y nadie nos lo impedía, así que un día decidimos no volver. Desde entonces estamos encerrados y encogidos en un doble fondo de un baúl que no nos permite ni estirar las piernas, es bastante incómodo y con el tiempo ya empieza a ser doloroso, pero estamos contentos porque nuestra huida ha sido todo un éxito. Esta vez hemos sido más listos que la policía que aun no ha descubierto nuestro maravilloso truco.

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