lunes, 23 de febrero de 2009

El peletero/Poesía Fría-El primer canto (3 de 4)



9 Noviembre 2007

LA MUERTE

Como todos sabemos, y Borges nos lo vuelve a recordar en esa conferencia que citábamos en el capítulo anterior, los sucesos de la historia no solamente sirven para contarla, eso es lo obvio, en ella debemos tratar también de leer entre líneas, y procurar así descubrir algunas otras verdades y enseñanzas que nos sean valiosas.

La Iliada sorprende por su modernidad, los personajes que encontramos son tan humanos como nosotros mismos. En ella, aparte de la ira de su protagonista, se nos cuenta también el saco de Troya. Todos conocemos el pretexto de la guerra y las verdaderas razones de ella.

Un honor herido, unos celos enfermizos y la codicia de hombres como Agamenón. Junto a él hallamos también piratas, ladrones, aventureros, oportunistas, mercenarios, esclavos y hombres libres.

Pero Borges resalta algo que otros ya han hecho antes que él y que es de suma importancia repetir. La verdadera historia que narra la Iliada es la de un hombre que sabe que no logrará su objetivo, que antes de alcanzarlo morirá.

Ésa es la verdad del poema homérico: tratar de contarnos el significado que representa embarcarse y permanecer luego en un navío que sabes que inexorablemente se hundirá, y tú con él.

Todos sabemos que la muerte es la única compañera que nos aguarda al final del camino, para recibirnos con su frío beso. Pero cuando hablamos de conocer el destino queremos decir que conocemos también el cómo y el cuándo del beso.

Todos en esa nave conocen su destino, todos saben el final.

O dicho de otro modo y mucho mejor, todo el que conoce ese cómo y ese cuándo es alguien.

Esa es una distinción fundamental, porque ser alguien es lo que te permite, a pesar de la falta absoluta de esperanza, bajar al infierno para rescatar a tu amigo, o subir al Olimpo a robar el fuego sagrado de los dioses. O viajar a la Cólquide para robar también el vellocino de Oro. O adentrarse en el laberinto para matar al monstruo. O vengar al ser querido para que se haga tu justicia, la única que verdaderamente sabes que te sirve.

O viajar tal vez a la otra punta del mundo para conocer la respuesta a una pregunta que nadie te querrá ni te sabrá responder, pues nadie hay al otro lado. De esa pregunta y de su respuesta depende tu vida. Pero el océano que habrás de atravesar, volando como un ave majestuosa, no baña ninguna playa, sabiendo así que terminarás fatalmente cayendo igual que una piedra, marcando precisa y perfectamente la vertical y la perpendicular con ese pozo inmenso que es el mar.

Tratando de morir elegantemente, bien vestido, peinado, perfumado, de pie, mirando al frente, sonriendo y sin ninguna clase de rencor.

Aquiles es alguien, y no ignora que nunca logrará conquistar Troya, que morirá en su negocio particular con la ciudad.

Troya también sabe (los que deben saberlo, los que son alguien) que perecerá y será destruida, y todos sus habitantes muertos o esclavizados.

Este parece ser el final aunque la historia no termina aquí.

Los dioses tienen una manera muy rara de hacer justicia. Borges nos la recuerda al mencionar una vez más, que el linaje glorioso está en la casa de Príamo y no en la de Agamenón, ni en la de Ulises, ni siquiera en la de Aquiles. La gloria está en la derrota encarada, jamás en la victoria lograda.

“Hoy es un buen día para morir”, afirmaban los lakotas antes de lanzarse al combate. La más valiente aristocracia de la pradera nunca consideró digno de hombres libres lamentarse y sí, en cambio, celebrar el valor.

Nada es más así, que en la vida de Jesús, un hombre que siendo Dios tampoco rehuyó la muerte si ello significaba no cumplir su propósito. Algunos podrán pensar que ése no es ningún mérito para un dios. Nosotros creemos que sí lo es. Morir hombre no es cualquier cosa, ni siquiera para Dios.

Con los Evangelios, la Iliada y la Odisea, tenemos los tres relatos básicos que encierran las tramas primordiales, y sus innumerables variaciones, en las que se fundamenta toda la literatura.

Las “semillas inmortales” como las llama Jordi Balló.

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