jueves, 26 de marzo de 2009

El peletero/Poesía fría-El primer paso (y 4)



31 Diciembre 2007

EL FINAL

No llegaréis a ser una especie diferente a la de los humanos, ni siquiera seréis una raza distinta a las demás.

No tendréis el privilegio o la maldición de transmitir vuestra condición a la descendencia que podáis o queráis engendrar, no seréis por tanto el origen de ningún linaje, ni tampoco seréis las ramas de ningún tronco.

No tendréis la capacidad de reconoceros entre vosotros, ni tampoco sabréis nunca que habéis sido señalados y vuestro nombre anotado en una lista.

Tampoco sabréis jamás que algún día alguien os pedirá cuentas.

Ni siquiera sabréis qué se espera de vosotros.

La ignorancia de vuestro deber será absoluta, pero el juicio al que se os someterá no tendrá piedad, nadie en él os defenderá, pero cuando escuchéis los cargos seréis vosotros mismos los que os impondréis la sentencia.

Ése y sólo ése será vuestro derecho.

(“El cielo y el Polvo”, texto apócrifo perteneciente a las “Crónicas de los Reyes Mellizos”, rescatadas por Saverio Cuchiao di Tommasso “Il pellicciaio”)

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Algunos consideran este texto como la otra cara del “pecado original”.

Pero pocos se han atrevido con él.

Cuando se trata de premios, castigos, deberes, derechos, culpas o méritos, escasos como los dedos de un manco son los que, valientes, deciden averiguar de qué demonios se está hablando.

Así pues, todas las escuelas psicológicas modernas, o aquellas que creen descubrir, por primera vez, que el sol sale por el este, procuran eliminar o prescindir del sentimiento de culpa como si fuera algo maligno y dañino. Como si la culpa coartara nuestra libertad, olvidando siempre que su sustituto puede ser mucho peor. En oriente le llaman honor, que filosófica y moralmente no tiene ninguna clase de entidad, excepto el que se pueda derivar de la sociología del rebaño.

La culpa cumple una función muy parecida a la del dolor, avisa que algo no funciona bien.

Hay que reconocer sin embargo, que la “culpa” es un término tremendo, y tal vez, para no asustar y ahuyentar a la audiencia, deberíamos usar el de “responsabilidad”, y así, quizás conseguiremos hacer más comprensible que precisamente es el complemento necesario para caminar al lado de la libertad. Ésa de la que tan orgullosos estamos todos cuando la reivindicamos, y ésa misma que todos también negamos (más veces que Pedro negó a Jesús) cuando la hemos de dar.

Pero eso…, como diría el camarero bigotudo de “Irma la dulce”, “es otra historia”, y ahora es el momento de terminar pues ya hemos llegado al final del camino, aunque todavía hay un epílogo que contar.

Todos los hombres son asesinos.

(Adagia, Wallace Stevens)

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