sábado, 30 de mayo de 2009

El peletero/La poesía horizontal/La bellezza

21 Abril 2008

Quan el poeta canta és millor emmudir i escoltar, com quan em mira el pare.

Mut.

Ell sap allò que tu no, que et moriràs ofegada i d’una manera molt trista, tot i que ara et mires el món des de la seva teulada.

La teulada del món.

Des d’ella encara no saps el que encara no has de saber, ara que encara el vent et pentina els cabells i la cara, no has de saber encara que el vent soc jo.

No has de saber que pentinant-te et despullo, i que pentinant-te t’estimo, t’andreço, i et perfumo, et pinto i et vesteixo.

Et miro, t’oloro i et toco, i… et retoco.

I així, ben pentinada, tant bonica i tan guapa, et planto al sostre.

Al sostre del món.

Tot això no ho saps encara, perque encara no saps… que el vent soc jo. I que quan et moris ofegada, ofegat em moriré amb tu.

D’amor per tu?

Potser… també.

Encara que jo, el que tant sols sé, és que quan et miro, pel teu alè visc i respiro.

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(La bellezza, El peletero, 6 de febrer de 2008)




Cuando el poeta canta es mejor enmudecer y escuchar, como cuando papá me mira.

Mudo.

Él sabe lo que tú no sabes, que morirás ahogada y de una manera muy triste a pesar de que ahora miras el mundo desde su cumbre.

La cumbre del mundo.

Desde ella todavía no sabes lo que todavía no debes saber, ahora que todavía el viento te peina los cabellos y la cara, no has de saber aún que el viento soy yo.

No has de saber que peinándote te desnudo, y que peinándote te quiero, te compongo, y te perfumo, te pinto y te visto.

Te miro, te huelo y te toco, y… te retoco.

Y así, bien peinada, tan bonita y tan guapa, te planto en la cima.

En la cima del mundo.

Todo eso no lo sabes todavía, porque todavía no sabes…que el viento soy yo. Y que cuando te mueras ahogada, ahogado me moriré contigo.

¿De amor por ti?

Quizás… también.

A pesar de que yo, lo único que sé, es que cuando te miro, por tu aliento vivo y respiro.

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(La bellezza, El peletero, 6 de febrero de 2008)



La belleza física siempre es sospechosa.

























Yo al menos desconfío de ella, tanto como me dejo seducir por su encanto.

No hay ninguna verdad moral, ni nada parecido que tenga fuerza suficiente para igualarse a la fuerza que posee la belleza física.

Al menos para mí no la hay, he de reconocer mi debilidad frente a ella.

Y por ella y por su causa, admito también que sería capaz de traicionar a mi familia y a todos aquellos que me aman sinceramente. Todo ese amor de ellos y por ellos, nada sería frente al cuerpo y el rostro de una mujer como Natalie Wood.

-¿Llegarías a vender tu alma por ella?

-No. Eso no lo haría jamás.

-¿Por qué estás tan seguro?

-Una vez le pedí a un Santo un deseo. No era amoroso ni nada parecido. Era un deseo de salud para una persona querida. Pensé que debía darle algo a cambio, una especie de compensación por sus servicios. Él no me lo pidió, pero así lo hice, le ofrecí dinero a cambio de esa salud.

-¿Y qué sucedió?

-El deseo fue concedido y el Santo tomó su parte.

-¿Y?

-Pedir sigo pidiendo, pero ya no ofrezco nada a cambio. Con esa experiencia tuve más que suficiente.

-El Santo tomó demasiado, ¿no? ¿Te arrepientes?

-La salud, bienvenida fue, gracias por ella, pero nunca más pediré nada a cambio de algo. Nunca más. Ni siquiera al mismo Dios. Tampoco a un santo y menos a una persona. Excepto las cosas que se piden en la cotidianidad de la vida.

-Pero tú hablabas de la belleza de Natalie y que por ella hubieras traicionado a los amigos y hasta a tu familia.

-Sí, eso hubiera hecho. Por ella lo hubiera perdido todo, mi dignidad y mi amor propio.

-¿Y ahora?, ¿qué piensas de ello?

-Exactamente lo mismo.

-¿Traicionarías y abandonarías a los tuyos a su suerte por una mujer bella, a cambio solamente de esa belleza de su cuerpo y de su rostro?

-Sí.

-¿Eso harías?

-Sí.

Por eso desconfío de la belleza. Aunque ya sé que el error y el mal no están en ella y sí en mí.

Ella es apenas una forma, es un gesto galante, una sonrisa, es un lazo de seda que envuelve algo. En muchos casos ni siquiera a alguien.

Siempre me he preguntado una tontería, ¿qué esconden las axilas de una mujer?, ¿qué hay allí?, ¿sólo pelos, sudor, restos de depilador y desodorante? ¿Eso esconde una mujer, bella o no, en sus axilas?

-¿Qué esconde un hombre debajo de las suyas? Pues lo mismo, nada.

-Soy yo el que hace las preguntas.

-¿Qué quieres que escondan, si entre sus piernas no encontramos ni siquiera el secreto del universo, ni el manido origen del mundo que pintó Courbet?

-¿No?

-¿Estás tonto? ¿Lo has hallado tú en ese lugar?

-No, claro que no, ni en ése, ni debajo de sus axilas, pero… no sé.

-Parece que te sepa mal.

-No exactamente, pero el Universo algún secreto debe de tener, algo que lo explique. Y pienso que nada mejor que el cuerpo humano para albergarlo, da igual que sea el de un hombre o una mujer, bello o feo. Eso en realidad no importa. Hubiera sido buena idea colocar ese secreto del Universo en algún lugar del cuerpo humano, ¿no?

-En eso tienes razón. ¿Entonces por qué esa fijación por la belleza?

Quizás precisamente por ello, la belleza parece poseer un poder, en realidad lo tiene, es indudable. Ese poder parece ser una pista de ese secreto del Universo, no sé.

La belleza es un espejo muy bruñido donde mirarte.

Esa belleza del Otro es un espejo de ti mismo. Te devuelve una imagen de ti, te miras y te crees reconocer en él.

Eso es la belleza.

Y ése, creo, no estoy muy seguro, pero sospecho que es el secreto del Universo y al mismo tiempo también el de la belleza.

-¿El Otro?

-Sí, el Otro y su poder.

-¿Qué poder?

-Él también eres tú, sin él tú no eres nada, ¿te parece poco poder?

(Natalie Wood fotografiada por William Claxton, 1961)

3 comentarios:

Paraula dijo...

Nene
hoy estas inspiradísimo
me gusta sentirte así.

Besos Pele ♥

El peletero dijo...

Se hace lo que se puede, nena.

Besos, Paraula.

Paraula dijo...

Paso a mirarte,

Besos... Nene ♥