martes, 30 de junio de 2009

El peletero/Glosas: Conversaciones con una lagartija (5)


27 Junio 2008

8 de mayo

Hoy me has preguntado por el amor. Temía que algún día me harías esa pregunta. ¿Qué quieres saber de él?, ¿qué es?, No lo sé, lagartija, no sé qué es, nunca he sabido nada de él. Nadie sabe nada excepto algunos médicos y poetas que dicen que saben, pero que tampoco saben más que yo que no sé nada.

“Pero tú siempre hablas del amor”, has insistido.

Me he callado.

Cuando callo también lo haces tú, te recolocas en paralelo conmigo y callas. Callamos los dos. La calle es gris, tú eres de un verde pálido y mi color sonrosado de vainilla con fresas no gusta a todo el mundo.

Pero hoy me has pedido música y he pensado en Pasolini, uno de mis héroes obsesivos, uno de esos filósofos de cabecera y que también tenía cara de lagarto, mejor dicho, de cocodrilo macho. Y al pensar en él he pensado en el concierto que celebró en Colonia Keith Jarrett, el 24 de enero de 1975. La primera parte la usó Nanni Moretti para musicar el fragmento de su “Caro Diario” dedicado a Pasolini. Ese antológico paseo en vespa por las playas de Ostia.

Todo eso viene a cuento porque he terminado pensando en la muerte. Siempre que pienso en el amor acabo dentro de un ataúd o tirado en alguna playa sucia como Pasolini, asesinado en esa fea Ostia, en Castelldefels o en Mozambique, mezclada mi vainilla con chocolate.

Al hablar así he tenido la sensación que comprendías mis palabras, lo haces cuando callas. Nos entendemos cuando callamos porque sé que tu silencio y el mío no es nunca un adiós.

La calle continuaba estando gris y no terminaba de llover.

Al cabo de un buen rato me has preguntado: ¿La muerte es lo mismo que el amor? Y yo, a mi vez, he querido conocer: ¿qué sabes tú de la muerte, lagartija? Nada, me has respondido, tampoco sé que es la muerte, sólo sé qué son los muertos.

¿Y qué son?, te he preguntado. Carne, me has respondido. Exactamente igual que los enamorados, también son carne, te he contestado.

Entonces te he leído otro poema de Bertold Brecht, que dice así:

Cuando en la blanca habitación del Hospital de la Charité
desperté hacia el amanecer
y oí el mirlo, lo tuve
aún más claro. Ya hace mucho tiempo
que no temía a la muerte, pues nada
puede faltarme si yo
mismo falto. Ahora
también he logrado alegrarme con todos
los mirlos que cantarán cuando yo no esté.

(Cuando en la blanca habitación del Hospital de la Charité, Bertold Brecht, traducción de José Muñoz Millanes)

¿Un hospital es un balneario?, me has preguntado.

Ha empezado a llover.

La calle ha dejado de ser gris para convertirse en una ola azul imbatible con el fondo negro y las puntas verdes y blancas. Has dado un salto asustado al ver tanta agua pasar por delante de la puerta de mi tienda sin llegarnos a salpicar, mientras, no paraba de sonar el piano del señor Jarrett.

¿Te gusta ver llover, lagartija?

Sí, pero me asusta ese fondo negro del agua, me has contestado.

Es verdad, a mí también.

30 Junio 2008

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