miércoles, 5 de mayo de 2010

El peletero/Tres/Dos



3 Febrero 2010

Dos.

Te llamabas Encarnita Pérez y vivías perdida entre torbellinos y sábanas blancas tormentosas. Por entre sus olas navegabas como si fueras la mejor capitana en busca de tu inmaculada ballena inmortal.

Intrépida y valiente no temías despeñarte al alcanzar el fin del mundo, pensabas que llegado el caso valdría la pena caer en el abismo. El señuelo eras tú misma, el mejor cebo para atrapar tiburones, orcas, pulpos gigantes y monstruos de las profundidades.

No eras ningún pez desmemoriado y frío, ni tampoco un reptil de sonrisa enigmática y perenne. No te revestías con pieles de focas ni de león marino, impermeables y grasientas. Tampoco eras un delfín elegante y grácil, ni un pingüino patoso y bobo, ni una tortuga imperturbable.

Yo quise que fueras un frailecillo de pico descomunal y desproporcionado, pintado de colores, tan vistoso como humilde, un suave y precioso arcobaleno entre tanta blancura oceánica, un duende marinero, un dulce salado, un ave en vuelo rasante del mar al acantilado.

Pero terminaste siendo una gaviota planeadora, un águila pescadora y un enorme albatros viajero que de sábana en sábana pasabas de una cama a la otra cazando cetáceos, rorcuales y ballenatos. Y en noches iluminadas, peces argentinos y voladores, sirenas despiadadas y bondadosas, y amapolas de alas rotas y moribundas.

Habías nacido casualmente en Barcelona, pero parecía que vivías en París en la Avenida Jean Jaurés. Me recordabas a Jeanne Moreau, “te gustaba llevar anillos, rubíes y caracoles entre tus dedos y brazaletes de mil vueltas en tus muñecas, decías de ti misma que tus ojos eran dos ópalos fascinantes y tu rostro una circunferencia pálida y armoniosa”, « de femme fatale qui m'fut fatal » (1)

Eras una mujer inquieta que al igual que un remolino desfilaste por sus tres etapas básicas, la joven, la madura y la disipativa, en cada una de ellas todas las cosas ocurrían a un mismo tiempo, todo era desorden y las personas se te amontonaban y se confundían unas con otras en un absoluto desconcierto, el ambiente era turbio, inquieto y siempre se mantenía alterado. El aire giraba rápido, y el agua, el polvo y el humo se retorcían como lo hace el pelo de algunas personas y animales en ciertas partes de sus cuerpos.

Eso siempre fue a así, lo fue cuando te saciaste, abrazada a mí, escuchando las palabras de amor que te di, y lo fue también cuando me dejaste por otra sábana arremolinada en otra cama abandonada por la mañana… sin saber por qué. En otro tiempo, en otra vida que no recuerdas no me reconociste, nunca te lo perdonaré.

Pero ayer… ayer me conociste y nos reconocimos, nos perdimos y nos volvimos a perder, nos encontramos y nos reencontramos y nos dimos de nuevo calor y me desperté de mis sempiternos sueños interminables al sentir tus besos en mi frente prendida. Luego, la canción decía que cada uno se fue por su lado y por sí mismo en el torbellino de la vida. (1)

« Dans le tourbillon de la vie. Je l'ai revue un soir, aïe, aïe, aïe ! Ça fait déjà un fameux bail » (1)

(1) “Le Tourbillon”, de Cyrus Bassiak

2 comentarios:

Ventana indiscreta dijo...

Encarnita y Él se merecen este reposo. (Perdona pero no encuentro la traducción).

Je me poserai sur ton coeur
Comme l'oiseau sur la mer,
Dans le repos de ses ailes lasses,
Et que berce le rythme éternel
Des flots et de l'espace.

Charles van Lerberghe (1861-1907)

El peletero dijo...

Sí, se merecen todos los reposos del mundo, ha sido un viaje largo y sinuoso en ese "ritmo eterno".

Saludos.