martes, 6 de julio de 2010

El peletero/La aguja del pajar (10)


4 Junio 2010

Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.

10. La libertad y la verdad.

Eso que llamamos destino cierra el círculo tramposamente al añadir las últimas palabras al relato, ellas pretenden restablecer el equilibrio entre sus partes y llenar el vacío que hay entre cada una, el destino da una respuesta falsa que tapona la brecha que antes ha abierto la libertad como lo hace el cuchillo con la carne. 

Igual que ese destino, también escribir, pintar o cantar son parches que tratan de concluir la realidad inacabada, pero a diferencia de él lo hacen sin necesitar ni recurrir a trágicas y funestas estrellas y profecías que guíen nuestros pasos y sí, en cambio, intentan conseguirlo inmersos en el más inseguro azar o casualidad, sin ellos no podríamos equivocarnos ni tampoco acertar. 

La libertad nos permite conocer la única verdad digna de ser conocida fuera de la muerte, la razón por la que hemos nacido y la que Dios no ha querido revelarnos jamás: que el mundo que habitamos no fue concluido tras los siete días de labor divina y que Dios debió de haber trabajado el séptimo. Al no hacerlo, por voluntad, incapacidad, olvido o cansancio, nos obliga a nosotros a continuar su tarea y a terminar el trabajo que Él empezó y que dejó inacabado. En nuestras manos está conseguirlo, queramos o no somos sus socios. 

No sabemos cómo debemos seguir, creemos que Dios ninguna indicación nos dio fuera de vagos consejos que cada uno interpreta a su conveniencia y que son más fruto de profetas que sus propias y verdaderas palabras. Sin embargo, Dios sí nos proporcionó la herramienta básica para lograrlo, el cincel apropiado, la paleta adecuada que no es otra que la capacidad de elegir, sin ella no sabríamos nunca cuál debe ser el color y la forma ni tampoco la palabra y el nombre de las cosas, sin libertad no podríamos escuchar música ni crearla. 

El mundo está pendiente de resolución, en cambio, las obras de arte, a diferencia de nosotros, sí son mundos acabados, nos hablan de tierras posibles aunque son objetos reales, y también instrumentos para algo, parecen estar vivas, las vemos navegar por ese río interminable, son cosas, emergencias súbitas, y algunas permanentes, singularidades, picos en un llano, árboles en un prado, mojones, periscopios, señales, son un norte y un sur, marcas en un papel y una brújula sin hilo que siempre indica el mismo destino, son el acomodo de nuestra mirada, son la aguja del pajar, gracias a la cual, y a través de su agujero, vemos lo que sólo Él ve: el mundo. 

No hay nada más que ver.

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10M
-“Yo te mostré las flores de O’Keefe y tú los retratos de “El Fayum”. Juntos descubrimos los callejones sin salida de los entusiastas Prerrafaelitas y los espejismos orientales de Gêrome y de otros ilustres académicos decimonónicos, pintores “pompiers”. Ambos nos maravillamos con los suelos de baldosas de Russinyol y con los pálidos rostros de Casas, con la luz de sus persianas y con los paisajes de los pintores de Olot. Los dos decidimos que Goya es uno de los más grandes y que Guardi es mucho mejor que Canaleto. Yo defendía a Cezanne cuando tú lo denostabas, y aunque en lo principal tenías razón era verdad también que era mejor pintor cuando no trataba de serlo, siempre lo somos cuando no nos esforzamos en ello. Igual que tú, porque ya no eres él ni ahora lo pretendes, aunque yo me esfuerce a veces equivocadamente en ver en ti al hombre que nunca fuiste y que nunca vas a ser.” (La madeja. Cartas a un amigo.)

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10H
-“Sigues teniendo razón, querida Verónica, siempre la tuviste.
“Como en un juego apagó la lámpara del techo para que sintiera deseos de besarla. La única lámpara encendida, encima de una mesa, proyectó detrás de la joven una sombra neta y alargada. Camilla, con los brazos en alto, dispuestos en arco detrás de la nuca, le llamaba con la mirada; más él sólo tenía ojos para la sombra.” (“La gata”, Colette) (El hilo. Cartas a una amiga.)

“Siempre te recuerdo que nunca amamos a la persona, siempre a otra cosa que vive a su lado, pero que no es ella, y tú continuamente me preguntas qué es, y yo te respondo que amamos a su sombra, que eso es lo que es que vemos de ella. Siempre te entristece mi respuesta, ya lo sé, pero nada puedo hacer por evitarla.” (El hilo. Cartas a una amiga.)


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