31 Mayo 2010
Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
8. La belleza y la República.
Hegel tal vez desconocía que el mal se sirve asimismo de la verdad igual que lo hace de la belleza, o que quizás la eterna y universal controversia entre el bien y el mal no sea más que una disputa sobre el bien. Camus así lo insinúa cuando nos habla de Zeus y Prometeo y compara su querella con un simple arreglo de cuentas particular. Ésa fue también la razón que llevó a Aquiles hasta las murallas de Troya, un asunto privado, no político.
¿Es el arte un asunto privado? En realidad siempre lo es aunque parezca que nunca lo ha sido porque cuando lo consigue es repudiado y expulsado del ámbito social, ese círculo que se abre y se cierra alrededor del fuego sagrado. Todo poder político recela del arte.
En la República de Platón no había artistas y el mundo moderno que se inicia con la Reforma puritana que encabeza Lutero elige decididamente la moral frente a la belleza como si la una y la otra estuvieran enfrentadas.
Camus nos lo recuerda con su siempre clarividente, valiente y acertada visión al señalar que para Calvino, Rousseau y Marx la belleza ha de ser vivida, no puede ser imaginada, de “imaginare”, crear imágenes o representaciones de cosas o personas reales o irreales. Así, el hombre nuevo que todos ellos quieren alumbrar en sus ideologías y religiones, ya no será hijo del pasado ni tampoco de sus padres, ya no serán suyos aquellos sueños ni podrá ver con su mirada. Con él termina la historia y nace el presente.
Para ese recién nacido nada significa el ayer excepto ser la razón de su revuelta moral y el peso de su mala conciencia que nunca lo abandonará como si fuera una maldición a su propia especie.
Belleza y verdad no están contrapuestas, pero el deber sí se opone a la primera y casi siempre a la segunda.
Todas casan mal, belleza, verdad y deber, las tres no pueden servir juntas a la comunidad porque cuando lo hacen paren monstruos en forma de conveniencia, gregarismo, mimetismo, razón de Estado y crimen, corderos o lobos tras una bandera. El resultado es una forma más sutil y dañina de esclavitud y ceguera, la estupidez.
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8M
-“De ti he conocido a tres hombres, el de antes, el de después de convertirme yo en la amante y la secretaria de Antonio T. y el de ahora, que hace años que no veo. Debería haber supuesto que tu tristeza eran los celos o simplemente algo muy sencillo y evidente, que me amabas, pero nunca tuve la certeza del todo. Cuando pagas para que te quieran, y ya sabes que hay muchas maneras de hacerlo, siempre sospechas de los demás, en ellos ves tu pecado que ha sido el de los dos. Sin embargo, la memoria es caprichosa y si bien es nuestra única referencia verdadera también te miente y te engaña aunque lo haga para no dañarnos y permitirnos sobrevivir. Para serte sincera no estoy segura de nada, los detalles y las pinceladas se me escapan y vuelan huyendo como pájaros de su jaula. Estoy asustada y estoy sola, Víctor, y recuerdo con miedo la tela blanca de mi lienzo como si fuera una mortaja, así, más o menos, la llamabas tú cuando me cantabas los últimos versos de una canción de Joan Verges i Toti Soler. (La madeja. Cartas a un amigo.)
“Amiga de la mort,
camí de vela blanca,
la llum del nostre amor
és una flor que es tanca”.
camí de vela blanca,
la llum del nostre amor
és una flor que es tanca”.
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8H
-“Ya sé, ya lo sé, Verónica, que Wittgenstein empezó su “Tractatus Logico-Philosophicus” afirmando que “el mundo es lo que hace al caso” y también sé que lo terminaba concluyendo que “todo aquello que puede decirse, se puede decir con claridad; y sobre aquello de lo que no podemos hablar, mejor es guardar silencio”. Fui yo quién te habló de él cuando me dejaste que lo hiciera simulando que no sabías quién era. Me engañaste, habías leído toda su obra y escrito unas buenas reseñas sobre ella en la Universidad, pero disimulabas y dejabas que yo te hablará con aire de hombre importante y sabio cuando en realidad nada sabía y nada sé. Yo quería impresionarte y seducirte con mi charlatanería de filósofo barato y tal vez lo conseguí con otra virtud que todavía no he llegado a saber cuál fue. Al descubrir tu mentira te reíste y me besaste y no paraste de besarme hasta el día de hoy que sigues pegada a mis labios como si mis pulmones fueran los tuyos. Por eso inventamos el arte y la poesía, te dije, gracias a ella decimos la verdad, que es la mejor manera de mantenerse callado aparte de los besos, claro está, de esos besos que se dan y se reciben al mismo tiempo.” (El hilo. Cartas a una amiga.)
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