Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
64. La Fotografía.
Roberto Longo afirma sorprendentemente que una fotografía siempre nos habla del pasado, en cambio, nos dice también que una pintura lo hace del presente. ¿Cómo es posible siendo la primera más verosímil?
Aparte de confundir habitualmente presente y verdad, la técnica fotográfica, al permanecer oculta, nos causa, sin duda, una más alta “impresión” de veracidad que la más realista de las pinturas. La pintura, por el contrario, siempre nos enseña el artificio que la hace posible, al no ser perfecta nunca está terminada, siempre se está ejecutando ante nuestros ojos.
La fotografía es el fundamento práctico del arte realista, en último término la máquina es siempre neutra porque lo que nos muestra existe. En cambio, una pintura, no importa la fecha de su ejecución, está aconteciendo sin concluirse jamás porque lo que nos presenta no siempre existe, el artista nunca es neutral.
En una fotografía aparecen más cosas que las que queremos ver y enseñar, en contraste, en una pintura solamente hay lo que queremos que haya.
El presente es inasible e indomable, no se lo puede cazar vivo, no se lo puede atrapar. La fotografía lo mata, la pintura lo cabalga. Ninguna de los dos lo doma.
Lo que vemos jamás ocurre, siempre ocurrió, lo que sucede no puede ser visto todavía, quizás solamente después, por ello las cosas que nos cuenta la fotografía sucedieron en un pasado, y por el mismo motivo una pintura sí nos está mostrando, al estar construyéndolo, un ahora y unos hechos que tal vez no estén sucediendo ni sucedan nunca.
Esa es la razón por la que el arte no nos muestra la realidad, ni tampoco la representa, no la substituye ni ocupa su lugar, es independiente y autónomo, solamente nos habla de él mismo aunque esté poblado y lleno de fantasmas y paisajes, algunos recordados y otros nunca vistos ni sospechados.
64H
-“Querida Verónica, decíamos que nos tocaron vivir tiempos confusos, si es que siempre no lo son, pero los realmente desconcertados éramos nosotros que deseábamos tenerlo todo cuando todo lo teníamos en el otro. Siempre queremos más, pero yo sólo te quería a ti y tú te ibas y regresabas para volverte a ir.
Cuando fui un ciprés te amé, ahora sólo soy un pájaro gris que mira triste los chopos que poblaron aquel río. Ya no lloro, ahora me río y me invento Verónicas que no existieron, Helenas, Cármenes, Dianas y Julias, todas ellas tan reales como aquellas que poblaron mis noches de vino y rosas.” (El hilo. Cartas a una amiga.)
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64M
-“Es cierto, querido Víctor, en aquel río había chopos, alisos y juncos, pájaros grises y jilgueros, mariposas y un montón de buitres carroñeros prestos a devorarnos. Con ellos también vivían gusanos y elefantes, boas constrictor, cóndores y árboles gigantes. Ya no canto, ahora lloro y me invento Víctores que sí existieron, tan reales como todos los que no se parecieron a ti. (La madeja. Cartas a un amigo.)
2 comentarios:
Paseo por tu página, siempre tan rica, tan elegante, con esa clase que da saber que sabes lo justo para seguir vivo (y sabes mucho), con un aire cínico de déjà vu (es un elogio, lo intenta) y me sorprendo y aprendo y siento. Muchas gracias.
Dejas muchas perlas, mucha poesía, mucha vida, cierto desencanto, contrastes. Discúlpame si entre tantas experiencias intensas escojo ahora a Lauzier (¿alguien sabe quién es?). Me sonrío, recuerdo (incluso Dagoll Dagom montó una obra con sus textos; curiosamente se llamaba Glups). Reitero las gracias y te abrazo en esta mañana fría.
Mucha gracias, Pedro, por tus palabras, se hace lo que se puede porque todo es ya un “déjà vu”.
¿Quién recuerda a Lauzier?, casi nadie.
Yo asistí, cuando era jovencito, al “Glups” de Dagoll Dagom, ¿quién recuerda aquella obra?
Gracias de nuevo y saludos.
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