Lecciones imaginarias, poéticas y desordenadas sobre arte y pintura.
65. Walter Benjamín.
En otro sentido diferente, Walter Benjamín afirma que la fotografía  inventa la “instantánea” al conseguir fijar el momento y dar una nueva  consistencia al presente, ella parece ser la prueba de su existencia, la  de la realidad y su “hábitat”, eso que llamamos presente.
Sin embargo, las necesidades técnicas, por tiempo y escenario usados, de la fotografía  primitiva son más pictóricas que hijas de esa “instantánea”, ellas  todavía conservan la luz de las telas y los modelos parecen posar frente  a pintores, no frente a fotógrafos. Los primeros retratos  fotográficos no habían entrado todavía en contacto con la actualidad al  no ser, en un primer momento, un instrumento habitual ni esporádico en  los primitivos periódicos. 
Benjamín nos advierte que la fotografía  pone en evidencia dos hechos fundamentales al convertirlos en procesos  mecánicos fáciles, el primero está referido a la reproducibilidad de la  naturaleza, y el segundo a la industrialización de la obra de arte al  conseguir que el objeto sea también reproducible a una escala que antes  nadie había podido imaginar. El “realismo” de la fotografía,  la verosimilitud con el modelo, es tan alta que permite equivocadamente  suponer que el objetivo del arte es copiar la naturaleza en una ventana  portátil que quepa en un bolsillo. La larga tradición de la pintura de  miniaturas, centrada en el retrato, queda sustituida  rápidamente por los daguerrotipos. Sin embargo, su aparición provoca,  paradójicamente también y por contraste y oposición, el nacimiento de  las vanguardias y su iconoclasia.
El  segundo hecho, al hablarnos de la copia múltiple y abundante, redunda  también en el nuevo imaginario democrático utópico que permite desear un  arte al alcance de todos y en suponer que la fotografía es el primer arte popular. 
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65M
-“En  una ocasión, querido Víctor, oí a alguien usar una razón muy particular  para descalificar un proyecto público, algo parecido a estar en contra de la bomba atómica solamente porque te puede caer encima sin importarte si les cae a otros.
Nadie  que lo oyó le creyó, naturalmente, y todos le rieron nerviosos la  gracia y el argumento que usaba como si fuera una broma: el interés  particular expresado de la manera más desvergonzada. 
La  del niño de la película “4oo golpes” era una mentira que parecía una  verdad. La otra lo contrario, una verdad que parecía una mentira. ¿Y la  de Hitler?, ¿qué aparentaba?”. (La madeja. Cartas a un amigo.)
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65H
-“Querida  Verónica, una conocida reciente me contó el otro día que guardaba la  felicidad dentro de una caja adornada con un lazo, que no podía abrirla  sin evitar su evaporación y que temía al verano que se acercaba porque  pensaba que se la podían comer las polillas. Me preguntó nerviosa qué  debía hacer para defender a la felicidad de ese ataque mortífero, que si  conocía algún remedio eficaz para salvaguardarla de los insectos  asesinos. Le respondí que no, que nada había en este mundo que lograra  evitarlo, que las polillas se la comerían igual que se comen a un zorro  de la Patagonia. 
¿Sabes  cómo se comen las polillas a un zorro de la Patagonia?, le pregunté. Se  me quedó mirando callada, como si hubiera visto un fantasma o estuviera  loco.
Se  lo comen sin saber que es un zorro de la Patagonia. Con la felicidad  ocurre lo mismo, añadí, te la comes sin saber que lo es, sin degustarla y  sin apercibirte tampoco que tú eres la polilla hambrienta y devoradora.



 
2 comentarios:
No había entrado aquí aunque había visto y leído comentarios tuyos en el blog de Inés. Me alegra haberme decidido pues es realmente interesante. Un saludo.
Muchas gracias, Mateo, por tus palabras, eres muy amable.
Bloguer es un clon de mi verdadera casa, te incluyo la dirección:
http://el-peletero.lacoctelera.net/
Saludos.
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