martes, 14 de febrero de 2012

El peletero/Teodoro Van Babel (11)


Teodoro Van Babel

11.
El sentido.

Según afirma Agustiniano la semilla de Adán está arruinada, enferma, picada y dañada por la caída, y será la que transmitirá a toda la humanidad la culpa y la vergüenza por la primera tara del mundo que no es la simple desobediencia de Eva a su Creador, pues la mujer únicamente sabe de la prohibición divina por boca de Adán y no por la de Dios mismo, que solamente habló con él y lo hizo, según cuentan las Sagradas Escrituras, antes de crear a su compañera de una de sus costillas.

Dios conversó con Adán, pero la serpiente lo hizo con Eva, que son, sin lugar a dudas, unas maneras curiosas y rebuscadas de hablar consigo mismos. Con todo, también platicaron entre sí los dos, hombre y mujer, y lo siguen haciendo desde entonces en una charla interminable sin aparente buen resultado ni entendimiento.

¿Cuál es la verdadera naturaleza del pecado? ¿Fue verdaderamente un pecado o un grave error?, ¿eligieron mal?, ¿fue un acierto?

Nosotros lo ignoramos, pero no nos conformamos con la explicación clásica que señala a la soberbia y a la envidia como causas del acontecimiento. Ni tampoco creemos que fuera la rebeldía en sí misma, la simple indisciplina que como niños mal criados desobedecen al padre para emularlo, ni la asimetría física de él al faltarle una costilla ni el buen sabor de las manzanas maduras que llevan en su seno la estrella de Venus.

San Agustiniano, varón del siglo V cristiano, hombre docto y santo, se lamenta de la ausencia de criterio de Adán al seguir a Eva sin atreverse a expresar su disentimiento. Adán, que había hablado con Dios, hubiera podido salvarse, considera el Santo, pero prefirió, demostrando poco carácter, acompañar en la desdicha a su amada. ¿Tonto o fiel?, ¿valiente o pusilánime el hombre al acompañar a su esposa?

¿Cuáles fueron pues las razones de Eva?, ¿en qué se fundamentaba su independencia de criterio? Agustiniano no es capaz de encontrar las respuestas, solamente cree hallar las consecuencias.

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Cuál fue el primer castigo de la culpa de los primeros hombres

“Apenas quebrantaron nuestros primeros padres el precepto, cuando los desamparó luego la divina gracia y quedaron confusos y avergonzados de ver la desnudez de sus cuerpos. Y así, con las hojas de higuera, que fueron acaso las primeras que, estando turbados, hallaron a mano, cubrieron sus partes vergonzosas, que antes, aunque eran los mismos miembros, no les causaban vergüenza. Sintieron, pues, un nuevo movimiento de su carne desobediente como una pena recíproca de su desobediencia. Porque ya el alma, que se había deleitado y usado mal de su propia libertad y se había desdeñado de obedecer a Dios, la iba dejando la obediencia que le solía guardar el cuerpo, y porque con su propia voluntad y albedrío desamparó al Señor, que era superior; al criado, que era su inferior, no le tenía a su albedrío, ni del todo tenía ya sujeta la carne como siempre la pudo tener si perseverara ella guardando la obediencia y subordinación a su Dios. Entonces, pues, la carne comenzó a desear contra el espíritu, y con esta batalla y lucha nacimos, trayendo con nosotros el origen de la muerte, y trayendo en nuestros miembros y en la naturaleza viciada y corrompida la guerra continuada con ella o la victoria contra el primer pecado.”

(“La ciudad de Dios”, Libro Décimotercero. La Muerte, Pena del Pecado de Adán. CAPITULO XIII, Agustín de Hipona, 413-426)

2 comentarios:

Marga dijo...

Ummm Adán y Eva no forman parte de los mitos que me causan curiosidad y en todo este contubernio de dioses y humanos quien llegó a convencerme un poquito fue Lilith, aunque tampoco para tirar cohetes, la verdad, por la gracia de su ir a la contra, no más.

Y Gilgamesh, él también me hizo gracia. Lo mío con los mitos es algo muy personal. Como cualquiera, ya.

Pero eso sí, disfruto con su forma de contarlo.

Saludos!

El peletero dijo...

Todo es personal y diferente, Marga, precisamente la gracia es reconocerlo al mismo tiempo que se buscan las semejanzas que nos igualan y nos unen.

Como debe de haber comprobado ya, la vida de Teodoro da para mucho y para nada, incluso para crear mitos que, valga la paradoja, no han existido ni existirán o para reescribir y reinterpretar, de una manera libre, las disputas eternas entre las personas que siempre comienzan con aquellas que tenemos con nosotros mismos como si todos fuéramos Adán y Eva al mismo tiempo.

Me alegro que le guste, gracias por decirlo, es bonito leerlo.

Saludos.