domingo, 1 de febrero de 2015

La felicitat i la virtut.



Diari d’hivern (9)

La felicitat i la virtut.

Recordant el recent assassinat de Cabu i el molt que va significar per a mi el seu personatge Le Grand Duduche, m’ha vingut el cap un altre extraordinari dibuixant francès, jueu d’origen polonés, en Roland Topor, molt diferent a Cabu i que també va poblar, gràcies al meu germà, els meus somnis d’adolescent i el final sempre complicat de la infantesa i la desaparició d’un estat que a mi mai em va semblar ni cap paradís perdut ni tampoc la veritable pàtria com diuen alguns.

Gregorio Luri afirma que el nostre és un món que exigeix més que demana ser feliç per poder ser virtuós en lloc de l’inrevés i del que, potser ingènuament, caldria esperar, demanar ser virtuós per a ser feliç. La segona demanda és possible avui en dia?, un nen la pot entendre?

Jo no ho sé, però em ve de gust transcriure un parell de paràgrafs d’una entrevista que Hannes Jähn li va realitzar a Roland Topor l’any 1984 i que va titular Rien de neuf. Jo l’he extreta del llibre d’Albin Michel dedicat tot ell a Topor.

El segle XX és el primer segle en què es presta atenció als dibuixos infantils que han pres un paper cultural important. Prèviament, el paper, els llapis, les plomes i la tinta eren massa cars per a les gents humils. Els nens han pogut dibuixar amb guix a terra o amb un bastó a la sorra. El descobriment del dibuix infantil és un esdeveniment important. Tots els grans pintors de la nostra època estan influenciats per l'art primitiu, per l'art dels malalts mentals i sobretot pels dibuixos dels nens.”

(...)

La majoria de llibres fets per a nens són molt esquizofrènics. La imatge de la vida que transmeten als nens és sense sexe, sense merda, o com es diu sense coses brutes. Sense blasfèmies i sense la mort. No obstant això, quan la mort esdevé per a tot arreu, és molt poètica i irreal. Jo em pregunto per què els llibres infantils són tan irreals i crec que això es deu als pares que estan plens de complexos davant dels seus nens. No gosen dir als seus fills que es troben en el món perquè ells han follat. Tenen por de no ser més estimats per ells si saben això. Els pares no gosen dir als seus fills que no viuran més que un cert temps i que moriran de seguida. Els donen menjar per idiotes i troben preferible que els seus fills siguin bèsties i bojos que els deixin d'estimar més.”

La virtut, però, no porta mai a la felicitat, ambdós són estats incompatibles com lo real i lo irreal.

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Diario de invierno (9)

La felicidad y la virtud.

Recordando el reciente asesinato de Cabu y lo mucho que significó para mí su personaje Le Grand Duduche, me ha venido a la cabeza otro extraordinario dibujante francés, judío de origen polaco, Roland Topor, muy diferente a Cabu y que también pobló, gracias a mi hermano, mis sueños de adolescente y el final siempre complicado de la infancia y la desaparición de un estado que a mí nunca me pareció ningún paraíso perdido ni tampoco la verdadera patria como dicen algunos.

Gregorio Luri afirma que el nuestro es un mundo que exige más que pide ser feliz para poder ser virtuoso en lugar de al revés y aquello que, quizás ingenuamente, cabría esperar, pedir ser virtuoso para ser feliz. ¿La segunda demanda es posible hoy en día?, ¿un niño la puede entender?

Yo no lo sé, pero me apetece transcribir un par de párrafos de una entrevista que Hannes Jähn le realizó a Roland Topor en 1984 y que tituló Rien de neuf. Yo la he extraído del libro de Albin Michel dedicado todo él a Topor.

El siglo XX es el primer siglo en el que se presta atención  a los dibujos infantiles que han tomado un rol cultural importante. Previamente, el papel, los lápices, las plumas y la tinta eran demasiado caros para las gentes simples. Los niños han podido dibujar con la tiza en el suelo o con un bastón en la arena. El descubrimiento del dibujo infantil es un acontecimiento importante. Todos los grandes pintores de nuestra época están influenciados por el arte primitivo, por el arte de los enfermos mentales y sobre todo por los dibujos de los niños.”   

(...)

La mayoría de libros hechos para niños son muy esquizofrénicos. La imagen de la vida que transmiten a los niños es sin sexo, sin mierda, o como se dice sin cosas sucias. Sin blasfemias y sin la muerte. Sin embargo, cuando la muerte acontece por todas partes, es muy poética e irreal. Yo me pregunto por qué los libros infantiles son tan irrealistas y creo que ello se debe a los padres que están llenos de complejos delante de sus niños. No osan decirles a sus hijos que se encuentran en el mundo porque ellos han jodido. Tienen miedo de no ser más queridos por ellos si saben eso. Los padres no osan decir a sus hijos que no vivirán más que un cierto tiempo y que morirán enseguida. Les dan comida para idiotas y encuentran preferible que sus hijos sean bestias y locos a que los dejen de amar más.”

La virtud, sin embargo, no lleva nunca a la felicidad, ambos son estados incompatibles como lo real y lo irreal.




4 comentarios:

Isabel Martínez Barquero dijo...

Una muy interesante reflexión sobre la felicidad, la virtud, los dibujos de los niños y la pintura en general.
Un saludo afectuoso.

Marga dijo...

Estoy con usted, señor Peletero.

Me sucede eso, me lío con la virtud y la felicidad, me pregunto por qué hay que ser o mostrar ser feliz a toda costa (como si eso fuera posible) me desconciertan las falsedades e imposturas que nos empeñamos en enseñar a los niños (como si no fueran a crecer y descubrir el pastel).

Y mi respuesta siempre es la misma: el ser humano es de lo más incompetente como ser humano, jeje.

Quien tiene una virtud tiene un tesoro pero quien intenta practicar la virtud obtiene une enorme contradicción consigo mismo y su ser social. Tal de ahí su incompatibilidad con la felicidad. Tal vez, no sé.

Un beso y un garabato.



El peletero dijo...

Gracias Isabel por sus palabras.

Un saludo también afectuoso para usted.

El peletero dijo...

Me alegro mucho que en este caso estemos de acuerdo usted y yo. Pero yo no me refería tanto al hecho, también muy habitual de nuestro mundo contemporáneo, de la necesidad social de estar siempre felices, o al menos, aparentar estarlo, alegres y gozosos. Ya sabe, el “carpe diem” con el que nos machacan constantemente los nuevos puritanos que no tienen nada que ver con los antiguos.

De su respuesta se deduce, así lo entiendo yo, que la virtud, aunque es un tesoro, produce una enorme contradicción con uno mismo y su ser social, que yo llamaría más bien su “estar social”, pero eso ya son detalles. De ahí, dice usted, su incompatibilidad con la felicidad.

No sé yo, pero no me convence, entiendo que el ejercicio de la virtud produzca desencuentros con eso que llama usted, ser social, pero no exactamente contradicciones con uno mismo, fuera de si uno es un ser mimético sin personalidad y los desencajes con su deseo de placer, comodidad o bienestar y el anhelo de ser querido como esos padres a los que alude el texto de Topor. Para ello, ya sabe, está la herramienta infalible y eficaz del autoengaño.

La cuestión es: Dame dinero y seré un buen padre y trataré bien a mis hijos a los que haré buenos regalos y ellos me van a querer mucho por ello.

O bien, trataré bien a mis hijos porque simplemente y en primer lugar son seres humanos como yo y porque, después, o al mismo tiempo, los quiero muchísimo y si no puedo hacerles buenos regalos porque no tengo dinero suficiente tanto da, espero que a ellos eso no les importe y me quieran también mucho sin esos regalos aunque los padres de otros niños llenen a sus hijos con ellos.

Besos con tira líneas.